(zenit – 29 mayo 2020).- En medio de la pandemia de COVID-19, zenit publica en exclusiva el testimonio del padre Diego Cano, un sacerdote joven recién ordenado en la diócesis de Huancavelica, Perú, una de las zonas más deprimidas económica y socialmente en Sudámerica.
El departamento de Huancavelica se subdivide en 7 provincias y su capital se encuentra encerrada entre las altas montañas andinas, a 3.678 metros sobre el nivel de mar.
Según los datos aportados por el Programa de Promoción Social Huancavelica Sur antes de la crisis actual, el 83% de la población vive en pobreza. De ellos, el 52% vive en pobreza total y el 41% en pobreza extrema.
Diego y Huancavelica
El ahora padre Diego Cano, natural de Cádiz (España), cuenta cómo, desde hace unos veinte años, la ONG Cooperación Internacional organiza un campo de trabajo en la diócesis de Huancavelica. Desde su colegio, Guadalete, cada mes de julio se ofrecía la oportunidad de participar en esta iniciativa. Aunque durante su adolescencia y juventud no pudo participar en el mismo, “de esta forma, fue creciendo el gusanillo por conocer estas tierras del mercurio”, señala.
“Pasados los años de formación humana y cristiana en este centro educativo, estudiando en la Universidad Politécnica de Madrid, maduré con la gracia de Dios la vocación sacerdotal y regresé a Cádiz para ingresar en el Seminario Conciliar de San Bartolomé”. Después, al terminar los estudios eclesiásticos, el obispo creyó necesario que, como seminarista, Diego hiciera una experiencia misionera en el Perú.
“De este modo, me volví a acordar de Huancavelica y me puse en contacto con los sacerdotes españoles que viven aquí. El rector de este seminario me ofreció venir para ayudar en la labor pastoral de la diócesis y dar clases de filosofía”, narra el entrevistado.
Ordenación sacerdotal
“A las dos semanas de nuestra primera comunicación me recogió en el aeropuerto de Lima, a los siete meses fui ordenado diácono y en enero pasado tuvo lugar la ordenación sacerdotal. De esta forma, he quedado incardinado en esta hermosa diócesis, a 3.700 metros sobre el nivel del mar”, resume el sacerdote.
“Cuando llegué de la Madre Patria –como dicen aquí a España- era noviembre de 2018, estaba acabando el curso académico y es la fecha de la celebración de las comuniones y confirmaciones”, explica.
Entonces, Mons. Isidro Barrio, obispo de Huancavelica, “me pidió que le acompañara por buena parte de la diócesis para ayudarle y conocer estas provincias” y, al empezar el nuevo año, “me encomendaron dar clases a los seminaristas mayores, catequesis de Bautismo y Confirmación en la catedral y la formación mensual de los profesores de religión”, añade.
Trabajo pastoral
Desde su Ordenación, como sacerdote, Diego sigue con las clases y le han destinado a la parroquia de Santa Ana, “la más antigua de la ciudad y de la que dependen numerosas comunidades rurales y dispersas, todas de habla quechua”.
En este centro parroquial “estamos tres sacerdotes e intentamos visitarlas lo más frecuentemente posible. Unas se pueden atender semanalmente, otras mensualmente y otras solamente por Cuaresma”.
“Cuando uno llega puede estar confesando tres o cuatro horas seguidas, mientras sus catequistas van explicando la doctrina y dirigiendo ejercicios piadosos, por lo general compuestos en quechua por frailes españoles hace siglos”, describe.
Irrupción del coronavirus
El padre Cano, o “taita”, como llaman en quechua a los sacerdotes, subraya que la economía de los huancavelicanos, en su gran mayoría, es de subsistencia, “viviendo el día a día”. “Se suele decir que es el departamento más pobre del país”.
Por lo tanto, ante la crisis de coronavirus, “ya nos podemos imaginar la situación tan crítica que están pasando muchas familias que –debido al confinamiento– no pueden salir a la calle para ganarse su jornal diario”.
“También lo están pasando muy mal aquellos que emigraron a Lima buscando mejorar sus vidas y se han visto obligados a volver a sus pueblos, pues no tienen animales ni cultivos con los que ir tirando”, apunta.
Subsistencia de los sacerdotes
Con respecto a los sacerdotes diocesanos, indica que en total son unos 50, la mayoría de ellos jóvenes, y distribuidos en dos seminarios y quince parroquias: “Aquí no tenemos sueldo del obispado, sino que vivimos de los estipendios de los sacramentos y otros servicios, algo parecido a lo que se conocía antiguamente como sistema de oficio y beneficio”.
Así, “teniendo en cuenta que la atención pastoral se ha visto muy reducida, ya que llevamos más de dos meses de estricto confinamiento –con toque de queda incluido-, y que los fieles están empobrecidos, no estamos teniendo ingresos económicos. Lo mismo se puede decir de las comunidades religiosas”.
No obstante, continúa, “gracias a Dios y a que compartimos lo que tenemos los unos con los otros, por ahora no nos falta lo necesario”.
Ayuda de Cáritas Diocesana
Frente a la pandemia, el padre cuenta cómo Cáritas diocesana “se está desviviendo con todas las parroquias” y “siempre nos piden a algún sacerdote que les acompañemos en los repartos de víveres”.
Gracias a esta situación, remarca, “estamos visitando más intensamente los caseríos y comunidades más pequeñas y apartadas, que suelen ser donde han hecho más daño las sectas”.
En este sentido, “me ha resultado muy curioso la alegría de muchos evangélicos al ver al sacerdote, y admirarse de cómo sigue siendo un padre para ellos. Algunos quieren que bendigas a sus hijos, enfermos y casas, piden agua bendita o te besan la mano con el tradicional saludo Ave María Purísima”.
Asimismo, la sociedad huancavelicana “está correspondiendo con un profundo agradecimiento a la labor caritativa que se está llevando a cabo, y a muchos les sirve de estímulo para ser más generosos. Cuando he salido para administrar alguna extremaunción o realizar alguna actividad urgente, alguna que otra persona llorando me ha parado para darme las gracias por el auxilio material y espiritual que está recibiendo por parte de la Iglesia”.
“Al virus le afecta el mal de altura”
En cuanto a los casos de coronavirus, el presbítero explica que “aquí en la sierra no hay muchos contagios en comparación con la costa, y parece que el virus es más inofensivo”.
“Un ínfimo porcentaje de los positivos –Deo gratias– requieren ser ingresados en las escasísimas camas de cuidados intensivos. Decimos en broma que al virus le afecta el soroche o mal de altura”, afirma.
Sin embargo, como en todos los sitios, “esta extraña restricción de la vida normal está provocando una cadena de problemas económicos, sociales y espirituales. El tiempo nos dirá si ha sido peor el remedio o la enfermedad. A los adultos les recuerda la oscura y reciente época del terrorismo marxista de Sendero Luminoso”.
Impacto en la comunidad católica
En relación al impacto de la emergencia sanitaria en la comunidad católica, el sacerdote español pone como ejemplo la situación de las Hijas de Santa María, que atienden el Seminario Menor, donde suelen estar internados unos doscientos adolescentes, y un comedor social del obispado: “Al no funcionar en estos momentos estas instituciones, ha disminuido su trabajo y medio de vida”.
Igualmente, se han visto afectadas las Hermanitas de los Ancianos Desamparados: “Por contar algo pintoresco, tienen una granja con cuyes (conejillo de indias), truchas y gran variedad de animales. Las únicas víctimas del asilo han sido los cochinos, ya que han tenido que ser sacrificados pues se alimentaban de los despojos del Seminario y otros centros que ahora están vacíos”.
Por otra parte, señala el hecho de que en Huancavelica “no ha empezado el curso académico y ahora empieza el invierno en el hemisferio sur. Puede que se pierda un año escolar y universitario, puesto que pocas familias tienen acceso a Internet. Tampoco sabemos qué hacer con las catequesis”.
Afrontar la crisis
Sobre la manera de afrontar esta crisis, el padre Diego recuerda que “en general y lo más importante es aprovechar estos momentos para que los hogares crezcan en la oración, y sepamos ofrecer al Señor las molestias y sufrimientos que directa o indirectamente estamos padeciendo”.
Con respecto a las necesidades en la diócesis, “nos va a hacer falta mucha ayuda económica de fuera para atender a los fieles en sus necesidades más primarias, así como para mantener las imprescindibles actividades apostólicas, el rico patrimonio cultural heredado del virreinato y no detener radicalmente la construcción de nuevos templos”.
“Es emocionante ver como comunidades andinas pobres se desviven por ofrecer a Dios una digna morada. Además, está más que demostrado como se diezman las sectas protestantes al erigir una devota Iglesia de estilo tradicional”, declara.
Mensaje del padre Diego
Finalmente, el padre Diego se dirige directamente a los lectores de zenit: “Los creyentes hispanos de ambos lados del atlántico tenemos unos vínculos sobrenaturales y culturales, bendecidos a lo largo de los siglos por el Señor, María Santísima y numerosos santos y personas de gran talla humana y cristiana. Juntos, con la gracia de Dios, podemos vencer tantos desafíos y conservar y acrecentar la gran obra que nuestros antepasados y culturas han donado a la Iglesia y a la humanidad”.
Aquellas personas o entidades que deseen colaborar con la diócesis de Huancavelica pueden escribir a este joven sacerdote al correo electrónico diegocanogarcia@gmail.com, quien, según el tipo de ayuda y finalidad, les orientará sobre cómo y a dónde debe dirigirse.