(zenit – 24 dic. 2020).- Monseñor Enrique Díaz Díaz comparte con los lectores de zenit su reflexión sobre los textos de la Misa de medianoche del 25 de diciembre de 2020, día de Navidad.
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25 de diciembre
Isaías 9, 1-3, 5-6 “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz”
Salmo 95: “Hoy nos ha nacido el Salvador”
Tito 2, 11-14: “La gracia de Dios se ha manifestado a todos los hombres”
Lucas 2, 1-14: “Hoy nos ha nacido el Salvador”
¡Feliz Navidad para todos Ustedes! Que la sonrisa de un niño que nos ama y se hace hombre por cada uno de nosotros llene nuestros vacíos, ilumine nuestras oscuridades y despierte nuestras esperanzas. ¡Feliz Navidad, con Cristo en nuestro corazón!
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció” (Is 9,1). Son las palabras que en el ambiente de recogimiento y alegría escuchamos en la noche de Navidad.
Es el grito de Isaías que, en medio de las dificultades de Israel, pregona la esperanza a un pueblo oprimido y amenazado, doblegado y al borde de la desesperación. Es también el anuncio lleno de fe y de esperanza que nosotros queremos enviar a todos los hombres y mujeres de nuestro pueblo que, a pesar de la oscuridad y de las sombras por las que caminamos, siguen sembrando ilusiones, llenando de luz, construyendo y reconstruyendo nuestras comunidades.
En medio de un mundo devastador, en medio de inseguridades e injusticias, por encima de todas las catástrofes, naturales o provocadas por el descuido humano, queremos alzar nuestra voz para anunciar que no todo está perdido. Queremos alentar la lucha sincera de quienes promueven la justicia y la paz. Queremos unir nuestras manos y nuestras fuerzas a quienes llevan luz y esperanza a nuestro mundo.
Los motivos que Isaías presenta para este gran gozo son: la conclusión de la opresión, que permite el gozo de la cosecha, y el fin de la guerra, que aleja el yugo opresor. ¡Cómo quisiéramos hoy poder decir que la corrupción, la discriminación, la pobreza, la miseria, la enfermedad y las guerras han concluido!
Nos gustaría afirmar que no hay más yugos opresores, y que tenemos la sana alegría de sabernos todos hermanos. Pero no; no han concluido, ni mucho menos, todas estas desgracias que sufre nuestro pueblo.
En cambio, podemos afirmar que hay hombres y mujeres que, llenos de esperanza, continúan luchando por un mundo nuevo, y que hoy se ven fortalecidos por las palabras del Señor, que a través de Isaías nos dice: “No temas, que yo estoy contigo; no te angusties, que yo soy tu Dios: te fortalezco y te auxilio y te sostengo con mi diestra victoriosa…
No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel; yo mismo te auxilio” (Is 41,10.14). Así nos sentimos: “gusanito… oruguita”, pero en manos del Señor.
“Porque un niño nos ha nacido” (Is 9,5). El Niño recién nacido es la máxima expresión de este sueño. Si ha terminado la opresión, si ha concluido la guerra, es porque ha nacido un Niño. Ha aparecido la luz Esta es la razón de nuestra alegría y el motivo para seguir luchando: “Un Niño nos ha nacido”.
Es Dios hecho hombre quien cambia nuestra oscuridad en luz. La mayor presencia de Dios es hacerse carne como nosotros. Al igual que los pastores, hoy nosotros nos vemos sorprendidos y “la gloria de Dios nos envuelve con su Luz”.
Y a la luz de este Niño, todo cambia. Las tinieblas no pueden vencer la luz. El egoísmo, la ambición, la corrupción, por grandes que sean, no lograrán vencer la luz. ¡Esta es la razón de nuestra esperanza!
Nuestros pobres esfuerzos están unidos a la debilidad y pequeñez del Niño que se acurruca en los brazos amorosos de María. Pero con este Niño, “Consejero admirable”, “Dios poderoso”, no tendremos miedo. Él hace nacer en nosotros la verdadera esperanza. Por eso hoy nos unimos a todos los hombres en la esperanza. ¡Ha nacido un Niño, que es nuestra esperanza!
Es hermoso ver cómo los más sencillos, dejando a un lado las frustraciones amargadas, se ponen a construir, y llevan luz y esperanza a todos sus hermanos. El gusanito y la oruguita están construyendo la Nueva Casa, donde todos seamos hermanos y donde todos podamos vivir dignamente.
Que unidos a este Niño “que nos ha nacido”, construyamos todos juntos el Reino de Dios. Que la luz de Cristo ilumine a todos los hombres y mujeres, y que su amor se extienda a toda la tierra.
¡Feliz Navidad!