Por: P. Antonio Rivero, L.C.
Ciclo B
Textos: Jr 23, 1-6; Ef 2, 13-18; Mc 6, 30-34
Idea principal: ¿Cómo debe ser el pastor?
Síntesis del mensaje: El domingo 4 de Pascua se nos presentaba Jesús como el Buen Pastor, con mayúscula. Hoy la liturgia nos presenta los buenos y los malos pastores. Aquellas personas puestas al cuidado de los demás, social o eclesiásticamente deben tener unas cualidades. De lo contrario, las personas a su cuidado se desorientan, como ovejas sin pastor, y pueden perderse.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, Jeremías denuncia fuertemente, por el bien de Dios, a los malos pastores y líderes religiosos de su pueblo (1ª lectura). A ellos no les interesa realmente el pueblo; más aún, dispersan el rebaño, los explotan y poco se preocupan de él. A veces es la gente la que se queja de los malos pastores. Esta vez es Dios mismo quien se queja de ellos. Pero los profetas nunca denunciaron sin la esperanza de un anuncio. El anuncio de Jeremías es la venida del Buen Pastor, lleno de justicia y compasión por su gente. ¿Quién fue ese Buen Pastor, sino Jesús?
En segundo lugar, no es fácil apacentar, guiar, cuidar y defender nuestras ovejas. Unas están enfermas y cansadas. Otras son rebeldes y ariscas. También hay ovejas que se han tragado el veneno que los falsos pastores les ofrecieron y están casi muertas: el veneno de la teología de la prosperidad, el veneno del consumismo, el veneno del liberalismo sin freno, el veneno de tantas ideologías que están ahogándonos, el veneno de tantos paraísos psicodélicos, el veneno de la corrupción. No sólo las ovejas pueden estar en situación de riesgo; también los mismos pastores: están cansados, dejaron de rezar o rezan poco, tienen también el peligro de escuchar otros silbidos sibilinos y engañosos. ¿Qué hacer? Lo que hizo Jesús y que se nos narra en el evangelio de hoy. Para con las ovejas: ver, sentir compasión y ponerse a predicar y a enseñar. Ver cómo está cada oveja. Sentir un infinito amor por ellas. Curarlas. Alimentarlas con el pan de la Palabra. Y para los pastores Cristo recomienda descanso, es decir, retiro espiritual para rezar y reponer fuerzas.
Finalmente, es bueno hoy preguntarnos cómo estamos viviendo nuestra vocación de “pastor”, pues todos tenemos esta misión en cierto sentido. Pastores son los padres de familia para con sus hijos; ¿qué alimentos les dan: cariño, diálogo, consejo, ejemplo? Pastores, como nos recuerda el Antiguo Testamento, también son los gobernantes, que gobernaban al pueblo en representación de Dios… pero, ¿tienen conciencia de esto algunos de nuestros gobernantes que esquilman las ovejas, las explotan y humillan, buscando sólo el lucro? Pastores son también los maestros y profesores con sus alumnos y discípulos; ¿a qué pastos les conducen: a la verdad científica, filosófica y teológica? Pastores son también los responsables de los diversos movimientos eclesiales para con sus hermanos; ¿a dónde los quieren dirigir: a su propio “ghetto” cerrado y fanático o un discernimiento profético de las necesidades más urgentes de la Iglesia? Pastores son los sacerdotes al servicio de sus parroquias; ¿cómo tratamos las ovejas que son de Cristo y que Él nos encomendó: paternalismo o paternidad, autoritarismo o autoridad, respetando los talentos y ayudándolos a ponerlos al servicio de la parroquia? Pastores son los obispos en sus diócesis. Pastor es el Papa al servicio de la Iglesia universal. A todos el Papa Francisco nos pide cuidarnos de “la cultura y la globalización de la indiferencia”, que no ve las necesidades de tantas ovejas que están perdiéndose y desorientadas y heridas y con hambre. Y a los pastores de la Iglesia –obispos y sacerdotes- nos pide huir del carrerismo y el afán de lucro en el servicio que prestamos a nuestra gente, como pastores.
Para reflexionar: ¿Hoy Cristo me tendría que reprender o felicitar sobre mi misión de pastoreo? ¿Siento compasión al ver tantas ovejas sin pastor? ¿Qué hago por esas ovejas?
Para rezar: nos servirá el salmo 23:
El Señor es mi pastor, nada me falta.
En prados de hierba fresca me hace reposar,
me conduce junto a fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas.
Me guía por el camino justo,
haciendo honor a su Nombre.
Aunque pase por un valle tenebroso,
ningún mal temeré,
porque Tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
Me preparas un banquete
en frente de mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y mi copa rebosa.
Tu amor y tu bondad me acompañan
todos los días de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org