Entrega de las insignias de Caballero y Dama de Gran Cruz de la Orden Piana al Sr. Philip Pullella y a la Sra. Valentina Alazraki. Foto: Vatican.va

Los cuatro consejos del Papa para periodistas (que aplican a todos los que leen noticias)

Un discurso dirigido a vaticanistas se convierte ahora en una joya de reflexión pontificia acerca del periodismo.

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(ZENIT Noticias / Roma, 15.11.2021).- Un discurso dirigido a vaticanistas se convierte ahora en una joya de reflexión pontificia acerca del periodismo. Eso es lo que deja Papa Francisco después de haberse dirigido a los periodistas que cubren el Vaticano en el contexto de los reconocimientos otorgados el pasado sábado 13 de noviembre a Valentina Alazraki, de Televisa (México), y a Philip Pullella, de la agencia Reuters (Reino Unido), decanos del colectivo periodístico que con el paso del tiempo pasó a denominarse “vaticanistas”.

Planteando el periodismo como una misión, concretamente la misión “de explicar el mundo, de hacerlo menos oscuro, de hacer que quien lo habita tenga menos miedo y mire a los otros con mayor conciencia y confianza”, el Papa planteó tres verbos que invitó a custodiar y cultivar por estar al origen de quien elige la misión de periodistas. A continuación, la traducción de esas tres partes que, como dice el Papa, también valen para toda la Iglesia. Obviamente para todo periodista católico y también para quien lee informaciones religiosas. La traducción del original es de ZENIT.

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1) Escuchar

Escuchar es un verbo que os concierne a vosotros como periodistas, pero que nos concierne a todos como Iglesia, en todo momento y especialmente ahora que ha comenzado el proceso sinodal. Para un periodista, escuchar significa tener la paciencia de encontrarse cara a cara con las personas a entrevistar, con los protagonistas de las historias que se cuentan, las fuentes de las que recibir las noticias. Escuchar siempre va de la mano de ver, de estar allí: ciertos matices, sensaciones, descripciones bien hechas sólo pueden transmitirse a los lectores, oyentes y espectadores si el periodista ha escuchado y visto por sí mismo. Esto significa escapar -¡y sé lo difícil que es esto en su trabajo!- escapar de la tiranía de estar siempre en línea, en las redes sociales, en la web. El buen periodismo de escuchar y ver necesita tiempo. No todo puede contarse a través del correo electrónico, el teléfono o una pantalla. Como recordé en el Mensaje de la Jornada de la Comunicación de este año, necesitamos periodistas dispuestos a «gastar la suela de los zapatos», a salir de las redacciones, a recorrer las ciudades, a conocer a la gente, a comprobar las situaciones que vivimos en nuestro tiempo. Escuchar es la primera palabra que me vino a la mente.

2) Profundizar

Profundizar (…) es una consecuencia de escuchar y ver. Cada noticia, cada hecho del que hablamos, cada realidad que describimos debe ser investigada. En una época en la que hay millones de informaciones disponibles en la red y en la que muchas personas se informan y forman sus opiniones en las redes sociales, donde desgraciadamente a veces se impone la lógica de la simplificación y la oposición, la contribución más importante que puede hacer el buen periodismo es la del análisis en profundidad. De hecho, ¿qué más puedes ofrecer a quienes te leen o escuchan que lo que ya encuentran en la web? Puedes ofrecer el contexto, los precedentes, las claves de interpretación que ayudan a situar el hecho que ha ocurrido. Usted sabe muy bien que, incluso cuando se trata de información sobre la Santa Sede, no todo lo que se dice es siempre «nuevo» o «revolucionario». Traté de documentar esto en mi reciente discurso a los movimientos populares, cuando indiqué las referencias a la Doctrina Social de la Iglesia en las que se basaban mis llamamientos. La Tradición y el Magisterio continúan y se desarrollan afrontando las exigencias siempre nuevas de los tiempos en que vivimos e iluminándolas con el Evangelio.

3) Narrar

No tengo que explicároslo a vosotros, que os habéis hecho periodistas precisamente porque tenéis curiosidad por la realidad y os apasiona contarla. Contar historias significa no ponerse en primer plano, ni erigirse en jueces, sino dejarse impactar y a veces herir por las historias que encontramos, para poder contarlas con humildad a nuestros lectores. La realidad es un gran antídoto para muchas «enfermedades». La realidad, lo que ocurre, la vida y los testimonios de las personas, es lo que merece ser contado. (…) Hoy en día, estamos muy necesitados de periodistas y comunicadores apasionados por la realidad, capaces de encontrar los tesoros que a menudo se esconden en los pliegues de nuestra sociedad y de contarlos, permitiéndonos impresionarnos, aprender, ampliar nuestras mentes, captar aspectos que antes desconocíamos. Le agradezco su esfuerzo por contar la historia. La diversidad de enfoques, de estilo, de puntos de vista ligados a diferentes culturas o afiliaciones religiosas es también una riqueza de información. También te doy las gracias por lo que nos cuentas sobre lo que va mal en la Iglesia, por lo mucho que nos ayudas a no esconderlo bajo la alfombra y por la voz que has dado a las víctimas de los abusos, gracias por ello.

4) La Iglesia para el periodismo

Y, por favor, recuerden también que la Iglesia no es una organización política que tiene izquierdas y derechas dentro, como ocurre en los Parlamentos. A veces, por desgracia, se reduce a esto en nuestras consideraciones, con algunas raíces en la realidad. Pero no, esto no es la Iglesia. No es una gran empresa multinacional dirigida por directivos que estudian en la mesa cómo vender mejor su producto. La Iglesia no se construye a sí misma sobre la base de su propio proyecto, no saca de sí misma la fuerza para seguir adelante, no vive de estrategias de marketing. Cada vez que cae en esta tentación mundana -y ha caído muchas veces-, la Iglesia, sin darse cuenta, cree tener una luz propia y olvida que es el «mysterium lunae» del que hablaban los Padres de los primeros siglos -es decir, la Iglesia sólo es auténtica a la luz de Otro, como la luna-, y así su acción pierde vigor y no sirve para nada. La Iglesia, compuesta por hombres y mujeres que son pecadores como todos los demás, ha nacido y existe para reflejar la luz de Otro, la luz de Jesús, como la luna lo hace con el sol. La Iglesia existe para llevar la palabra de Jesús al mundo y hacer posible hoy el encuentro con Jesús vivo, haciéndose vehículo de su abrazo de misericordia ofrecido a todos.

N.b.: traducción del original en italiano realizada por el P. Jorge Enrique Mújica, LC

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Redacción Zenit

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