(ZENIT Noticias / Perugia, 22.03.2022).- El Convento de Santa Catalina de Alejandría en Perugia, Italia, data del 1500. Y pronto cerrará. Luego de una visita apostólica que ha encontrado en orden el convento, tanto litúrgica como económica y espiritualmente, el lugar será cerrado. La razón la da la misma abadesa en declaraciones recogidas por un medio italiano.
La madre Caterina, abadesa del convento, hace notar que tras la visita apostólica que recibieron en febrero de 2022 están a la espera de lo que les diga la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada. No tiene claro, sin embargo, quién solicitó la visita. Ella solo se enteró de que la tendrían porque el arzobispo de Perugia, el cardenal Bassetti, se lo comunicó: “Fui a verle para que firmara un documento, pero me dijo que no podía firmarlo porque había una visita apostólica en curso”. Y cuando la monja le pregunta “¿Qué hemos hecho?», el cardenal le contestó que “no lo sabía, que sólo le habían informado”.
La visita apostólica la realizó la Madre Cristiana Ianni, de las Clarisas de Orvieto. Y ahora sólo saben que el convento cerrara. “El decreto dice que hubo una conducta inadecuada de mi parte”, dice la abadesa. Ella asegura que no lo entiende, pues “incluso la visitadora dijo que no encontró nada en términos de liturgia, formación o incluso economía. Nada en absoluto, ni siquiera sobre el funcionamiento del monasterio”. Pero sí le dijeron algo: “La única razón que me dijeron fue que las monjas no querían ser vacunadas”. Se lo dijo la misma visitadora.
En el actual convento de santa Catalina hay cinco monjas ya piensan en qué hacer. Las monjas sólo tiene como propiedad el monasterio, “adquirido de 1860 a 1940 en tres tramos con el sudor de las monjas. Tenemos un negocio de encuadernación que continúa hasta hoy”. Y cuando le preguntan a la abadesa qué compartamiento inapropiado tenía ella dice: “No se me ha explicado claramente: ¿debería haber obligado a las monjas a vacunarse?”. Ella subraya que no se ha vacunado, y agrega: “soy una mujer de ciencia, antes de tomar mis votos estaba en el campo de la investigación científica (…) Nunca podría obligar a la gente a hacer algo que no quiere hacer. Eso sería un delito”.
La abadesa confirma que apoyó la libre decisión de cada uno de los miembros de la comunidad para no vacunarse: “En mayo, cuando se planteó la cuestión de la vacunación, enseguida dijeron que no, así que decidimos tomarnos nuestro tiempo. En octubre volvió a surgir el problema. El médico del monasterio me volvió a preguntar y de nuevo dije que no”.
No son todas mayores en el monasterio y asegura que nadie se ha enfermado en el convento en dos años. Pero les queda la incerteza del futuro: “Hemos pedido ir a Alejandría, a las hermanitas de la Divina Providencia”.
“He pedido a la gente que rece para que siga siendo un lugar de oración, incluso sin nosotros. Puedo pasar, pero es importante que el convento permanezca”, finaliza.