Por: Bernardo Luca
(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 09.05.2022).- Por la mañana del lunes 9 de mayo el Papa recibió en audiencia a profesores y estudiantes de la Universidad de Macerata, Italia, institución de estudios superiores que se remonta al año 1200. Al inicio el Papa devolvió el saludo al rector de la universidad y dijo que le había llamado la atención que el rector presentase la universidad “con una perspectiva muy amplia: la amistad entre Oriente y Occidente; el encuentro entre diferentes culturas; el drama de la guerra; el fenómeno de la migración -¡una interesante cita de Séneca! -y la paz… ¡Pero esto, de hecho, es lo que la universidad pretende! La universidad es -o al menos debería ser- el lugar donde la mente se abre a los horizontes del conocimiento, a los horizontes de la vida, del mundo, de la historia”.
Ofrecemos las 5 ideas principales que el Papa desarrolló en su discurso. Los encabezados en negrita son añadidos de ZENIT.
***
1ª La universidad: el mundo donde confluyen dos universos
Y este horizonte, por así decirlo, se duplica si pensamos que cada persona, por tanto cada estudiante que cruza el umbral de la universidad y asiste a ella durante unos años, cada uno de ellos es, en sí mismo, un universo. En la universidad, por tanto, confluyen dos universos: el mundo, el mundo del conocimiento, y el mundo del hombre; no del hombre en general, que no existe, sino de esa persona, de ese joven, de esa joven, con su historia y su personalidad, sus sueños y sus cualidades intelectuales, morales, espirituales… y sus limitaciones. Cada persona es un universo, que sólo Dios conoce plenamente, con un respeto sin igual.
2ª El reto de la universidad: unir el horizonte personal y el del mundo para que dialoguen y surja crecimiento
Este es, diría yo, el reto de la universidad: reunir estos dos horizontes, el mundo y el personal, para que dialoguen, y de este diálogo surja el crecimiento de la humanidad. Sobre todo, es el crecimiento del propio alumno, que se forma, madura en conocimiento y libertad, en capacidad de pensar y actuar, de participar crítica y creativamente en la vida social y civil, con su propia competencia cultural y profesional.
3ª La idea de universidad que nos dejó la Ilustración y una nueva idea de universidad
Me vienen a la memoria las reflexiones de San John Henry Newman sobre la universidad, donde escribe que en el ambiente universitario el joven «se forma un hábito mental para toda la vida, cuyos atributos son la libertad, la equidad, la calma, la moderación y la sabiduría», y añade: «Yo señalaría esto como el fruto específico de la educación que proporciona la universidad, cuando se compara con otros lugares o modos de enseñanza, y éste es el principal objetivo de una universidad en su cuidado de sus estudiantes» (La idea de la universidad, 1873, V, 1). Esta idea de universidad no tiene nada que ver con la que nos dejó la Ilustración, llenar la cabeza de cosas. Ahí tiene que intervenir toda la persona, sus afectos y su forma de sentir, no sólo su forma de pensar, y también su forma de actuar. Se puede encontrar una armonía humana, no pensando en la universidad como una fábrica de macrocéfalos que no saben qué hacer con sus manos o sus corazones. Esta idea humana de la universidad es importante.
4ª El crecimiento personal impacta positivamente la sociedad
Este crecimiento humano de las personas sólo puede tener un impacto positivo en la sociedad. Por lo tanto, invertir en formación, en la escuela, en la universidad es la mejor inversión para el futuro de un país. Lo sabemos, lo oímos repetir a menudo, pero no siempre tomamos decisiones coherentes.
5ª Universidad y cultura del encuentro
Otro aspecto que me gustaría destacar, y que también fue tocado por el Rector: el del encuentro entre diferentes culturas. Somos conscientes de que esto no es automático. No basta con reunir a profesores y estudiantes de distintos orígenes. Tenemos que desarrollar una cultura del encuentro. Y la universidad es sin duda un lugar privilegiado para hacerlo.
Macerata fue la cuna de un gran «campeón» de esta cultura, el padre Matteo Ricci. Fue grande no sólo por las cosas que hizo y escribió, sino que es grande porque fue un hombre de encuentros, un hombre de la cultura del encuentro, un hombre que fue más allá de ser un extranjero; se convirtió en un ciudadano del mundo porque era un «ciudadano de la gente». Esta es la cultura del encuentro. Y ciertamente la universidad es un lugar privilegiado para este encuentro. Macerata fue la cuna de este gran campeón: os felicito porque no sólo conserváis su memoria y promovéis los estudios sobre él, sino que intentáis actualizar su ejemplo de diálogo intercultural. ¡Cuánta necesidad hay hoy en día, a todos los niveles, de seguir decididamente este camino, el del diálogo! ¡Cuánto están acostumbrados los poderes del mundo al camino de la exclusión, a la cultura del rechazo! No, es necesario el diálogo, el camino del diálogo. «¿Pero perder el tiempo con el diálogo?». Sí, perder el tiempo porque esto luego da frutos de una manera más grande y más hermosa.