Defender la vida a toda costa. Foto: Evelyn Hockstein; REUTERS

Nuestra tarea en los Estados Unidos post Roe (por el arzobispo de San Francisco, California)

Nuestro objetivo no es crear una cultura donde el aborto sea ilegal, sino donde sea impensable.

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Por: Mons. Salvatore Cordileone

(ZENIT Noticias / San Francisco, California, 07.07.2022).- En 1974, el juez Harry Blackmun, autor de la sentencia Roe contra Wade, dijo en una entrevista televisiva que Roe «será considerado uno de los peores errores de la historia del tribunal o una de sus grandes decisiones».

Eso fue premonitorio. El viernes [24 de junio, ndt], el Tribunal Supremo revirtió el que quizá sea su mayor error. Con el caso Roe vs. Wade se importó a nuestra historia constitucional el derecho a matar vidas inocentes. Cuando se trata de decisiones del Tribunal Supremo que muestran una abominable falta de respeto por la igualdad de dignidad de todo ser humano, sólo Dred Scott contra Sandford compite con Roe por ser la más atroz.

Después de medio siglo, este momento que tantos de nosotros esperábamos con devoción, por el que trabajamos y por el que rezamos, ha llegado. Empecé a rezar frente a los centros de aborto cuando me ordené sacerdote en 1982. Mi primera parroquia estaba cerca de una de estas fábricas de la muerte, así que yo también he hecho este trabajo durante unas cuantas décadas.

No seríamos humanos si no nos tomáramos un momento para honrar a los héroes provida que trabajaron durante tantos años para que esto sucediera.

El cardenal John O’Connor reunió a los fieles y reprendió a los políticos. El padre Richard John Neuhaus ayudó a forjar una coalición intelectual que superó las diferencias religiosas. El Dr. Bernard Nathanson fue uno de los muchos conversos a la causa provida. Ateo en algún momento, realizó personalmente 5.000 abortos antes de volverse en contra de la matanza. Su película “Un grito silencioso” humanizó al niño no nacido en el vientre materno y obligó a los defensores del aborto a reconocer que éste es un acto violento. Recuerdo con gratitud a muchas feministas provida, mujeres que dieron un paso al frente para decir que el aborto no es bueno para las mujeres ni una forma de avanzar en la igualdad de la mujer.

Una de ellas fue la Dra. Mildred Jefferson, precursora de las actuales líderes provida como Marjorie Dannenfelser, Kristan Hawkins y la propia Lila Rose del área de la Bahía. La Dra. Jefferson fue la primera médico negra de Harvard y una renombrada profesora de cirugía en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston. En 1970, cuando la Asociación Médica Americana abandonó el juramento hipocrático para anunciar que el aborto era ético en los casos en que era legal, la Dra. Jefferson se convirtió en una figura nacional destacada que hablaba en contra del asesinato de niños en el vientre de su madre. Después de aparecer en la serie de televisión pública de 1972 «The Advocates», la Dra. Jefferson recibió una carta de un político californiano en ascenso. «Ojalá hubiera podido escuchar sus opiniones antes de que se aprobara nuestra legislación», escribió Ronald Reagan. «Usted dejó irrefutablemente claro que un aborto es la toma de una vida humana. Le estoy agradecido».

Durante cincuenta años, los defensores de la vida han hecho el duro trabajo de mantener viva la conciencia de la nación. Protestamos, rezamos frente a las clínicas, sostuvimos centros de embarazos en crisis para ayudar a las mujeres a elegir la vida, realizamos retiros de sanación para mujeres y hombres que sufren las secuelas del aborto, fundamos revistas como la Human Life Review para exponer el caso intelectual. Muchos trabajaron en el ámbito jurídico para defender los principios de la revocación del caso Roe contra Wade. Otros se esforzaron por formar y seleccionar jueces que respetaran y no pervirtieran nuestro compromiso nacional con el derecho inalienable a la vida. Los llamados a la política trabajaron para elegir a presidentes y senadores que confirmaran a esos jueces en el Tribunal Supremo.

Juntos, perseveramos. Y hoy es difícil no sentir que hemos triunfado.

Pero, en realidad, el derrocamiento de Roe no es el triunfo final, sino el comienzo de un camino nuevo y más difícil. Nuestro objetivo no es crear una cultura donde el aborto sea ilegal, sino donde sea impensable. Para ello, es necesario sacrificar el amor por la madre y el niño.

Habrá protestas, amenazas y tumultos. Os pido que no os echéis atrás, sino que redobléis vuestro compromiso. Sobre todo, os pido que recéis, porque sin Dios no podemos hacer nada.

Y luego, pongan manos a la obra: llama a un centro de embarazo local y comprométete a hacer una donación mensual. Apoya a los líderes políticos que no sólo restringen el aborto, sino que proporcionan nuevos recursos para las madres en crisis. Hazte voluntario para acompañar a las madres solteras no sólo durante el embarazo, sino también después. Ayuna un día a la semana y dona el dinero que ahorres a Caridades Católicas u otras organizaciones que atiendan a las madres necesitadas. Y los hombres, respondan a la llamada de ser un padre para los huérfanos.

El viernes [24 de junio], el Tribunal Supremo revocó medio siglo de discriminación contra los más débiles y vulnerables entre nosotros. Ahora somos libres, por fin, de trabajar por una cultura de la vida y del amor para todos los seres humanos. Empecemos hoy.

Artículo originalmente publicado en Firts Things y traducido del inglés al castellano por el P. Jorge Enrique Mújica, LC, director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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