(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 03.08.2022).- Durante los primeros días del mes de agosto de 2022, concretamente durante los 6 primeros, se está realizando en Medjugorje el Festival de la Juventud que cada año se realiza en esa localidad de Bosnia Herzegovina y que ha llegado a congregar hasta a 100 mil jóvenes de todas partes del mundo.
Durante la pandemia se suspendió pero este 2022 se vuelve a recuperar. Las autoridades locales refieren que hasta 50 mil jóvenes se encuentran en esa ciudad asociada a supuestas apariciones marianas. Conociendo la relevancia de un festival católico de este tipo, el Papa escribió un mensaje a los participantes. Lo reproducimos a continuación con destacados en negrita puestos por ZENIT.
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Mensaje del Papa a los participantes en el Festival de la Juventud de Medjugorje 2022
En aquel tiempo, como nos dice el evangelista Mateo, Jesús, dirigiéndose a todos, dijo: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mt 11,28-30). Igual que en aquel tiempo, así también hoy, Jesús os habla a todos vosotros, queridos jóvenes, y a través del lema del Festival de este año, inspirado por el Evangelio recién mencionado, os dirige su invitación: «Aprended de mí y encontraréis la paz».
El Señor dirige estas palabras no sólo a los apóstoles o a algunos de sus amigos, sino a todos los que están cansados y agobiados. Él sabe lo difícil que puede ser la vida y que hay una multitud de cosas que nos oprimen el corazón: las muchas decepciones, heridas del pasado, las cargas que llevamos, las injusticias que soportamos, y las numerosas incertidumbres y preocupaciones. Frente a todo esto está Jesús, quien nos llama: «Venid a mí y aprended de mí». Esta llamada requiere ponerse en marcha y confiar, y no nos permite quedarnos en el mismo lugar, tiesos y asustados ante los desafíos de la vida. Suena fácil, pero en los momentos oscuros simplemente nos encerramos en nosotros mismos. Y es precisamente de esta soledad, de donde Jesús quiere sacarnos, y por eso nos dice: «Ven».
La salida está en la relación con el Señor, mirando a Aquel que nos ama verdaderamente. Pero, no solo basta con salir de uno mismo, sino que es necesario saber en qué dirección ir, dado que hay tantas ofertas seductoras que prometen un futuro mejor, sin embargo, nos dejan una y otra vez en la soledad. Por esta razón, el Señor nos dice hacia dónde ir: «Venid a mí».
Queridos amigos, id a Él con un corazón abierto, tomad Su yugo y aprended de Él. Id al Maestro a fin de que podáis convertiros en Sus discípulos y herederos de Su paz. Cargad con Su yugo con el que descubriréis la voluntad de Dios y os convertiréis en participes del misterio de su cruz y su resurrección. El «yugo» del que habla Cristo es la ley del amor, es el mandamiento que dejó a sus discípulos: amaos los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15,12). Porque el verdadero remedio para las heridas del hombre es una vida basada en el amor fraterno, que encuentra su fuente en el amor de Dios.
Caminando junto con Él y siguiéndole a Él, aprenderéis de Él. Él es el Señor que no impone a los demás una carga que él mismo no lleve. Se dirige a los humildes, pequeños y pobres porque él mismo se ha hecho pobre y humilde. Si realmente queremos aprender, es necesario humillarnos y reconocer nuestra propia ignorancia y soberbia, aquellos momentos en los que pensamos que podemos lograrlo todo nosotros mismos y con nuestras propias fuerzas, y sobre todo tener el oído abierto para las palabras del Maestro. De esta manera vamos conociendo su corazón, su amor, su forma de pensar, ver y actuar. Pero, estar cerca del Señor e imitarle a Él requiere coraje.
Queridísimos, no tengáis miedo, id a Él con todo lo que lleváis en el corazón. Él es el único Señor que nos conforta y nos ofrece la verdadera paz. Seguid el ejemplo de María, Su Madre y nuestra Madre, que os llevará a Él. Confiaos a ella, que es la Estrella del Mar, el signo de esperanza en el mar revuelto, que nos conduce al puerto de paz. Ella, que conoce su Hijo, os ayudará a imitarlo en vuestra relación con Dios Padre, en compasión por nuestros prójimos y en la conciencia a lo que estamos llamados: a ser hijos de Dios. En este momento, en pleno verano, el Señor os invita a ir de vacaciones con Él, al lugar más especial que hay, y este es tu propio corazón.
Queridos jóvenes, mientras descansáis en Jesucristo estos días, os encomiendo a todos a la Bienaventurada Virgen María, nuestra Madre celestial, para que por su intercesión y ejemplo podáis tomar sobre vosotros la dulce y fácil carga de la imitación de Cristo. Que os acompañe la mirada de Dios Padre que os ama, para que en el encuentro con los demás seáis testigos de la paz, que a su vez recibiréis como don. Oro por esta intención y os bendigo, y también me encomiendo en vuestras oraciones.