7 ideas del Papa sobre la secularidad en discurso a Conferencia de Institutos seculares

El discurso giró en torno a la singularidad de la vocación secular para una mayor incisividad del carisma en los tiempos modernos.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.08.2022).- En ocasión de un encuentro promovido por la Conferencia Mundial de Institutos Seculares, el Papa recibió en audiencia a los participantes la mañana del jueves 25 de agosto.

La CMIS (Conferencia Mundial de Institutos Seculares) fue fundada en 1972 y recibió la aprobación de la Santa Sede en 1974. La CMIS tiene la finalidad de organizar la colaboración entre los Institutos Seculares, de modo que éstos “sean más eficazmente en el mundo un fermento para consolidar y desarrollar el Cuerpo de Cristo” que es la Iglesia (Perfectae Caritatis, 11). Con ello, la CMIS ayuda a cada Instituto a realizar mejor su propio fin.

Ofrecemos a continuación el discurso del Papa traducido al castellano, con encabezados y negrita agregados por ZENIT:

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Queridos hermanos y hermanas

La singularidad de la vocación secular para una mayor incisividad del carisma en los tiempos modernos

Me complace darles la bienvenida a la Asamblea General de la Conferencia Mundial de Institutos Seculares (CMSI). Les saludo con afecto y agradezco a la Presidenta sus palabras. Quisiera ofreceros algunas reflexiones que os ayuden a considerar la singularidad de la vocación que se os ha dado, para que vuestro carisma sea más incisivo en los tiempos que vivimos.

1) Secularidad: el estilo de la cercanía

El término secularidad, que no es totalmente equivalente a laicismo, es el corazón de vuestra vocación que manifiesta la secularidad de la Iglesia, el Pueblo de Dios, en camino entre los pueblos y con los pueblos. Es la Iglesia en salida, no distante, no separada del mundo, sino inmersa en el mundo y en la historia para ser su sal y su luz, semilla de unidad, esperanza y salvación. Su misión particular les lleva a estar en medio de la gente, a conocer y comprender lo que pasa en el corazón de los hombres y mujeres de hoy, a alegrarse juntos y a sufrir juntos, con el estilo de la cercanía, que es el estilo de Dios: la cercanía.

Este es también el estilo de Dios, que mostró su cercanía y amor a la humanidad naciendo de una mujer. Es el misterio de la Encarnación, el origen de esa relación que nos hermana con toda criatura, y que continuamente pide ser contemplada, para discernir y promover esa bondad que Dios ha pronunciado sobre las distintas realidades y que ni siquiera el pecado, aunque la empañe, ha podido destruir del todo.

2) Combinar contemplación con participación

El carisma que habéis recibido os compromete, individualmente y como comunidad, a combinar la contemplación con esa participación que os permite compartir las angustias y expectativas de la humanidad, captando sus interrogantes para iluminarlos con la luz del Evangelio. Estáis llamados a experimentar toda la precariedad de lo provisional y toda la belleza de lo absoluto en la vida ordinaria, en las calles por las que camina la gente, donde el cansancio y el dolor son mayores, donde se ignoran los derechos, donde la guerra divide a los pueblos, donde se niega la dignidad. Es ahí, como nos mostró Jesús, donde Dios sigue dándonos el don de su salvación. Y tú estás ahí, estás llamado a estar ahí, a ser testigo de la bondad y la ternura de Dios con gestos cotidianos de amor.

3) ¿Dónde encontrar la fuerza para el servicio?

Pero, ¿dónde encontrar la fuerza para ponerse generosamente al servicio de los demás? ¿Dónde se puede encontrar el valor para tomar incluso decisiones audaces que nos lleven a ser testigos? Esta fuerza y este coraje los encuentras en la oración y en la contemplación silenciosa de Cristo. El encuentro con Jesús en la oración llena tu corazón de su paz y su amor, que puedes dar a los demás. La búsqueda asidua de Dios, la familiaridad con la Sagrada Escritura y la participación en los sacramentos son la clave de la fecundidad de su trabajo.

4) Una vocación fronteriza

La suya es una vocación fronteriza, a veces guardada en la discreción de la reserva. En varias ocasiones han comentado que no siempre son conocidos y reconocidos por los pastores y esta falta de estima quizás les ha llevado a retraerse, a rehuir el diálogo, y esto no es bueno. Sin embargo, la suya es una vocación que abre caminos, caminos de frontera, para no quedarse quieto. Pienso en los contextos eclesiales bloqueados por el clericalismo -que es una perversión-, en los que vuestra vocación habla de la belleza de una bendita secularidad abriendo la Iglesia a la cercanía con cada hombre y mujer. Pienso en las sociedades en las que se niegan los derechos de las mujeres y en las que ustedes, como ocurrió también en Italia con la beata Armida Barelli, tienen la fuerza de cambiar las cosas promoviendo su dignidad. Pienso en esos lugares, que son muchos, en la política, en la sociedad, en la cultura, donde se renuncia a pensar, se conforma a la corriente dominante o a la propia conveniencia, mientras se está llamado a recordar que el destino de cada hombre está ligado al de los demás. No hay un destino solitario.

5) Mostrar el rostro de la Iglesia que necesita redescubrirse

Queridos amigos, no os canséis de mostrar el rostro de una Iglesia que necesita redescubrirse a sí misma en un viaje con todos, para acoger al mundo con todas sus luchas y bellezas. La Iglesia no es un taller para calmarse y descansar. La Iglesia es una misión. Sólo juntos podemos caminar como pueblo de Dios, como buscadores de sentido con todos los hombres y mujeres de este tiempo, custodios de la alegría de una misericordia hecha carne en nuestras vidas. Este viaje requiere desatar costumbres que ya no hablan a nadie, romper esquemas que frenan la proclamación, sugerir palabras encarnadas, capaces de llegar a la vida de las personas porque se nutren de sus vidas y no de ideas abstractas. Nadie da testimonio con ideas abstractas. No. O evangelizas con tu vida, y eso es testimonio, o eres incapaz de evangelizar.

 

6) Hacer presente la laicidad de la Iglesia con mansedumbre y sin pretensiones

Os animo a hacer presente la laicidad en la Iglesia con mansedumbre, sin pretensiones pero con determinación y con esa autoridad que da el servicio. Que el vuestro sea el servicio de la semilla, el servicio de la levadura, el servicio oculto y, al mismo tiempo, evidente que sabe morir dentro de los acontecimientos -incluso eclesiales- para que cambien desde dentro y den frutos de bien. Escuchad dócilmente al Espíritu Santo para comprender cómo hacer que vuestro trabajo sea cada vez más eficaz, también recorriendo nuevos caminos que hagan visible la riqueza de la que sois portadores.

7) Que los pastores se impliquen

En este sentido, es fundamental que los Pastores de la Iglesia estén a su lado para escucharles e implicarse en ese discernimiento de los signos de los tiempos que marca el ritmo de la misión. Por mi parte, renuevo mi cercanía a vosotros y mi aprecio por la contribución y el aliento del mundo que aportáis a la Iglesia, con toda la pasión que os habita. No os canséis de llevar al mundo el anuncio de la vida nueva, de la fraternidad universal y de la paz duradera, espléndidos dones del Señor resucitado.

Invoco sobre ustedes y sobre sus actividades la protección maternal de la Virgen María y, al tiempo que les doy mi bendición, les pido que recen por mí. ¡Háganlo de corazón! Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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