(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 29.09.2022).- En el contexto del Día Internacional de Conciencia sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, el Papa envió un mensaje a Qu Dongyu, presidente de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación, que tiene su sede en Roma.
En su misiva, el Papa califica el tirar los alimentos de práctica vergonzosa y preocupante:
«Cuando la comida no se aprovecha debidamente, sea porque se pierda o porque se despilfarre, estamos a merced de la «cultura del descarte», que se traduce en una manifestación de desinterés por lo que tiene un valor fundamental o de apego a lo que adolece de importancia. Sabiendo que multitudes de seres humanos no pueden acceder a una alimentación adecuada o a los medios para procurársela —siendo este un derecho básico y prioritario de toda persona—, ver tirados los alimentos en la basura o deteriorados por ausencia de los recursos necesarios para hacerlos llegar a sus destinatarios es realmente vergonzoso y preocupante».
A continuación deplora el desperdicio de los mismos en los siguientes términos:
«Tanto la pérdida como el desperdicio de alimentos son hechos verdaderamente deplorables porque dividen a la humanidad entre los que tienen demasiado y los que carecen de lo esencial, porque aumentan las desigualdades, generan injusticias y niegan a los pobres lo que necesitan para vivir dignamente».
Papa Francisco también menciona que «El clamor de los hambrientos, privados de una forma u otra del pan cotidiano, debe resonar en los centros donde se toman las decisiones. Y no puede quedar silenciado o sofocado por otros intereses». Recuerda los últimos datos del Informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en el Mundo (SOFI 2022) que revelan que el año pasado el número de personas que padecen hambre en el planeta aumentó significativamente debido a las múltiples crisis que afronta la humanidad: «Así que, déjenme repetirlo, es necesario «recoger para redistribuir, no producir para dispersar» (Discurso a los miembros de la Federación Europea de Bancos de Alimentos, 18 mayo 2019). Ya lo he dicho en el pasado, y no me cansaré de insistir, ¡desechar comida es desechar personas!».
Francisco hizo también un llamamiento y recordó un mensaje de san Juan Pablo II: «Toda la comunidad internacional debe movilizarse para poner fin a la lamentable “paradoja de la abundancia”, que mi predecesor san Juan Pablo II denunció con clarividencia hace ya treinta años (cf. Discurso en la apertura de la Conferencia Internacional sobre la nutrición, 5 diciembre 1992). ¡En el mundo existe el alimento necesario para que nadie se vaya a la cama con el estómago vacío! Se producen recursos alimentarios más que suficientes para dar de comer a 8.000 millones de personas. La cuestión, sin embargo, se refiere a la justicia social, es decir, a la forma en que se regula la gestión de los recursos y la distribución de la riqueza».
Hablando de alimentos, especulación y consumismo, el Papa menciona que «Los alimentos no pueden ser objeto de especulación. La vida depende de ellos. Y es un escándalo que los grandes productores alienten un consumismo compulsivo para enriquecerse, sin siquiera considerar las auténticas necesidades de los seres humanos. ¡Hay que detener la especulación alimentaria! Debemos dejar de tratar los alimentos, que son un bien fundamental para todos, como moneda de cambio para unos pocos».
Enlazando desperdicio con cambio climático, el obispo de Roma refiere que «el desperdicio de alimentos o la pérdida de los mismos contribuye significativamente al incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, al cambio climático y a sus dañinas consecuencias. La tierra que explotamos ávidamente gime a causa de nuestros excesos consumistas e implora que cesemos de maltratarla y destruirla invirtiendo el rumbo de nuestras acciones. Los jóvenes, sobre todo, están pidiendo con fuerza que pensemos en ellos, que agudicemos nuestra mirada y agrandemos nuestro corazón, dando lo mejor de nosotros mismos para cuidar la casa común que salió de las manos de Dios y que hemos de salvaguardar, respondiendo con buenas obras al mal que le causamos».
Finalmente, pidiendo no «contentarnos con ejercicios retóricos, que terminan en declaraciones que luego no logran llevarse a cabo por olvido, mezquindad o codicia» el Papa dice que «Es hora de actuar con urgencia y buscando el bien común. Es inaplazable tanto para los Estados como para las grandes empresas multinacionales, para las asociaciones como para los individuos —para todos sin excluir a nadie—, responder con eficacia y honestidad al grito desgarrador de los hambrientos que reclaman justicia».