Por: Soledad Errázuriz
(ZENIT Noticias / Santiago de Chile, 04.11.2022).- Monseñor Sergio Pérez de Arce, secretario general de la Conferencia Episcopal, lideró el trabajo de la III Asamblea Eclesial, que se realizó entre el 7 y 9 de octubre. En este encuentro participaron 600 personas de diferentes diócesis, movimientos, vocaciones y realidades de nuestra Iglesia local.
El objetivo de este encuentro fue reflexionar y discernir los cambios y conversiones que tenemos que asumir «para cultivar relaciones más evangélicas, tanto al interior de nuestras comunidades como en la relación con otras realidades, que nos interpelan; y de esa forma responder al anhelo de ser una Iglesia más sinodal, profética y esperanzadora» enfatiza Monseñor Pérez de Arce. Para ello trabajaron en comunidades de 10 personas en diferentes ámbitos bajo el método RIE: reconocer, interpretar y elegir. «Era necesario para a salir con ciertos acuerdos de la Asamblea», enfatiza.
Esta es la III Asamblea Eclesial Nacional, las anteriores se realizaron los años 2007 y 2013. En esta versión se recogió el proceso de discernimiento eclesial que vivió la Iglesia chilena en los últimos cuatro años. «A partir de la crisis de los abusos que se manifestó con fuerza en Chile en el 2018, los obispos iniciaron un proceso destinado a revisar especialmente el modo en que nos relacionamos al interior de la Iglesia y las estructuras que necesitamos renovar, dado que ha habido aspectos estructurales que permitieron la ocurrencia de abusos entre nosotros», afirma Monseñor Pérez de Arce. Por esa razón, explica que esta Asamblea Eclesial se enmarca dentro de un único y gran camino de discernimiento, que integró el proceso chileno, la Asamblea Eclesial Latinoamericana y el camino sinodal propuesto por el Papa Francisco. «Ya estamos caminando juntos, siendo una Iglesia más sinodal. Y el camino sigue adelante, siempre para fortalecer y animarnos en la misión, que no es otra que dar testimonio de Jesús y anunciar su Evangelio en medio de la sociedad de hoy. Todo esto no tiene sentido si no nos hace más evangelizadores, pues la Iglesia existe para evangelizar», destaca.
Lo recogido fue abordado en el encuentro de los obispos, la Asamblea Plenaria, que se realizó semanas después. «Confiamos que pueda animar y orientar la vida de toda la Iglesia chilena en el próximo tiempo, en esas dimensiones bien esenciales: relaciones más evangélicas y estructuras más sinodales», puntualiza Monseñor Pérez de Arce.
Algo de su historia
Monseñor Pérez de Arce, Obispo de Chillán desde julio de 2020, es religioso de los Sagrados Corazones, congregación que conoció a través de la parroquia en que participaba de joven, en Viña del Mar. Menor de cinco hermanos, explica que su vinculación con la Iglesia surge a sus 14 años, al participar activamente en acciones de la pastoral juvenil. «Comencé a conocer más al Señor Jesús, descubriendo su cercanía, su amor incondicional y su llamado a seguirle. A seguir sus huellas, sirviendo a los demás, asumiendo nuestra parte en la misión de la Iglesia y ayudando a construir un mundo más fraterno y justo», reflexiona.
Una vez egresado del colegio ingresó a estudiar ingeniería comercial a la Universidad de Valparaíso, la que abandonó al finalizar el primer año. Finalmente optó por el sacerdocio e ingresó a la Congregación de los Sagrados Corazones en 1982. Se ordenó en 1990 y desde entonces ha realizado diversos servicios al interior de su congregación: asesor de pastoral juvenil, formador del postulantado, asesor religioso en colegios y superior provincial. «El gran motivador y modelo de nuestra fe es el mismo Jesucristo, en sus palabras y gestos que nos muestran los evangelios. El llamado de Jesús lo veo sobre todo como un llamado de amistad y a la amistad: “Ustedes son mis amigos”, nos dice el Señor; y yo le digo, con palabras de un poema de Esteban Gumucio SSCC: “Quiero ser tu amigo, Jesucristo, quiero ser tu amigo”», comenta.
A su juicio, el sacerdote de hoy tiene que ser, ante todo, un testigo de los sentimientos del corazón de Jesús. «Debe ser un testigo de Dios, de su misericordia y un anunciador de su Palabra de Vida. Tener mucho amor a Dios, a su pueblo y acompañar a su comunidad de fieles en su camino de fe. Caminar con sus hermanos, como dice el Papa, a veces delante, otras veces en medio, y otras detrás de ellos, por tanto, tiene que entender su ministerio estrechamente vinculado a sus hermanos. Y tiene que vivir una profunda y serena alegría, que permanezca cuando vengan las dificultades y los momentos más oscuros. Que viva eso que dice el Papa: Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría», concluye.