El Papa recibió a los Miembros de la Comisión Teológica Internacional.Foto: Vatican Media

Las tres directrices del Papa a la Comisión Teológica Internacional

En su discurso a la Comisión Teológica Internacional el Papa interpeló a preguntarse si las clases de teología suscitan asombro e hizo la observación acerca de la necesidad de aumentar el número de teólogas en la Comisión.

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 25.11.2022).- Por la mañana del jueves 24 de noviembre el Papa recibió en audiencia a los miembros de la Comisión Teológica Internacional en el Palacio Apostólico del Vaticano. La función de la Comisión es ayudar a la Santa Sede y especialmente al Dicasterio para la Doctrina de la Fe a examinar cuestiones doctrinales de mayor importancia. De ahí que su presidente sea el prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (actualmente el Cardenal Luis Francisco Ladaria). Ofrecemos a continuación el discurso del Papa traducido al castellano. El Papa planteó tres directrices a la Comisión e interpeló a preguntarse si las clases de teología suscitan asombro. También hizo la observación de que debe haber más teólogas en la Comisión.

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Agradezco al Cardenal Ladaria sus amables palabras y expreso mi gratitud a todos ustedes por la generosidad, la competencia y la pasión con que han asumido su servicio en este décimo quinquenio de la Comisión Teológica Internacional.

Gracias a las herramientas de las que disponemos hoy en día, han podido comenzar su trabajo a distancia, superando las dificultades que aún provoca la pandemia. También me alegro de la acogida que han dado a las propuestas de los tres temas a explorar: la primera es la irrenunciable y siempre fecunda actualidad de la fe cristológica profesada por el Concilio de Nicea, en el 1700 aniversario de su celebración (325-2025); la segunda es el examen de algunas cuestiones antropológicas que surgen hoy y que son de crucial importancia para el camino de la familia humana, a la luz del plan divino de salvación; y la tercera es la profundización –hoy cada vez más urgente y decisiva– de la teología de la creación desde una perspectiva trinitaria, a la escucha del grito de los pobres y de la tierra.

Al abordar estos temas, la Comisión Teológica Internacional continúa, con un compromiso renovado, su servicio. Estáis llamados a hacerlo en la estela del Concilio Vaticano II, que –sesenta años después de su inicio– constituye la brújula segura para el camino de la Iglesia, «sacramento, en Cristo, de la unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Constitución dogmática Lumen Gentium, 1).

Quisiera indicarles tres direcciones a seguir, en este momento de la historia; un momento arduo y, sin embargo, para los ojos de la fe, cargado de la promesa y la esperanza que brotan de la Pascua del Señor crucificado y resucitado.

1ª Fidelidad creativa a la Tradición

La primera directriz es la de la fidelidad creativa a la Tradición. Se trata de asumir y declinar con fidelidad y amor el compromiso de ejercer el ministerio de la teología –en la escucha de la Palabra de Dios, del sensus fidei del Pueblo de Dios, del Magisterio y de los carismas, y en el discernimiento de los signos de los tiempos– para el progreso de la Tradición Apostólica, bajo la asistencia del Espíritu Santo, como enseña Dei Verbum (cf. n. 8). De hecho, Benedicto XVI describe la Tradición como «el río vivo en el que los orígenes están siempre presentes» (Catequesis, 26 de abril de 2006); de modo que «riega diferentes tierras, alimenta diferentes geografías, haciendo brotar lo mejor de esa tierra, lo mejor de esa cultura. De este modo, el Evangelio sigue encarnándose en todos los rincones del mundo, de forma siempre nueva» (Constitución Apostólica Veritatis gaudium, 4d).

La tradición, origen de la fe, crece o se extingue. Porque, alguien decía –creo que era un músico– que la tradición es la garantía del futuro y no una pieza de museo. Es lo que hace que la Iglesia crezca de abajo hacia arriba, como el árbol: las raíces. Mientras que otro dijo que el tradicionalismo es la «fe muerta de los vivos»: cuando te cierras en banda. La tradición –quiero subrayarlo– nos hace avanzar en esta dirección: de abajo hacia arriba: vertical. Hoy existe un gran peligro, que es ir en otra dirección: el «indietrismo». Ir hacia atrás. «Siempre se ha hecho así»: es mejor ir hacia atrás, que es más seguro, y no avanzar con la tradición. Esta dimensión horizontal, hemos visto, ha hecho que algunos movimientos, los movimientos eclesiales, queden fijados en un tiempo, en una dirección hacia atrás. Son los indietristas. Pienso –para hacer una referencia histórica– en algunos movimientos que nacieron al final del Vaticano I, tratando de ser fieles a la tradición, y que hoy se desarrollan de tal manera que ordenan a la mujer, y a otras cosas, desde esta dirección vertical, donde crece, crece la conciencia moral, crece la conciencia de la fe, con aquella hermosa regla de Vicente de Lérins: «ut annis consolidetur, dilatetur tempore, sublimetur aetate». Esta es la regla del crecimiento. En cambio, el indietrismo te lleva a decir que «así se ha hecho siempre, es mejor seguir así», y no te deja crecer. En este punto, ustedes los teólogos piensan un poco en cómo ayudar.

2º La profundización e incultura del Evangelio

La segunda directriz se refiere a la conveniencia, para llevar a cabo con pertinencia e incisividad la obra de profundización e inculturación del Evangelio, de abrirse con prudencia a la contribución de las diversas disciplinas mediante la consulta de expertos, incluso no católicos, como prevén los Estatutos de la Comisión (cf. n. 10). Se trata –lo pedí en la Constitución Apostólica Veritatis gaudium– de atesorar el «principio de interdisciplinariedad: no tanto en su forma «débil» de simple multidisciplinariedad, como enfoque que favorece una mejor comprensión desde varios puntos de vista de un objeto de estudio; sino más bien en su forma «fuerte» de transdisciplinariedad, como colocación y fermentación de todos los conocimientos en el espacio de Luz y Vida que ofrece la Sabiduría que emana de la Revelación de Dios» (n. 4c).

3ª Colegialidad: diferencia entre el teólogo y el catequista

La tercera directriz, por último, es la de la colegialidad. Adquiere especial relevancia y puede ofrecer una contribución específica en el contexto del camino sinodal, en el que se convoca a todo el Pueblo de Dios. Así lo subraya el documento elaborado al respecto durante el quinquenio anterior sobre La sinodalidad en la vida y la misión de la Iglesia: «Como cualquier otra vocación cristiana, el ministerio del teólogo, además de ser personal, es comunitario y colegiado. La sinodalidad eclesial, por tanto, compromete a los teólogos a hacer teología de forma sinodal, fomentando entre ellos la capacidad de escuchar, dialogar, discernir e integrar la multiplicidad y variedad de instancias y aportaciones» (n. 75).

Los teólogos deben ir más allá, tratar de ir más allá. Pero esto quiero distinguirlo del catequista: el catequista debe dar la doctrina correcta, la doctrina sólida; no las posibles novedades, de las cuales algunas son buenas, sino lo que es sólido; el catequista transmite la doctrina sólida. El teólogo se atreve a ir más allá, y es el Magisterio el que lo detiene. Pero la vocación del teólogo es siempre aventurarse a ir más allá, porque lo intenta, y trata de hacer más explícita la teología. Pero nunca hay que dar catequesis a los niños y a las personas con doctrinas nuevas que no son seguras. Esta distinción no es mía, es de San Ignacio de Loyola, que creo que entendió algo mejor que yo.

Os deseo, pues, en este espíritu de escucha mutua, de diálogo y de discernimiento comunitario, en apertura a la voz del Espíritu Santo, un trabajo pacífico y fructífero. Los temas confiados a su atención y competencia son de gran importancia en esta nueva etapa del anuncio del Evangelio que el Señor nos llama a vivir como Iglesia al servicio de la fraternidad universal en Cristo. En efecto, nos invitan a asumir plenamente la mirada del discípulo que, con asombro siempre nuevo, reconoce que Cristo, «precisamente revelando el misterio del Padre y de su amor, revela también plenamente al hombre a sí mismo y le manifiesta su altísima vocación» (Constitución pastoral Gaudium et Spes, 22); y así nos enseña que «la ley fundamental de la perfección humana, y por tanto también de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor» (ibíd., 38). Y he utilizado la palabra «asombro». Creo que es importante, quizá no tanto para los investigadores, pero sí para los profesores de teología: preguntarse si las clases de teología provocan asombro en quienes las siguen. Este es un buen criterio, puede ayudar.

Queridos hermanos y hermanas, les agradezco su valioso servicio, verdaderamente valioso. De corazón bendigo a cada uno de ustedes y a sus compañeros de trabajo. Y les pido que por favor recen por mí.

Creo que quizás sería importante aumentar el número de mujeres, no porque estén de moda, sino porque piensan de forma diferente a los hombres y hacen de la teología algo más profundo y también más «sabroso». Gracias.

Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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