(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano – Constantinopla, 30.11.2022).- En el marco del tradicional intercambio de Delegaciones para las respectivas fiestas de los Santos Patronos, el 29 de junio en Roma para la celebración de los Santos Pedro y Pablo y el 30 de noviembre en Estambul para la celebración de San Andrés, el Cardenal Leonardo Sandri, Prefecto Emérito del Dicasterio para las Iglesias Orientales, encabezó la Delegación de la Santa Sede para la fiesta del Patriarcado Ecuménico.
El cardenal estuvo acompañado por monseñor Andrea Palmieri, subsecretario del Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Junto a la Delegación en Estambul estaba el Nuncio Apostólico en Turquía, el Arzobispo Marek Solczyński.
La Delegación de la Santa Sede participó en la solemne Divina Liturgia presidida por el Patriarca Ecuménico, Su Santidad Bartolomé, en la Iglesia Patriarcal de San Jorge al Fanar y mantuvo un encuentro con el Patriarca y conversaciones con la Comisión Sinodal encargada de las relaciones con la Iglesia Católica.
El Cardenal Sandri entregó al Patriarca Ecuménico un Mensaje autógrafo del Santo Padre, que leyó públicamente al final de la Divina Liturgia. Lo ofrecemos a continuación traducido en lengua española:
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Con motivo de la conmemoración litúrgica del apóstol Andrés de este año, el primer hermano llamado de Pedro, me complace una vez más estar representado en el Fanar por una delegación de la Iglesia de Roma en las celebraciones del santo patrón de la Iglesia de Constantinopla y del Patriarcado Ecuménico. He pedido a la delegación que transmita a Su Santidad la seguridad de mi afecto fraterno y mi oración más sincera por usted y por la Iglesia confiada a su cuidado. Asimismo, ofrezco un cordial saludo y buenos deseos a los miembros del Santo Sínodo, así como al clero y a los fieles laicos que participan en la Divina Liturgia en la Iglesia Patriarcal de San Jorge.
El encuentro de la Iglesia de Roma con la Iglesia de Constantinopla con ocasión de sus respectivas fiestas patronales es expresión de la profundidad de los vínculos que nos unen y signo visible de nuestra querida esperanza de una comunión cada vez más profunda. El pleno restablecimiento de la comunión entre todos los creyentes en Jesucristo es un compromiso irrevocable para todo cristiano, pues la «unidad de todos» (Liturgia de San Juan Crisóstomo) no sólo es la voluntad de Dios, sino una prioridad urgente en el mundo actual. En efecto, el mundo actual tiene una gran necesidad de reconciliación, de fraternidad y de unidad. La Iglesia, por tanto, debe brillar como «signo e instrumento tanto de la íntima unión con Dios como de la unidad de todo el género humano» (Lumen Gentium, 1).
Se ha prestado mucha atención, con razón, a las razones históricas y teológicas que están en el origen de nuestras divisiones. Este estudio compartido debe continuar y desarrollarse con un espíritu que no sea polémico ni apologético, sino que esté marcado por el diálogo auténtico y la apertura mutua. Asimismo, debemos reconocer que las divisiones son el resultado de acciones y actitudes pecaminosas que impiden la acción del Espíritu Santo, que guía a los fieles hacia la unidad en la legítima diversidad. De ello se deduce que sólo el crecimiento en la santidad de vida puede conducir a una unidad auténtica y duradera. Por tanto, estamos llamados a trabajar por el restablecimiento de la unidad entre los cristianos, no sólo mediante acuerdos firmados, sino mediante la fidelidad a la voluntad del Padre y el discernimiento de los impulsos del Espíritu. Podemos dar gracias a Dios porque nuestras Iglesias no se resignan a las experiencias pasadas y actuales de división, sino que, por el contrario, mediante la oración y la caridad fraterna, buscan alcanzar la plena comunión que nos permita un día, en el tiempo de Dios, reunirnos en la misma mesa eucarística.
Mientras caminamos hacia esa meta, ya hay muchos ámbitos en los que la Iglesia católica y el Patriarcado ecuménico trabajan juntos por el bien común de la familia humana, salvaguardando la creación, defendiendo la dignidad de toda persona, combatiendo las formas modernas de esclavitud y promoviendo la paz. Uno de los ámbitos más fructíferos de esta cooperación es el diálogo interreligioso. En este sentido, recuerdo con gratitud nuestro reciente encuentro en el Reino de Bahrein con motivo del Foro para el Diálogo Oriente y Occidente para la Convivencia Humana. El diálogo y el encuentro son la única vía viable para superar los conflictos y todas las formas de violencia. En este sentido, encomiendo a la misericordia de Dios Todopoderoso a quienes han perdido la vida o han resultado heridos por el reciente atentado en vuestra propia ciudad, y le ruego que convierta los corazones de quienes promueven o apoyan tales acciones malvadas.
Invocando sobre usted los dones de serenidad y alegría de Dios Todopoderoso, renuevo mi expresión de buenos deseos para la fiesta de San Andrés, e intercambio con Su Santidad un abrazo fraterno de paz en el Señor.
Papa Francisco
Traducción del original realizado por el director editorial de ZENIT.