Por: Giorgio Bernardelli
(ZENIT Noticias – Asia News / Milán, 22.05.2023).- Los escándalos vinculados a los abusos sexuales han llevado a la Iglesia, en los últimos años, a cuestionarse profundamente sobre el tema de la formación humana y afectiva en los seminarios. En varias partes del mundo también se han comenzado a experimentar diferentes formas de preparación para el sacerdocio. Pero, ¿cómo afronta esta cuestión una realidad tan particular como la Iglesia católica en China? El Padre Fabio Favata, misionero del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras en Hong Kong, tuvo la oportunidad de explorar este tema –delicado pero de extrema actualidad– para su tesis doctoral en Psicología, en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
El trabajo se llevó a cabo mediante comparación directa, con entrevistas individuales y test realizados online a unos treinta seminaristas y sus profesores, que viven en dos de los seminarios teológicos «oficiales» donde se forman los futuros sacerdotes en China continental.
También ha sido una experiencia valiosa por la perspectiva más general que ofrece sobre los jóvenes y las vocaciones en la China actual. Como recuerda el Padre Favata en la introducción de su tesis, los seminarios han sido uno de los lugares más significativos en la turbulenta historia del catolicismo chino, desde la revolución de Mao hasta nuestros días. Entre los años 50 y 60, durante más de dos décadas, las autoridades comunistas los mantuvieron cerrados, sin posibilidad de ordenar nuevos sacerdotes. E incluso después de su reapertura, en 1982, nunca dejaron de tener fuertes condicionamientos políticos.
Sin embargo, los seminarios también han sido un lugar donde se han dado pasos importantes en las últimas décadas, gracias al trabajo paciente de muchos misioneros que –en China y desde el exterior– han recorrido todos los caminos posibles para echar una mano. Un nombre entre muchos es el Padre Tommy Murphy, misionero irlandés de San Columbano, fallecido el pasado 6 de enero, que durante mucho tiempo y de diversas formas colaboró con las actividades de formación en China. Y al mismo tiempo numerosos seminaristas y sacerdotes chinos también han sido invitados a realizar estudios en Roma y en otros institutos teológicos de Occidente, y después regresaron a sus diócesis al terminar los cursos.
El trabajo del Padre Favata –quien vivió en Beijing de 2007 a 2013 y estudió Psicología en la Universidad Normal de Beijing– forma parte de esta colaboración, que continúa una historia importante para el PIME. «De mi maestro, el Padre Giancarlo Politi – dice – aprendí que en China, si mantienes un perfil bajo, al final puedes encontrar un camino. Y entonces se pueden hacer muchas cosas».
Sin duda en este momento en China tampoco faltan problemas para los seminarios. En primer lugar, el descenso de las vocaciones al sacerdocio: «Solo mirando los números, tanto de los seminarios “oficiales” como los de comunidades que se consideran “clandestinas”, desde los menores hasta la Teología, hemos pasado de unos 2.400 seminaristas del año 2000 a los 420 que se calculan en 2020», explica el Padre Favata. Sin duda ha influido la política del hijo único, la norma impuesta por Beijing a las familias hasta hace pocos años por razones demográficas. Pero no es la única razón: «También pesan las dificultades para ejercer el ministerio del sacerdocio en un contexto donde la brecha generacional entre los sacerdotes jóvenes y los ordenados antes de la Revolución Cultural es profunda. Y donde las presiones externas, si bien en algunos casos han llevado a fortalecer la fe, en otros favorecen evitar el ministerio».
Sin olvidar los cambios que hoy supone ser joven en China, con las nuevas oportunidades que ofrece el mundo digital pero también la inquietud que producen ciertas formas de religiosidad que quedaron ancladas en la tradición y las devociones del catolicismo de los años ’50.
«Esta es una de las razones –continúa el misionero del PIME– por las que me interesaba comprender hasta qué punto estaba presente el tema de la formación humana y afectiva en los seminarios de hoy en China. Y descubrí que tienen conciencia de la importancia de este desafío, pero tienen que hacer frente a muchas dificultades concretas: en primer lugar, la superpoblación en los seminarios y el número extremadamente reducido de formadores».
En efecto, en las diócesis de todo el mundo hoy se advierte cada vez con mayor claridad la necesidad de itinerarios individualizados en pequeñas comunidades de jóvenes que se preparan para el sacerdocio y con mayor contacto directo con la vida de las parroquias, pero en China, por razones contingentes, siguen una dirección opuesta: los seminarios son pocos y superpoblados, en un caso incluso una sola estructura llega a alojar un centenar de seminaristas.
Con las restricciones que se impusieron durante la pandemia (pero después se fueron levantando con cuentagotas) las oportunidades para ir a estudiar al extranjero se han reducido considerablemente. El número de formadores también es escaso y cambian constantemente. «El resultado es que no pueden seguir a los jóvenes candidatos al sacerdocio como quisieran – explica Favata–. Los formadores son generosos, pero también son muy conscientes de los problemas. Por ejemplo, en el tema de la formación humana han incorporado cursos que tratan el tema de la afectividad, pero carecen de la formación adecuada y tienen pocas herramientas. Además, a los mismos seminaristas les cuesta confiar y tienden a permanecer cerrados, lo que no es nada positivo en este tipo de camino. Y todo lo relacionado con la esfera de la sexualidad sigue siendo tabú. A veces también pesan mucho las heridas del pasado, que crean desconfianza entre los diferentes grupos». Precisamente por todo esto, sin embargo, hoy es más importante que nunca no dejar solos a los seminaristas de China y a sus formadores. Y eso es lo que se propone seguir haciendo el Padre Favata, que ofrece su ayuda en el área crucial de la formación humana de los futuros sacerdotes, un campo en el que ya está trabajando con la diócesis de Hong Kong.
«En el futuro –dice– sería importante formar algunos psicólogos católicos en China que puedan colaborar en los seminarios. Y también es valiosa la labor de mediación entre China y el mundo exterior que están haciendo algunos sacerdotes que en los últimos años tuvieron la oportunidad de estudiar fuera del país y ahora han regresado. Lo importante hoy es estar allí, en la forma en que resulte posible. Las cruzadas no le sirven a nadie».