Captura del automóvil que intentó ingresar al Vaticano

Crónicas Vaticanas: Rápidos y Furiosos y los disparos a un coche que entró al Vaticano

Los cuerpos de seguridad pidieron las credenciales del conductor de unos 40 años, este al recibir la negativa dio marcha atrás.

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Por: Ariel Beramendi

 

(ZENIT Noticias / Roma, 23.05.2023).- Jueves 18 de mayo. Atardecía en el Vaticano. En esta época del año la noche llega en torno a las 9:00 pm. Alrededor de la plaza San Pedro los turistas y peregrinos eran pocos porque al final del día se retiran a sus albergues para descansar y luego continuar con sus frenéticos viajes que les hacen recorrer toda Italia en tres días.

Las lámparas de luz anaranjada se encendieron y el único ruido repetitivo de la zona vaticana eran las persianas metálicas de los bares y restaurantes que cerraban. Lo mismo se podía decir de las tiendas de souvenirs religiosos, además del «run run» de los carros basureros que recogían los quintales de desechos producidos por los transeúntes.

Cerca de la puerta de Santa Ana, de frente a la callejuela Borgo Pío, circundada de embajadas y residencias de prelados de mediano y alto rango, parecía el fin de un día normal.

De los pocos accesos al Estado Vaticano, la Puerta de Santa Ana es el más transitado porque, durante el día, pasan las personas que van a la farmacia, al supermercado, al comedor de los funcionarios, a la parroquia del Vaticano, al Instituto de Obras Religiosas (mal llamado «banco vaticano»), y a tantos otros organismos conectados a través de esa puerta lateral. Los portones son enormes y gracias a su estructura de hierro forjado, son impenetrables cuando se cierran a la media noche.

Además de las cámaras de seguridad y sensores, este ingreso está controlado en primer lugar por la Guardia Suiza, cuyo cuartel está allí mismo. Ellos realizan un primer control. Y metros más adelante están los gendarmes, que son el cuerpo de seguridad del Estado Vaticano, a diferencia de los jóvenes suizos cuya principal misión, desde hace 500 años, es la de salvaguardar al Sumo Pontífice.

Eran poco más de las ocho en punto y ante la puerta de Santa Ana se presentó un coche marca Fiat, modelo Panda, de color claro. Era inusual porque las oficinas estaban cerradas y los cuerpos de seguridad, como siempre, pidieron las credenciales del conductor de unos 40 años, este al recibir la negativa dio marcha atrás.

Inesperadamente, el chillido de los neumáticos sobre el empedrado y el ruido áspero del motor que aceleró, catapultaron el coche a gran velocidad dentro al Vaticano superando los puntos de control de la Guardia Suiza y de la Gendarmería Vaticana que se vieron desbordados. Un policía disparó al coche intruso con intención de atravesar las llantas del vehículo, pero no atinó el objetivo; la utilitaria furiosa siguió su curso, y en cuestión de segundos las alarmas saltaron y los portones internos comenzaron a cerrarse, pero el auto superó un segundo punto de control y siguiendo en línea recta llegó hasta el patio del Belvedere, un espacio tan grande como dos canchas de fútbol, allí el eco de los neumáticos llegó hasta los Museos Vaticanos.

El coche se dirigió entonces hacia un túnel que está al fondo del patio y llegó al final de la rampa donde el camino se bifurca: a la derecha se accede a la residencia del Papa, los Museos Vaticanos y la parte trasera de la basílica de San Pedro, mientras que a la izquierda se llega a la plazoleta noble llamada San Dámaso, donde los jefes de estado son recibidos cuando llegan en visitas oficiales al Palacio Apostólico.

Fueron instantes de mucha tensión hasta que el furioso coche, finalmente dobló a la izquierda y llegó a San Damaso. Su recorrido terminó allí. El auto se detuvo, se abrió la puerta y salió el conductor en estado confusional; fue detenido y llevado al calabozo donde pasó la noche.

Al día siguiente, después de un interrogatorio, el conductor fue identificado como Simone B. y fue entregado a las fuerzas del orden italianas. Algunas agencias de noticias locales afirmaron que el protagonista de este grave episodio solo quería hablar con el Papa.

Al leer la noticia pensé que se trataba de una publicidad para la película «Rápidos y furiosos» que en su enésima versión –porque ya perdí la cuenta– fue filmada en Roma. Pero no. No se trataba de una película porque muchas veces la realidad supera la fantasía.

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Redacción zenit

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