Por: Julio Tudela, Cristina Castillo y Paloma Aznar
(ZENIT Noticias – Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia / Oslo, 11.06.2023).- Noruega ha pasado de tener una demanda de 4 personas al año que desean someterse a un tratamiento de transición de género, entre 1975 y 1990, a tener entre 400 y 600 pacientes al año, en 2018-2021.
El mayor crecimiento de demanda se ha dado entre adolescentes y adultos jóvenes que siendo mujeres se identifican con el sexo masculino. Estos llamativos datos los ha facilitado la Comisión Nacional de Investigación para el Servicio de Salud y Atención Noruega (UKOM).
Esta es una empresa estatal independiente encargada de analizar incidentes graves u otras disfunciones en los servicios de salud y atención noruegas. El pasado 9 de marzo, la Comisión publicó un informe sobre la seguridad de menores con disforia donde advierte de la falta de «evidencia científica» que tienen los tratamientos de reasignación de género en menores de edad. Explican que la investigación sobre el tratamiento es «deficiente» y los efectos a largo plazo «no son bien conocidos». Además, reparan en la inestabilidad de la incongruencia de género de los menores, ya que estos no están «completamente desarrollados corporal, mental, sexual o socialmente».
Riesgos para la seguridad del paciente
No sólo hay un patrón en relación con una mayor demanda por parte de mujeres en comparación con los hombres, sino que se ha visto que un 75% de los menores que son diagnosticados tienen una alta prevalencia de enfermedades mentales o trastornos cognitivos (TDAH/autismo o el síndrome de Tourette) previas al diagnóstico de disforia.
El informe critica que las directrices profesionales nacionales para el tratamiento de afirmación de género en menores con disforia no disponen de unos requisitos específicos para su evaluación e inicio de la terapia. Esto se traduce en un riesgo para la seguridad del paciente, faltando al principio de prudencia. Asimismo, advierten de la larga lista de efectos secundarios subyacentes a esta práctica tales como la aparición de enfermedad hepática, reacciones psicológicas negativas en el caso de tratamiento de hombre a mujer, un mayor riesgo trombótico o hipertensión arterial; y a la inversa, de mujer a hombre, aumento de glóbulos rojos, granos cicatriciales, edema o infertilidad resultante tanto de los procedimientos quirúrgicos como del tratamiento hormonal.
Seguridad de los tratamientos
El motivo del estudio que originó el mencionado informe guarda relación con las numerosas notificaciones a la Comisión, por parte de los familiares de los menores, que cuestionan la seguridad de los tratamientos ofrecidos a los niños y adolescentes diagnosticados de disforia.
Una de las recomendaciones expuestas por la mencionada comisión es la revisión de las directrices que establezcan un marco seguro para el tratamiento, además de fortalecer la base de conocimientos. Recomiendan definir el tratamiento como experimental, y tratarlo como tal a la hora de ofrecerlo a los menores con disforia.
La UKOM declara pues la necesidad de ampliar el nivel de evidencia sobre el abordaje de la disforia de género y plantear y organizar los servicios ofrecidos en base a estos conocimientos.
Valoración bioética
Como hemos publicado en nuestro Observatorio de Bioética en artículos anteriores, en los últimos años se ha producido un aumento exponencial de personas inicialmente declaradas transexuales que muestran su arrepentimiento tras iniciar el proceso de reasignación de sexo. La acumulación de datos sobre los efectos secundarios asociados a estos tratamientos, su incapacidad para resolver los problemas de base que con frecuencia subyacen a los cuadros de disforia y la persistencia, sobre todo a largo plazo, de los graves problemas asociados a los procesos de disforia en muchos casos, unido a lo irreversible de estas intervenciones en muchas ocasiones, ha promovido que en los países en los que se iniciaron estas intervenciones hace ya muchos años hayan replanteado sus políticas sanitarias relacionadas modificando drásticamente los procedimientos por los que son abordados estos casos, conduciendo a posicionamientos más prudentes y conservadores a la espera de disponer de nuevas evidencias sobre la idoneidad o no de las propuestas aplicadas en los procesos de transición de género.