(ZENIT Noticias – Caffe Storia / Roma, 19.12.2023).- En las relaciones entre las Iglesias, y más aún con la Santa Sede, la lógica económica no tiene cabida, en beneficio de una fraternidad sincera y sinodal. Esto es evidente. Sin embargo, si no fuera así, sería posible una lectura tal vez maligna, ciertamente anticristiana, de los acontecimientos en Estados Unidos y Alemania.
Me refiero a las dos crisis, tan opuestas que casi son gemelas, que están suscitando vientos de cisma en las Iglesias católicas estadounidense y alemana. La primera, empeñada en hacer frente a la postura intransigente de una parte del episcopado, y más en general del clero, consagrados y laicos, llamados «conservadores» (o «ultraconservadores» o «ultracatólicos», según dos curiosas variantes en vías de afirmación); la segunda, empeñada desde hace tiempo en seguir una senda sinodal impermeable, cuyos obstáculos son más visibles que la meta. En ambos casos, no han faltado reacciones por parte de la Santa Sede, ya sea en forma de misivas o de reprimendas financieras (e inmobiliarias).
El plato de Estados Unidos
Precisamente este último modo «patrimonial» de gestión de crisis abre algunas reflexiones. Más allá de consideraciones de mérito y conveniencia, al día siguiente de las primeras indiscreciones sobre las medidas (revisión de las condiciones salariales y de vivienda) que deberían golpear al cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, personalidad destacada del frente «ultraconservador» de la oposición más dura al papa Francisco, se han abierto paso algunas valoraciones de prudencia económica que ponen en cuestión el óbolo de San Pedro, la ofrenda que las Iglesias particulares y los fieles envían al pontífice para el sostenimiento de la Iglesia y de las obras de caridad. Parece, en efecto, que cierta Iglesia de Estados Unidos, cercana al Card. Burke, no sólo es influyente, sino que se encuentra entre los principales donantes del Óbolo.
Sólo desde hace dos años (2021) la Santa Sede publica un informe anual sobre el Óbolo de San Pedro. Datos en mano, en 2022 las diócesis y los particulares de Estados Unidos donaron 11 millones de euros al Óbolo, alrededor del 10% de los ingresos totales de 107 millones de euros. Una parte nada despreciable, si tenemos en cuenta que las donaciones de las Fundaciones católicas de todas las nacionalidades «sólo» ascienden a 12,6 millones de euros. Existe un claro desfase respecto al segundo país en cuanto a aportaciones después de EE.UU., Corea del Sur, que se detiene en 3,5 millones de euros, mientras que Italia, en tercer lugar, alcanza los 2,9 millones. Aunque, por supuesto, sería injusto alinear a todos los donantes estadounidenses con las posiciones de Burke, por otro lado sería comprensible cierta cautela a la hora de perturbar un flujo de ingresos que parece funcionar muy bien en estos momentos.
El plato de Alemania
Diferente, pero no demasiado, es el caso de la Iglesia católica en Alemania. Con la cifra récord de más de 6.800 millones -sí, mil millones- de euros recaudados en 2022 gracias al sistema Kirchensteuer, el impuesto sobre la afiliación religiosa en Alemania, la Conferencia Episcopal Alemana se confirma como la más rica del mundo con diferencia, con un patrimonio total cercano a los 30.000 millones de euros. Baste decir que, en 2022, los ingresos del Vaticano ascendieron a unos 770 millones de euros (y los gastos a 803 millones, con un déficit de 33 millones), y que las donaciones al Óbolo de San Pedro disminuyeron especialmente.
Por cierto, las diócesis católicas y los particulares en Alemania aportaron en 2022 1,3 millones de euros al Óbolo de San Pedro, situándose en quinto lugar: un descenso significativo (-43%) en comparación con los 2,3 millones de euros aportados en 2021. Síntoma de desafección madurada durante el pontificado de Francisco, o señal de la crisis que -inevitablemente- también se cierne sobre la ciclópea Iglesia alemana? Hay que tener en cuenta, sin embargo, que cada año los católicos alemanes pagan de diversas formas al Vaticano casi 10 millones de euros, la mitad de los cuales proceden de la Asociación de Diócesis Alemanas (VDD). También hay importantes contribuciones para apoyar proyectos en zonas frágiles del mundo y diversas conferencias episcopales nacionales.
La aguja en la balanza
Si, incluso en el caso de Alemania, sería un error considerar que todos los católicos se adhieren a las posiciones «ultraprogresistas» expresadas por la Vía Sinodal alemana, ni que decir tiene que, si nos detuviéramos en un crudo plano económico, la Santa Sede parece enfrentarse a un choque entre pequeños grandes titanes, fuertes en el plano económico, influyentes en el plano mediático, pero -al menos en cuanto a sistemas máximos- opuestos en la forma de entender el presente y el futuro de la Iglesia. Y particularmente vivos en la forma de expresarlo.
Al margen de sus respectivas posiciones, los estilos estadounidense y alemán con respecto a la disidencia difieren en muchos aspectos. Mientras que en EE.UU. parece ser más bien responsabilidad de unas pocas personalidades eclesiásticas fuertes, en Alemania se confía -al menos formalmente- en una iniciativa comunitaria como el Camino Sinodal. Desde cierto punto de vista, por tanto, sería ilógico, por inviable, esperar la aplicación de medidas económico-patrimoniales ad personam al estilo estadounidense a los cardenales alemanes.
Sin embargo, como es evidente, para salvar las distancias con una parte del episcopado (y del clero, de los consagrados y de los fieles laicos) de Estados Unidos hará falta algo más que la marcha de unos cuantos cardenales u obispos inquietos. Y, por otro lado, aunque ningún destacado prelado alemán «ultraprogresista» haya acusado hasta ahora al Papa Francisco de «hereje», es evidente para todos cómo en Alemania «se están dando numerosos pasos por parte de segmentos significativos de esta Iglesia local que amenazan con alejarla cada vez más del camino común de la Iglesia universal», como escribe el Papa Francisco a algunos «marginados» del accidentado Camino Sinodal de la Iglesia católica en Alemania.
En resumen, hay muchas cuentas que hacer, y no sólo personales o financieras. Algunos sugieren que la tibia circunspección con la que la Santa Sede ha afrontado hasta ahora las amenazas de cisma viene dictada también por una sana prudencia económica. Pero, como se ha dicho, éste sería un punto de vista posiblemente maligno y ciertamente anticristiano.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.