(ZENIT Noticias / Roma, 01.01.2024).- FIDES publicó un informe sobre los sacerdotes, religiosas, laicos y, en general, misioneros católicos asesinados en 2023. El informe da un resultado de 20 misioneros asesinados en todo el mundo: 1 obispo, 8 sacerdotes, 2 religiosos no sacerdotes, 1 seminarista, 1 novicio y 7 hombres y mujeres laicos. Si bien las listas elaboradas por Fides están siempre abiertas a actualizaciones y correcciones, el número de misioneros asesinados ha aumentado en 2 con respecto al año anterior. Según el desglose continental, este año el número más alto se registra de nuevo en África, donde han sido asesinados 9 misioneros: 5 sacerdotes, 2 religiosos, 1 seminarista y 1 novicio. En América, han sido asesinados 6 misioneros: 1 obispo, 3 sacerdotes y 2 laicas. En Asia, han muerto violentamente 4 laicos y laicas. Por último, en Europa, ha sido asesinado un laico.
Fides utiliza el concepto de “misionero” para designar a todos los bautizados, reconociendo que “en virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se convierte en discípulo misionero. Cada persona bautizada, sea cual sea su función en la Iglesia o conocimiento de la fe, es un sujeto activo de evangelización” (Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, 120). Además, la lista anual de Fides, desde hace ya tiempo, no solo se refiere a los misioneros “ad gentes” en sentido estricto, sino que trata de reflejar todos los casos en los que bautizados comprometidos con la vida de la Iglesia han muerto de manera violenta, aunque no sea expresamente “por odio a la fe”. Por esta razón, preferimos no usar el término “mártires”, excepto en su significado etimológico de “testigos”, con el fin de no entrar en el juicio que la Iglesia pueda hacer sobre algunos de ellos proponiéndolos, tras un minucioso examen, para su beatificación o canonización.
Uno de los rasgos distintivos que tienen en común la mayoría de los agentes de pastoral asesinados en 2023 es, sin duda, su vida normal, es decir, que no llevaban a cabo acciones sensacionales ni hechos fuera de lo común que pudieran llamar la atención y ponerlos en el punto de mira de alguien. Recorriendo las escasas notas sobre las circunstancias de sus muertes violentas, encontramos sacerdotes que se dirigían a celebrar misa o a realizar actividades pastorales en alguna comunidad lejana; asaltos a mano armada perpetrados a lo largo de carreteras muy transitadas; ataques a rectorías y conventos donde se dedicaban a la evangelización, la caridad, la promoción humana. Se han visto, sin culpa alguna, víctimas de secuestros, de actos de terrorismo, implicados en tiroteos o en actos de violencia de diversa índole.
En esta vida “normal” vivida en contextos de pobreza económica y cultural, de degradación moral y medioambiental, donde no hay respeto por la vida y los derechos humanos, sino que a menudo la norma es sólo la opresión y la violencia, ellos estaban también unidos por otra «normalidad», la de vivir la fe ofreciendo su sencillo testimonio evangélico como pastores, catequistas, trabajadores sanitarios, animadores de la liturgia, de la caridad…. Podrían haberse ido a otra parte, trasladarse a lugares más seguros, o desistir de sus compromisos cristianos, tal vez reduciéndolos, pero no lo hicieron, aunque eran conscientes de la situación y de los peligros a los que se enfrentaban cada día. Ingenuos, a los ojos del mundo. Gracias a ellos, que “no son flores que brotan en un desierto”, y a los muchos que, como ellos, testimonian su gratitud por el amor de Cristo traduciéndolo en actos cotidianos de fraternidad y esperanza, la Iglesia, y en definitiva el mundo mismo, sigue adelante.
En el Ángelus de la fiesta de San Esteban, primer mártir de la comunidad cristiana, el Papa Francisco ha recordado: “sigue habiendo -y son muchos- quienes sufren y mueren por dar testimonio de Jesús, como también hay quienes son penalizados a diversos niveles por comportarse de forma coherente con el Evangelio, y quienes luchan cada día por mantenerse fieles, sin aspavientos, a sus buenos deberes, mientras el mundo se ríe de ellos y predica otra cosa. Estos hermanos y hermanas también pueden parecer fracasados, pero hoy vemos que no es así. De hecho, ahora como entonces, la semilla de sus sacrificios, que parecía morir, brota y da fruto, porque Dios, a través de ellos, sigue obrando maravillas (cf. Hch 18,9-10), para cambiar los corazones y salvar a los hombres” (Ángelus, 26 diciembre 2023).
Panorama por continente
En ÁFRICA, han sido asesinados 9 misioneros: 5 sacerdotes, 2 religiosos, 1 seminarista, 1 novicio. En Nigeria (4), don Isaac Achi, muerto por las llamas durante un asalto a su parroquia, en el Estado de Níger, perpetrado por un grupo armado; don Charles Onomhoale Igechi, atacado por hombres armados, en la carretera de Agbor, en el Estado de Edo; el seminarista Na’aman Danlami, quemado vivo en un ataque de bandidos a la parroquia donde servía, en el Estado de Kaduna; el novicio benedictino Godwin Eze, secuestrado en el monasterio de Eruku, en el Estado de Kwara, y posteriormente asesinado por los secuestradores.
En Burkina Faso (2) han perdido la vida de forma violenta don Jacques Yaro Zerbo, asesinado por hombres armados no identificados en la región de Boucle du Mouhoun cuando se dirigía a realizar actividades pastorales, y el hermano Moses Simukonde Sens, asesinado por una bala perdida cerca de un puesto de control militar en la capital, Uagadugú.
En Tanzania (1), don Pamphili Nada murió mientras era trasladado al hospital tras ser agredido en su parroquia de la región de Arusha.
En Camerún (1), el hermano Cyprian Ngeh fue agredido y asesinado a puñaladas en plena calle en Bamenda.
En la República Democrática del Congo (1), don Léopold Feyen fue asesinado a puñaladas en la región de Kinshasa, mientras se encontraba en su habitación de la parroquia donde ejercía su servicio pastoral.
En AMÉRICA, 6 misioneros han sido asesinados: 1 obispo, 3 sacerdotes, 2 laicas. En México (4), don Juan Angulo Fonseca fue asesinado a tiros en el estado de Jalisco; el P. Javier García Villafaña fue asesinado en la carretera entre los municipios de Cuitzeo y Huandacareo, cuando se dirigía en coche a celebrar la misa; Gertrudis Cruz de Jesús y Gliserina Cruz Merino, jóvenes catequistas, fueron asesinadas en una emboscada cuando se dirigían a una procesión eucarística en el estado de Oaxaca.
En Estados Unidos (2), monseñor David O’Connell, obispo auxiliar de Los Ángeles, fue asesinado por el marido de la asistenta que le cuidaba, que fue detenido y confesó ser el autor del crimen; don Stephen Gutgsell murió tras un ataque con arma blanca que tuvo lugar en la rectoría de la iglesia de Fort Cahloun, pequeña comunidad de Nebraska que dirigía desde hacía 11 años.
En ASIA han sido asesinados cuatro laicos.
En Filipinas (2) entre las víctimas del artefacto explosivo detonado durante la celebración eucarística en la Universidad Estatal de Mindanao, en la provincia de Lanao del Sur, se encontraban dos estudiantes católicos y voluntarios de la comunidad de la capellanía universitaria, comprometidos en la animación litúrgica: Junrey Barbante y Janine Arenas.
En Palestina (2) Samar Kamal Anton y su madre, Nahida Khalil Anton, fueron asesinadas por francotiradores cuando se dirigían al convento de monjas de la Madre Teresa en Gaza. Una fue asesinada cuando intentaba llevar a la otra a un lugar seguro. Ambas pertenecían a un grupo de mujeres, católicas y ortodoxas, comprometidas con una trayectoria de fe y apostolado, sobre todo a favor de los pobres y los discapacitados.
En EUROPA ha sido asesinado 1 laico.
En España (1) Diego Valencia, laico, sacristán de la parroquia de Nuestra Señora de La Palma, en Algeciras, provincia de Cádiz, fue asesinado por un joven marroquí armado con un machete, que hirió a otras personas además de a él.