Papa Francisco recibió en audiencia a una delegación ecuménica de Finlandia Foto: Vatican Media

Papa Francisco a protestantes finlandeses: “nuestra meta común es Jesucristo”

Discurso del Papa Francisco a una delegación ecuménica de Finlandia

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 19.01.2024).- En el contexto de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, en la que participa también la Iglesia católica, el Papa Francisco recibió en audiencia a una delegación ecuménica de Finlandia, con quienes compartimos la memoria litúrgica de san Enrique. Por la parte católica acompañaron al Papa el prefecto del Dicasterio para la Unidad de los Cristianos, cardenal Kurt Koch, el secretario del Dicasterio, monseñor Brian Farrell, LC, y el obispo de Helsinki. A continuación la traducción al castellano del discurso del Papa:

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A todos vosotros, miembros de la Delegación ecuménica finlandesa, os doy una cordial bienvenida: «Gracia y paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo» (Rom 1,7).

Me alegro de que hayáis venido a Roma de nuevo este año como peregrinos para celebrar juntos la fiesta de san Enrique, en la ya probada forma ecuménica. Saludo en particular a los que participan por primera vez en esta peregrinación; mientras que por primera vez te doy la bienvenida, querido hermano Raimo, como nuevo obispo católico de Helsinki: ¡que el Señor bendiga tu ministerio!

Querido obispo Åstrand, le agradezco muy sinceramente sus reflexiones, que siempre comparte tan bien, llenas de referencias a los testimonios de los santos y de espíritu ecuménico. Y le agradezco también los regalos, que están muy bien pensados.

 

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Me han impresionado tus reflexiones sobre el valor del camino y de la Iglesia peregrina. Como miembros de la comunidad de los bautizados, estamos en camino y nuestra meta común es Jesucristo. Y esta meta no está lejos, no es inalcanzable, porque el Señor ha salido a nuestro encuentro con su misericordia, se ha acercado en la Encarnación y se ha hecho Camino, para que podamos caminar seguros, en medio de las encrucijadas y las falsas direcciones del mundo, a menudo mentiroso.

Los santos son hermanos y hermanas que han recorrido este camino hasta el final y han llegado a la meta. Nos acompañan como testigos vivos de Cristo, nuestro Camino, Verdad y Vida. Nos animan a permanecer en el camino del discipulado, incluso cuando luchamos, cuando caemos. Como luces encendidas por Dios, brillan ante nosotros para que no perdamos de vista la meta. «¡Confía en la gracia de Dios! – nos dicen- Él os ama y os llama también a vosotros a ser santos» (cf. Rm 1,7).

 

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Oyéndoos hablar y conociendo vuestras realidades doy gracias a Dios, porque ha habido momentos en que la veneración de los santos parecía dividir más que unir a los creyentes católicos y ortodoxos, por un lado, y a los evangélicos, por otro. Pero no es así como debería ser y, de hecho, nunca ha sido así en la fe del santo pueblo fiel de Dios. Así, en la Liturgia eucarística rezamos a nuestro Padre celestial: «La multitud de los santos proclama tu grandeza; pues en la coronación de sus méritos coronas la obra de tu gracia» (Prefacio de los santos I). Y además, la Confessio Augustana, en el artículo 21, afirma que «hay que hacer memoria de los santos, para fortalecer nuestra fe, al ver cómo recibieron la gracia y cómo fueron ayudados por la fe; y para tomar ejemplo de sus buenas obras».

Queridos hermanos y hermanas, habéis recordado a algunos grandes santos nórdicos: Brígida, Enrique y Olav. Esto hace pensar en lo que escribió el Papa san Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint: «Quisiera -cito- recordar aquel encuentro de oración que me unió, en la misma basílica de San Pedro, para la celebración de las Vísperas, con los arzobispos luteranos, primados de Suecia y Finlandia, con ocasión del VI centenario de la canonización de santa Brígida. […] Esto es un ejemplo, porque la conciencia del deber de rezar por la unidad se ha convertido en parte integrante de la vida de la Iglesia» (n. 25). Si el milenio de la muerte de san Olav, en 2030, puede inspirar y profundizar nuestra oración por la unidad, y también nuestro caminar juntos, será un don para todo el movimiento ecuménico.

 

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Queridos amigos, os doy las gracias, porque este encuentro con vosotros es un signo vivo en el contexto de la Semana de oración por la unidad de los cristianos que comenzó ayer. Hagamos que esta cita ecuménica no se reduzca a un cumplimiento y que no se vuelva autorreferencial: que tenga siempre la savia del Espíritu Santo y que esté abierta para acoger a los hermanos más pobres y olvidados, y también a los que se sienten abandonados por Dios, que han perdido el camino de la fe y de la esperanza.

Y ahora quisiera invitaros a rezar juntos el Padre Nuestro. Podemos hacerlo cada uno en nuestra propia lengua. Invoquemos a nuestro Padre celestial: «Padre nuestro…».

 

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

 

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Redacción Zenit

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