fue recibida en audiencia por el Papa Francisco la mañana del lunes 12 de mayo. Photo: Vatican Media

Papa recibe en audiencia en Vaticano a siro malabares: aborda tema del cisma y llama a la unidad

Discurso del Papa a una delegación de la iglesia siro malabar

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(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 14.05.2024).- Una delegación de la segunda iglesia católica oriental más numerosa del mundo, en comunión con el Papa, la de los siro-malabares (con 4,5 millones de miembros), fue recibida en audiencia por el Papa Francisco la mañana del lunes 12 de mayo.

Liderada por el nuevo arzobispo mayor de los siro-malabares (que recibe trato de “Beatitud”), el Papa les recibió en la Sala del Consistorio. Esta iglesia católica oriental en comunión con el Papa ha enfrentado uno de sus problemas más relevantes y recientes a raíz de cambios en su modo de celebrar la misa. Una diócesis de casi medio millón de siro-malabares se ha opuesto ha ello. Papa Francisco envió a un representante a India, pero no pudo poner en comunión a las personas. A finales de 2023 el Papa Francisco envió un video advirtiendo de sanciones canónicas a los sacerdotes que no respetasen la decisión sobre la nueva forma de celebrar la misa. Este tema fue tratado en el discurso del Papa. Ofrecemos a continuación la traducción al castellano del discurso del Papa. La traducción es de ZENIT:

***

Beatitud,

Excelencias,

queridos hermanos y hermanas,

Estoy encantado de conocerle y darle la bienvenida a usted, a sus hermanos obispos y a quienes le acompañan en su primer viaje a Roma desde su elección. ¡Ha sido una hermosa elección! Saludo también fraternalmente a los representantes de la comunidad siro-malabar en Roma.

Los fieles de su amada Iglesia son conocidos, no sólo en la India, sino en todo el mundo, por el vigor de su fe y devoción. La vuestra es una fidelidad antigua, enraizada en el testimonio, hasta el martirio, de santo Tomás, apóstol de la India: sois custodios y herederos de la predicación apostólica. Habéis tenido muchos desafíos en el curso de vuestra larga y agitada historia, que en el pasado también ha visto a hermanos en la fe cometer actos perversos contra vosotros, insensibles a las peculiaridades de vuestra floreciente Iglesia. Sin embargo, habéis permanecido fieles al Sucesor de Pedro. Y hoy me alegra acogeros y confirmaros en la gloriosa herencia que habéis recibido y que lleváis adelante. Sois obedientes, y donde hay obediencia hay Ecclesia; donde hay desobediencia hay cisma. Y sois obedientes, esa es vuestra gloria: la obediencia. Incluso con sufrimiento, pero hacia adelante.

Es vuestra historia, singular y preciosa, y es una herencia única para todo el pueblo santo de Dios. Aprovecho la ocasión para recordaros que las tradiciones orientales son tesoros indispensables en la Iglesia. Especialmente en una época como la nuestra, que corta las raíces y mide todo, por desgracia también la actitud religiosa, en lo útil y lo inmediato, el Oriente cristiano nos permite beber en fuentes antiguas y siempre nuevas de espiritualidad. Estas fuentes frescas aportan vitalidad a la Iglesia, y por eso es bueno que yo, como obispo de Roma, os anime a vosotros, fieles católicos siro-malabares, dondequiera que estéis, a cultivar bien el sentido de pertenencia a vuestra Iglesia sui iuris, para que brille aún más su gran patrimonio litúrgico, teológico, espiritual y cultural. Y también le dije a Su Beatitud que pidiera jurisdicción para todos vuestros emigrantes en tantas partes de Oriente Medio. He dicho que deben pedir la jurisdicción con las cartas, pero hoy ya he dado la jurisdicción y pueden actuar con ella. También deben hacer los trámites a través de las cartas, pero a partir de hoy pueden hacerlo. Deseo ayudaros, pero sin sustituiros, precisamente porque la naturaleza de vuestra Iglesia sui iuris os capacita no sólo para examinar atentamente las diversas situaciones, sino también para tomar las medidas oportunas para afrontar las pruebas que estáis atravesando con responsabilidad y valentía evangélica, fieles a la guía del Arzobispo Mayor y del Sínodo. Esto es lo que quiere la Iglesia: fuera de Pedro, fuera del Arzobispo Mayor no está la Ecclesia.

En este sentido, recientemente he dirigido cartas y videomensajes a los fieles para advertirles de la peligrosa tentación de querer centrarse en un detalle, al que no quieren renunciar, en detrimento del bien común de la Iglesia. Es la deriva de la autorreferencialidad, que lleva a no sentir más razón que la propia. En español, decimos que esta autorreferencialidad se llama ‘yo, me, mi, conmigo, para mí’: yo, me, conmigo, para mí, todo para mí. Y es aquí donde se cuela el demonio -el demonio existe-, el divisor, frustrando el deseo más sentido que el Señor expresó antes de inmolarse por nosotros: que nosotros, sus discípulos, seamos «uno» (Jn 17,21), sin dividirnos, sin romper la comunión. Preservar la unidad, por tanto, no es una exhortación piadosa, sino un deber, y lo es especialmente cuando se trata de sacerdotes que han prometido obediencia y de quienes el pueblo creyente espera ejemplo de caridad y mansedumbre.

Beatitud, trabajemos con determinación para preservar la comunión, y recemos incansablemente para que nuestros hermanos, tentados por la mundanidad que lleva al anquilosamiento y a la división, se den cuenta de que forman parte de una familia más grande, que los ama y los espera. Como el Padre hacia el hijo pródigo, dejemos las puertas abiertas y el corazón abierto para que, una vez arrepentidos, no les resulte difícil entrar (cf. Evangelii gaudium, 46): les esperamos. Que haya confrontación y discusión sin miedo -está bien-, pero sobre todo oremos, para que, a la luz del Espíritu, que armoniza las diferencias y reconduce las tensiones a la unidad, se resuelvan los conflictos. Con una certeza: que el orgullo, las recriminaciones, la envidia no vienen del Señor y nunca conducen a la concordia y a la paz. Faltar gravemente al respeto al Santísimo Sacramento, Sacramento de la caridad y de la unidad, discutiendo los detalles celebrativos de esa Eucaristía que es el punto más alto de su adorada presencia entre nosotros, es incompatible con la fe cristiana. El criterio orientador, el verdaderamente espiritual, el que deriva del Espíritu Santo, es la comunión: significa verificar la adhesión a la unidad, la custodia fiel y humilde, respetuosa y obediente, de los dones recibidos.

Y quisiera decir a todos: en tiempos de dificultad y de crisis, no os dejéis llevar por el desánimo o por un sentimiento de impotencia ante los problemas. Hermanos y hermanas, no apaguemos la esperanza, no nos cansemos de ser pacientes, no nos cerremos en prejuicios que llevan a la animadversión. Pensemos en los grandes horizontes de la misión que el Señor nos confía, la misión de ser signo de su presencia amorosa en el mundo, ¡no escándalo para los que no creen! Pensemos, al tomar cada decisión, en los pobres y en los alejados, en las periferias, en los que están en la India y en la diáspora, en los existenciales. Pensemos en los que sufren y esperan signos de esperanza y consuelo. Sé que la vida de muchos cristianos en muchos lugares es difícil, pero la diferencia cristiana consiste en responder al mal con el bien, en trabajar incansablemente con todos los creyentes por el bien de todos los hombres.

Os agradezco el compromiso de vuestra Iglesia en los campos de la formación familiar y de la catequesis, y apoyo vuestro trabajo pastoral con los jóvenes y las vocaciones. Estoy cerca de vosotros en la oración y os llevo cada día en mi corazón. Y vosotros, por favor, llevad mi aliento a vuestros hermanos y hermanas.

Juntos miramos a Jesús: a Él crucificado y resucitado, a Él que nos ama y nos hace uno, a Él que nos quiere reunidos como una sola familia en torno a un mismo altar. Como el apóstol Tomás, miramos sus llagas: todavía hoy son visibles en los cuerpos de tantas personas hambrientas, sedientas y descartadas, en las cárceles, en los hospitales y a lo largo de los caminos; tocando con ternura a estos hermanos y hermanas, acogemos al Dios vivo en medio de nosotros. Como Santo Tomás, miramos las llagas de Jesús y vemos cómo de esas llagas, que habían aturdido a los discípulos y podían haberlos sumido en una culpa irreparable, el Señor hizo brotar cauces de perdón y de misericordia. Corazón ancho, corazón ancho, ¡siempre! ¡Qué asombro debió embargar al apóstol Tomás al contemplarlos y ver cómo sus dudas y temores se desvanecían ante la grandeza de Dios! Es el asombro el que genera esperanza, es el asombro el que le impulsó a salir, a cruzar nuevas fronteras para convertirse en vuestro padre en la fe. Cultivemos este asombro de la fe, que nos permite superar todos los obstáculos.

Y vosotros, queridos fieles de la comunidad siro-malabar de Roma, descendientes del apóstol Tomás en la ciudad de Pedro y Pablo, tenéis un papel especial: desde esta Iglesia, que preside la comunión universal de la caridad (cf. San Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos), estáis llamados a rezar y cooperar de manera especial por la unidad dentro de vuestra Iglesia, no sólo en Kerala, sino en toda la India y en el mundo. Kerala es una mina de vocaciones. Recemos para que siga siéndolo.

Beatitud, gracias por esta visita fraterna, me alegro. Queridos hermanos y hermanas, de corazón os bendigo y os encomiendo a la Virgen María, a Santo Tomás Apóstol y a vuestros santos y mártires; y os pido, por favor, que no os olvidéis de rezar por mí. Gracias, ¡muchas gracias!

Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.

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Redacción Zenit

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