Matteo Matzuzzi
(ZENIT Noticias – Il Foglio / Roma, 19.05.2024).- A finales de mayo de 2021, un grupo indígena canadiense de la Columbia Británica había convocado a los medios de comunicación para informar del descubrimiento de los restos enterrados de 215 niños indígenas en las inmediaciones de un internado católico, el Kamloops Indian Residential School. El descubrimiento, se señalaba, había sido posible gracias a la exploración de un georradar, que aprovechaba las ondas electromagnéticas y evitaba así las excavaciones. La conmoción fue enorme, sobre todo porque ese internado (Kamploops) había sido durante un tiempo el mayor de Canadá, hasta que cerró después de que el control pasara al Estado en 1969. El New York Times calificó el asunto de «historia horrible». Dos años y medio después, sin embargo, no se ha encontrado ningún cadáver. Ni siquiera un hueso.
La noticia del hallazgo de los restos de los niños llevó inmediatamente al Primer Ministro Justin Trudeau a pedir a la Iglesia católica que «asumiera la responsabilidad» de lo ocurrido en una rueda de prensa ad hoc, instándola a publicar todos los documentos relativos a las instituciones bajo su control. No sólo eso, Trudeau amenazó con «medidas duras», incluso demandas judiciales para obligar a la Iglesia a doblegarse. «Como católico», dijo el Primer Ministro, «estoy profundamente decepcionado con la postura que la Iglesia católica ha adoptado ahora y en los últimos años». Trudeau tiró del Papa, recordando que ya en 2017 le había pedido una «disculpa formal» y que tomara medidas para dar cuenta de los más de 4.100 estudiantes que se cree que han muerto por enfermedad o desnutrición. El 6 de junio, al final del Ángelus, Francisco expresó su «cercanía al pueblo canadiense, traumatizado por la estremecedora noticia». El triste descubrimiento agudiza aún más la conciencia del dolor y del sufrimiento del pasado». Mientras tanto, noventa y seis iglesias de Canadá han sido asaltadas, dañadas, profanadas o incendiadas.
La más reciente, el 15 de diciembre de 2023, la iglesia de la Misión Católica de San Gabriel, en Janvier (Alberta). Colonizadores», «asesinos», «si hacéis daño y/o matáis niños, deberíais ser quemados vivos», son algunas de las inscripciones que aparecieron en el exterior de los edificios sagrados. Trudeau, aunque condenó los hechos, añadió que en la raíz de estos fenómenos está la «ira» de la gente. Desde mayo de 2021, no se ha realizado ninguna excavación en las inmediaciones del internado indio de Kamploos y esos 215 niños indígenas se han convertido -según las prudentes retractaciones de geólogos, expertos y técnicos locales- en «irregularidades del terreno». La antropóloga Sarah Beaulieu, una de las primeras en realizar las exploraciones del terreno, corrigió el tiro afirmando que se trataba de «probables enterramientos» y que las anomalías del suelo podían deberse a «movimientos de raíces».
Como escribió hace unos días Anna Farrow en un largo artículo en el Catholic Herald, incluso en los lugares donde se realizaron excavaciones no se encontró nada: catorce excavaciones en una iglesia católica de Manitoba tras haberse detectado importantes anomalías. Resultado, no se encontró ningún cuerpo humano ni restos. Se realizaron excavaciones cerca del internado de Shubenacadie, donde supuestamente había dieciséis enterramientos. No se encontró nada.
En los terrenos del Hospital Charles Camsell, en Alberta, se realizaron hasta treinta y cuatro excavaciones. De nuevo, sin resultado.
En el Catholic Register, el presidente de la Liga Católica de Derechos Civiles, Philip Horgan, afirmó que se ha hecho demasiado ruido sobre el asunto: una narrativa tóxica ha hecho que ‘se toleren y justifiquen los crímenes contra los católicos’. Después de todo, «cuando se siguen haciendo declaraciones sobre la existencia de fosas comunes y niños desaparecidos, sin pruebas, es probable que la mayoría de estos ataques criminales continúen». Y no se trata de negar pruebas históricas, como las de la violencia contra los pueblos indígenas: Horgan lo dice porque a cada objeción sobre la inexistencia de fosas comunes, la respuesta es que «la negación es violencia y el negacionismo es odio», como dijo Kimberey Murray, punta de lanza de la campaña para encontrar los restos de los niños enterrados en los terrenos de los internados.
El Papa pidió disculpas, expresó su pesar a una delegación de indígenas recibida en el Vaticano y, en el verano de 2022, viajó personalmente a Canadá y definió como «genocidio cultural» la práctica utilizada entre el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX de arrebatar -incluso por la fuerza- a los niños de las comunidades indígenas y obligarles a «asimilarse» al resto de la población local, rompiendo todo vínculo con sus propias costumbres y tradiciones.
Recientemente se ha publicado el libro «Grave Error: How the Media Misled Us (and the Truth about Residential Schools» (Grave error: cómo nos engañaron los medios de comunicación y la verdad sobre los internados) en el que se recogen dieciocho reconstrucciones de lo ocurrido en Canadá, no sólo tras la noticia del descubrimiento de los supuestos restos, sino también reconstruyendo la historia de los internados. No hay uniformidad de pensamiento entre los expertos, pero en un punto todos coinciden: «Aún no hay pruebas convincentes de la existencia de fosas anónimas, niños desaparecidos, asesinatos y genocidios en los internados».
El autor es jefe de redacción del periódico italiano Il Foglio, donde se ocupa de temas relacionados con el Papa y la religión. Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.
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