(ZENIT Noticias / Roma, 03.06.2024).- El pasado 22 de mayo, el Vaticano sugirió a China establecer una oficina permanente en el país del Dragón para mejorar la relación diplomática con Beijing, durante un congreso realizado en Roma con la participación del papa Francisco.
La Santa Sede impulsó el congreso titulado “100 años del Concilio Chino: entre la historia y el presente”, en la Pontificia Universidad Urbaniana, antes de la Jornada de Oración por la Iglesia en China que estableció Benedicto XVI en 2007, coincidiendo con la fiesta de la Virgen de Sheshan que se celebra el 24 de mayo. Asistió al congreso el obispo de Shanghái, Joseph Shen Bin, y el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin.
El obispo de Shanghái participó con el permiso de Pekín, facilidad excepcional del Gobierno de China continental para que el prelado asistiera a un evento público fuera del país como orador principal.
Por su parte, Wang Wenbin, portavoz del Minist7erio de Relaciones Exteriores chino, declaró en la misma fecha que “en los años recientes, China y el Vaticano han mantenido compromiso, han mantenido una comunicación profunda sobre las relaciones bilaterales y los temas internacionales candentes y han aumentado su entendimiento y confianza. China está dispuesta a trabajar con el Vaticano para mejorar las estables relaciones”.
El papa Francisco expuso en un mensaje de video que la reunión de 1924 en Shanghái fue un punto de inflexión para las relaciones entre el Vaticano y China, primer y único concilio de la iglesia realizado en el país asiático, y reconoció que la iglesia en China debe «tener cada vez más un rostro chino». También apunto que la Iglesia católica no representa una amenaza para la soberanía de Beijing y admitió que los misioneros occidentales habían cometido «errores» en siglos pasados en su celo por convertir a los fieles chinos.
El obispo Shen preside el Consejo de Obispos Chinos, como se denomina a la asociación episcopal controlada por el Partido Comunista y no reconocida por la Santa Sede. «Que haya podido alcanzar este puesto demuestra que goza de la confianza del Partido y del Estado chino», señala la sinóloga Katharina Feith, del China Zentrum de Alemania. El obispo pasó de la diócesis de Haimen (Jiangsu) a Shanghái por decisión de las autoridades chinas, sin la aprobación de la Santa Sede, acto que provocó las protestas del Vaticano.
El su discurso, monseñor Shen elogió los frutos del Concilio Chino de hace 100 años donde Shanghái aprobó una legislación canónica para la vida de la Iglesia en el país y desarrolló el clero autóctono. Exaltó los esfuerzos de la Iglesia china para ser «siempre fiel a su fe católica» adaptada «al nuevo sistema político». Fue importante otro comentario: «La política de libertad religiosa del Gobierno chino no tiene ningún interés en cambiar la fe católica, sino que solo espera que el clero y los fieles católicos defiendan los intereses del pueblo chino y se liberen del control de las potencias extranjeras». Se refirió a la Asociación Patriótica, que vigila la vida eclesial para el Gobierno, anotando que la República Popular China no se opone a que los católicos chinos mantengan contactos religiosos con el Vaticano, pero «con la condición de que no fueran en contra de los intereses del pueblo chino, no violaran la soberanía de China y de que el Vaticano cambiara su política de hostilidad hacia China».
El Gobierno del país asiático acentúa el carácter chino de su Iglesia en la nación y subraya la independencia y autogobierno de la Iglesia ante fuerzas externas. La Santa Sede desea que se permita al Papa nombrar los obispos chinos. Se prevé que se renueve el acuerdo entre la Santa Sede y China en septiembre.
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