(ZENIT Noticias / Jerusalén, 18.06.2024).- Los cristianos son numerosos en Líbano y Egipto, y solo el 1% de la población en Cisjordania y Gaza, proporción ligeramente mayor en Israel.
Los católicos de habla hebrea en Israel son pocos. Su atención pastoral y espiritual depende del Vicariato de Santiago, dirigido por el padre Piotr Zelazko, sacerdote polaco en Jerusalén.
Entrevistado por The Catholic Herald sobre la vida de los católicos de origen hebreo, platica que «el 99,9 por ciento de la Iglesia aquí, en Israel, habla árabe: somos un grupo pequeño, muy pequeño».
Los católicos de habla hebrea se unen geográficamente para formar una kehilá, que significa congregación, y los kehillot existen en Jerusalén, Tel Aviv, Haifa, Beersheba y Tiberíades.
El Vicariato de Santiago también atiende a los hijos de migrantes que han crecido en Israel y hablan hebreo. «En Japón, la Iglesia católica habla y reza en japonés, y en Madagascar en francés o en las lenguas locales», comenta el padre Zelazko. En Israel, los ciudadanos de cualquier origen hablan hebreo con fluidez. «Y así, la Iglesia católica aquí habla hebreo».
El padre Priot explica que, aparte de los preceptos de la fe, el Vicariato no pone exigencia sobre la forma de vida a los católicos de habla hebrea: «Tenemos personas que guardan el Shabat y solo comen comida kosher y tenemos personas que dicen: «Está bien, tengo raíces judías, pero esto no es una parte importante para mí»».
Además, el sacerdote comenta: «No es solo el idioma. Vivimos en medio de la sociedad israelí. Es probablemente la primera vez en la historia del mundo que la Iglesia Católica es una minoría dentro de una sociedad judía. Siempre fue al revés. Tanto la Iglesia como la sociedad judía necesitan aprender qué hacer con esta situación. Pero no somos un gran grupo dominante: somos solo pequeña minoría».
«Si enciendes la radio israelí, la mayor parte de la música clásica, la mayor parte del material que hay es música cristiana. Es extraño escuchar en hebreo en la radio pública: «Ahora escucharemos el Agnus Dei, que es una parte de la misa católica donde saludamos al Mesías como el Cordero de Dios». Esta riqueza cultural atrae a la gente». La arqueología es otra esfera en la que la interacción entre los mundos judío o secular y cristiano es fuerte en Israel.
El padre Piotr amplía el panorama: «Queremos ser parte de esta sociedad. Celebramos todas las fiestas judías como parte de este país. Israel se centra en el Antiguo Testamento y tal vez dos semanas antes de Navidad, cuando les pregunté a los niños a qué fiesta nos acercamos, naturalmente dirían Janucá, porque es lo que sucede en la sociedad, en todos los comerciales en la televisión, en toda la vida escolar».
Y añade: «Yom Kippur es probablemente la fiesta judía más grande. Yo siempre predico en ella: hacer un examen de conciencia. Prepárate para la confesión. Trata de interactuar con Dios». Los israelitas se quedan en casa en el Día de la Expiación, televisión no transmite y las calles generalmente están vacías. «¡No tienes excusa para decir «no tuve tiempo» porque no hay nada más que puedas hacer!».
Los católicos se comportan el domingo y en las fiestas cristianas como otros fieles en cualquier lugar del mundo, solo que lo hacen en hebreo: «La misa dominical es en hebreo. Absolutamente todas nuestras misas son en hebreo. Oramos en hebreo. Tenemos primeras comuniones en hebreo. Tenemos un hermoso libro de oraciones: oraciones católicas en hebreo para toda la familia. Es una gran riqueza descubrir cómo es nuestro lenguaje litúrgico, cuánto toma de la Biblia misma. Y, si lo escuchas y luego lo lees, o al revés, te sientes como «OK, esto es todo». Esto es lo que la Iglesia ha estado haciendo durante dos mil años».
El padre Priot señala las raíces judías de la Iglesia: «No se puede evitar el hecho de que Jesús, su Madre y sus primeros discípulos eran judíos. Creo que los primeros quince obispos de Jerusalén tenían orígenes judíos. Nos olvidamos de esto en la Iglesia».
Reconoce también que las dificultades de vivir la fe en las sociedades posmodernas piden a los cristianos una nueva forma de transmitir y vivir la fe: «La Iglesia debería volver a Jerusalén para entender quiénes somos y de qué manera ser en una sociedad moderna. Tal vez sea hora de recuperar las raíces judías de la Iglesia. A veces bromeo diciendo que respiramos el mismo aire que respiraba Jesús, bebemos la misma agua y vemos los mismos árboles. Tal vez no árboles, pero al menos el mismo cielo. ¿Qué pueden entender nuestros jóvenes del Evangelio si no conocen este contexto de Oriente Medio? Tenemos el privilegio de estar aquí».
El padre Piotr nació en Polonia y llegó a Jerusalén para hacer su doctorado. «Llevo aquí quince años. Yo ya era sacerdote y estudié en Roma. Vine aquí a estudiar. Para mí, fue una gran decisión. Nuestra diócesis madre es importante y es parte de nuestra espiritualidad. Pero de alguna manera Dios me guio hasta aquí. Todos los católicos, dondequiera que estén, deben venir a visitar Jerusalén y verla con sus propios ojos, para profundizar en su espiritualidad».
El Vicariato se fundó como asociación en la década de 1950 bajo el patrocinio del primer obispo de Jerusalén, el apóstol Santiago, y erigido bajo la autoridad del Patriarcado Latino de Jerusalén en 2013. El actual patriarca, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, llegó como fraile franciscano en 1998 y cuidó a los católicos de habla hebrea.
Se estima que el Vicariato cuida pastoralmente a unos seis o siete mil católicos, número estable en los últimos años, y ha producido vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. El cardenal observa: «He sido parte de esto durante mucho tiempo. No es una comunidad grande, pero tienen la misión especial de mantener vivas nuestras relaciones con la comunidad judía en general. Conociendo también nuestra historia de tensiones con los judíos, esta presencia en medio de esta misma sociedad, rezando, es muy positiva. Pueden ayudar a la sociedad judía a entendernos mejor y viceversa, por lo que es muy, muy importante».
El cardenal Pierbattista narra: «Mi gente a veces dice: «¡Padre, somos tan pequeñas, tan pocas parroquias!». Y siempre digo que si una gota de agua dice «soy pequeño y no necesito nada», entonces no tenemos el océano. El Papa Francisco dijo que una vez lo periférico cambiará el mundo, no la corriente principal. Hay tantas cosas que hacemos aquí que no suceden en muchos lugares. Creo que esta pequeña gota dentro de nuestro océano católico es muy significativa e importante. Es también una de las bendiciones que Dios nos mantiene vivos en esta pequeña y frágil iglesia».
Con información de The Catholic Herald.
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