(ZENIT Noticias / Bad Waldsee, Alemania, 18.06.2024).- El pasado mes de febrero sor Philothea Kopp, una religiosa franciscana, cumplió 100 años y casi 70 de vida consagrada a Dios.
En una visita el día de su centésimo aniversario, se pudo conocer un poco más a esta religiosa que ha vivido su consagración a Dios por cerca de 70 años, ya que ingresó en el convento a la edad de 30 años.
En el día de su cumpleaños declaró: “Sólo unas pocas personas pueden celebrar su centenario”. Ella simplemente está agradecida a Dios porque todavía está viva. Luego se vuelve hacia sus hermanas y pregunta asombrada a todos los que la rodean: «¿También están felices de seguir vivos?». Y pide que recen juntos el “Padre Nuestro”.
Nació en Aichhalden, un pequeño pueblo de la Selva Negra que se encuentra en la diócesis de Rottenburg-Stuttgart, en Alemania. Creció allí con nueve hermanos, a quienes cuidaba por ser la mayor de ellos. “Si eran buenos conmigo yo también lo era, pero si no, yo tampoco lo era”, menciona respecto a sus hermanos y ríe. Pero, pese a ser la mayor de los nueve, es la única que aún vive.
Sor Philotea recibió su nombre el día de su profesión por parte del sacerdote del monasterio. El sacerdote escogió ese nombre por lo que significa: “philo-tea” es aquella que ama a Dios.
Es la monja más grande del convento, pero aún recuerda cosas del Catecismo y dice que ella siempre ha buscado en su vida seguir lo que este enseña: «Estamos en la tierra para servir a Dios, para que seamos salvos en la tierra». Además, dice que Dios siempre fue su prioridad y aunque no recuerda exactamente la razón por la que entró al convento, “lo que soy, lo soy por la gracia de Dios”.
Desde hace varios años la hermana Philothea se aloja en la Casa Gut Betha del monasterio, una especie de residencia para ancianos en la que se atiende a unas 60 hermanas mayores y a personas necesitadas de cuidados. Sor Philotea es muy ayudada por sus hermanas, pero ella dice: “siempre debes decir gracias por todo, por el pan, la sopa y (las doy por) todo lo que recibo”.
Dirigiéndose a una imagen de la Virgen donde ella suele rezar, juntó las manos y dijo: Que todos busquen el bien y no hagan el mal. Cierra los ojos y dice: «Madre de Dios, madre bondadosa, ayuda a las personas que luchan. Todos tienen hambre de amor».
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