Sandra Madrid
(ZENIT Noticias – Archimadrid / Madrid, 22.10.2024).- Maruxa Ruiz y David Atienza se casaron hace 24 años. Tienen 10 hijos y 4 en el cielo. «Llevamos en misión en Guam, una isla en medio del Océano Pacífico, desde 2006. Nos envió el Papa Benedicto XVI junto con 200 familias más del Camino Neocatecumenal». Su vocación nació «de vivir la fe en este camino de iniciación cristiana, sostenido por nuestra comunidad en Madrid»
El matrimonio se marchó a Guam, dejando en Madrid a su familia, amigos, y proyectos laborales. David era doctor de Antropología y Maruxa, terapeuta ocupacional en salud mental y terapeuta familiar. «Es que cuando Dios llama lo dejas todo y lo único que te interesa es seguirle». En este sentido afirma que «somos testigos de este Evangelio porque quien deja casa, hermanos, padres, o hijos, por mí y por el Evangelio, recibirá cien veces más – casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones -, y en la edad futura, vida eterna. Dios ha provisto en abundancia, nunca nos ha faltado nada, y encima certifica en nosotros que existe la vida eterna».
«Dios existe y es Padre»
Maruxa afirma que ellos saben que «la misión nos ayuda a todos, y abandonar nuestros planes es vital para preservar nuestra fe y la de nuestros hijos. También explica que la vida cómoda, asegurada, y el afán de controlar el futuro te hace perder el oriente, y cuando estás «desorientado» olvidas de quién te viene la vida. En ese momento, empiezas a creer que «la vida te la das tú mismo trabajando, ahorrando, haciendo muchas cosas, y sobre todo te crees que lo tienes todo bajo control». Y es todo lo contrario, «cuando te dejas llevar por el Señor empiezas a conocerle de verdad».
Es una experiencia increíble «saber que Dios existe y que es Padre, entonces ya no tienes miedo a la vida». En este sentido puntualiza que «todo tiene su origen en Dios, que es el creador, el autor de la vida, por ello cuando Él te lo concede tienes la paz».
«Nuestra vida es un milagro donde Dios actúa»
Respecto a la fe, apunta que «no es un accesorio a la vida espiritualidad», es una «certeza que Dios existe y te mueve hacer cosas increíbles». En este aspecto resalta que por la fe sigue casada después de 24 años, tiene 10 hijos, ha dejado su carrera profesional sin lamentarse por el tiempo invertido, ha perdido su vida viajando, etc. Asimismo, señala que por la fe «evangelizamos muchas tardes y fines de semana, agotando nuestro cuerpo y dedicando muchas horas hablando de Jesucristo». En definitiva, «nuestra vida es un milagro donde Dios actúa».
Regalos de la misión
Maruxa explica que uno de los regalos con los que el Señor les bendijo fue «con el nacimiento de su primera hija nacida en la isla, con síndrome de down», y con ella también otro regalo, «el don de abrirnos a la vida» con nuestros otros hijos. También señala que su cuarta hija, «fue la puerta que nos abrió a la vida con alegría, disipando todos los miedos de tener más hijos».
«Mi misión es estar»
Otro de sus hijos, Mateo, tiene 21 años, y llegó a Guam cuando tan solo tenía 3: «Entré en la misión a través de mis padres que se levantaron para dar la vida en el seminario Redemptoris Mater de esta isla». Durante mucho tiempo su misión era ser «hijo», pero con el tiempo «empecé a ver que mi misión era bastante simple». Explica que entre sus amigos y la gente de Guam, él era diferente en apariencia, pero también en propósito, por ello su misión «es estar». Mateo intenta, «con la gracia del Espíritu Santo, ser un hombre cristiano y que en todas sus acciones pueda representar a Cristo, y así dar un poco de esperanza a la gente que está a mi alrededor». También visita la cárcel «para anunciar la Buena Noticia a los presos y asiste a la Celebración Eucarística». Además explica que otra de sus misiones, es «cuidar a mis hermanos para que mis padres puedan continuar en la evangelización».
«En la isla de Guam tengo una misión»
Gabriel, tiene 18 años y es el tercer hijo de Maruxa y David. Tan solo tenía 6 meses cuando sus padres llegaron a Guam. Cuando llegó a la isla no hablaba muy bien inglés y de pequeño no tenía amigos. En este sentido afirma que, aunque ha sido difícil saltar sobre algunos obstáculos, ve que «Dios le ha hecho feliz». Además señala que las comunidades del Camino Neocatecumenal «me ayudan a madurar espiritualmente y a ver el amor de Dios en mi vida y en la misión». El joven asegura que le encanta la isla y que allí tiene una misión.
«Dios me amaba sin condiciones»
Cuando Maruxa tenía 12 años sus padres se separaron y dentro de ella sintió un vacío interior. Durante ese tiempo pensaba que «el amor no duraba para siempre», quería «agradar a todos», porque eso sí que me daba seguridad, «era como el oxígeno para vivir», pero no me daba cuenta que, «estaba equivocada porque eso me hacía esclava, sentía un ahogo existencial, siempre buscaba un chico nuevo al que gustar o cualquiera que me hiciera caso». En definitiva, «no era libre», siempre tenía «una insatisfacción tremenda» y un «ansia de buscar». Pero un día escuchó la Buena Noticia en su parroquia. Allí escuchó que «Dios me amaba sin condiciones». En ese momento una alegría enorme la invadió. Se dio cuenta que había un lugar donde no tenía que hacer nada, era en la Iglesia. Y entonces «me quedé para siempre por que no he encontrado este AMOR en otra parte».
«Hacer una Pascua diaria»
Maruxa reconoce que ahora sabe que tiene un tesoro y que es para todos, es decir, todo hombre debe estar expuesto a recibir la Buena Noticia. Por ello, hacer una Pascua diaria, es decir, pasar de la muerte a la vida, es el movimiento del cristiano, mueres y recibes la vida de Dios. «Es un plan maravilloso y esa es nuestra misión».
«Id e invitad a todos al banquete»
Respecto al lema del DOMUND, “Id e invitad a todos al banquete” [el DOMUND es el día mundial de las misiones y en 2024 se celebró el 20 de octubre, ndr], señala que hay un banquete en el cielo preparado para cada uno de nosotros, pero que tenemos que empezar hoy mismo a vivir este Reino de los Cielos en la Tierra.
También recuerda que este año se ha anunciado que viviremos un Jubileo, por ello es el momento de reconciliarnos con el Señor, y con los demás, pidiendo perdón, y también un corazón humilde. Por ello, no olvides, concluía Maruxa que «podemos ser misioneros donde estemos, solo hay que abrir el tesoro que tienes delante de ti».
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