(ZENIT Noticias / Dublín, 29.10.2024).- En un paso decisivo, el parlamento de Irlanda, conocido como Dáil, votó el 23 de octubre para «tomar nota» del informe final del Comité Conjunto del Oireachtas sobre la Muerte Asistida, que recomienda un camino hacia la legalización de la muerte asistida en condiciones específicas. La decisión, marcada por una votación de 76 a 53, refleja un sentimiento creciente pero divisivo en torno a la muerte asistida en Irlanda.
El diputado independiente (Teachta Dála) Michael Healy-Rae, que preside el Comité del Oireachtas sobre la Muerte Asistida, expresó sus reservas. «No creo que los legisladores deban acelerar este proceso», dijo a RTÉ, subrayando los posibles riesgos sociales. Healy-Rae argumentó que legalizar la muerte asistida, incluso dentro de límites definidos, podría erosionar los límites morales. “Tal como están las cosas, ayudar a alguien a terminar con su vida se castiga con una pena de prisión obligatoria”, señaló, advirtiendo que aliviar esta restricción podría crear una “pendiente resbaladiza” en la que un número cada vez mayor de personas podrían buscar ayuda para morir por diversas razones.
Defensores como Eilís Mulroy, de la Campaña Pro-Vida, advierten que no se trata de una mera votación de procedimiento. “No se trató de una votación sobre la eutanasia o el suicidio asistido en sí”, afirmó, “sino más bien sobre si el Dáil debería reconocer la naturaleza radical y de amplio alcance del informe del Comité que aboga por la muerte asistida”. Mulroy expresó su preocupación por que la introducción de la eutanasia pudiera restar valor a la inversión de Irlanda en cuidados paliativos, un sector que ya es fundamental para las personas con enfermedades terminales. “La experiencia en otros países nos muestra que legalizar la eutanasia puede hacer que las personas vulnerables se sientan presionadas a terminar con sus vidas”, añadió, señalando la resistencia de grupos como el Colegio de Psiquiatras de Irlanda y la Asociación Irlandesa de Consultores de Medicina Paliativa.
Los obispos irlandeses también han reiterado su oposición, subrayando la santidad de los cuidados al final de la vida. Su declaración de principios de este año sugiere que la enfermedad terminal, en lugar de limitar, puede proporcionar una oportunidad para el crecimiento espiritual y personal. “En las últimas semanas de vida, muchos encuentran una oportunidad para curar viejas heridas, reconectarse con seres queridos y encontrar la paz interior”, señalaron los obispos, defendiendo la importancia de los cuidados paliativos holísticos y compasivos. Reconocieron que, si bien la Iglesia no exige medidas extraordinarias para prolongar la vida, terminarla de forma activa de forma prematura “elimina cualquier potencial de curación y representa una pérdida de esperanza”.
A medida que se intensifica el debate público, los defensores de ambos lados instan a los diputados y candidatos electorales a que sean claros. Mulroy y otros argumentan que los votantes merecen transparencia sobre las posiciones de los legisladores sobre la muerte asistida antes de las próximas elecciones generales. Con el creciente interés público en el tema, Irlanda se encuentra ahora en una encrucijada, cuestionando las implicaciones éticas, espirituales y prácticas de la muerte asistida en un país profundamente arraigado en los valores de la vida y la comunidad.
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