(ZENIT Noticias – TerraSanta.Net / Jerusalén, Ciudad Internacional, 03.02.2025).- El sonido de la lluvia y los disparos del ejército israelí contra el campo de refugiados de Yenín. Esto es lo que se oye desde la casa del abuna Amer Jubran, párroco de la pequeña comunidad católica local, mientras nos cuenta cómo está el clima estos días en la ciudad del norte de Cisjordania.
El 23 de enero, el ejército ordenó la evacuación del campo (aunque el ejército israelí negó que se hubiera emitido una orden oficial). El campo de refugiados es la parte de la ciudad construida en la década de 1950 para albergar a los refugiados de la Nakba de 1948 y donde ahora viven al menos 15.000 personas. El padre Amer explica que la orden es ejecutable a partir de las cinco de la tarde. «La gente tiene que abandonar sus casas, después no se sabe qué pasará. Tal vez se les permita regresar, pero no es seguro».
Han pasado tres días desde que los militares regresaron al campo donde intentan detener a los responsables de un atentado terrorista en Funduq en el que murieron tres israelíes el 6 de enero. Si en la Franja de Gaza los combates han cesado por ahora, en Cisjordania la violencia no cesa y en particular en Yenín y pueblos cercanos la ofensiva militar (que los israelíes han bautizado como «Muro de Hierro») está provocando asesinatos y detenciones.
«Hasta ahora han matado a 12 personas, dos hombres anoche (22 de enero – ed.)», explica el párroco, “Yenín es un poco el centro de la resistencia palestina, por lo que el ejército israelí intenta destruir esta resistencia”. A finales de agosto de 2024, el ejército llevaba ya unos diez días entrando en el campo, destruyendo las principales carreteras, incluida la de acceso al hospital, y dañando edificios y tiendas. Y la vida aquí ya se había vuelto muy difícil después del 7 de octubre de 2023, con el cierre de muchos puestos de control y la suspensión de los permisos de trabajo para los palestinos empleados en Israel. Esto había causado enormes problemas económicos».
El padre Amer cuenta cómo desde hace meses es imposible desplazarse: se tardan cinco horas en llegar a Jerusalén. Se tarda cinco horas en llegar a Nazaret, que en línea recta está sólo a unos 20 kilómetros, pero como los puestos fronterizos están cerrados, hay que recorrer entre 100 y 120 kilómetros.
¿Qué ha ocurrido en este nuevo asalto al campo de Yenín? «La gente se ha encerrado en sus casas, se ha cortado el suministro de electricidad y agua, mientras tanto llueve y hace frío. Se oyen continuamente los ataques de la operación militar». Poco más de un kilómetro separa la zona del campamento de la iglesia de San Salvador, el templo de la comunidad católica en el centro de la ciudad. En el campamento de Yenín, la población es totalmente musulmana, pero cerca viven unas quince familias cristianas con las que el padre Amer mantiene el contacto. «He hablado con personas que viven cerca y me han hablado de varias destrucciones. Las carreteras de acceso están tan dañadas que las ambulancias tienen dificultades para pasar».
La comunidad cristiana local está dispersa entre la ciudad y algunos pueblos de los alrededores, como Burqin, donde hay unas 20 familias cristianas de rito oriental y donde la antigua iglesia de San Jorge conmemora el milagro de los leprosos narrado en el Evangelio de Lucas. Unas 75 familias componen la comunidad de católicos de rito latino de Yenín. «Las relaciones con los musulmanes en general son buenas. Hay una sensación de hastío por la situación, y esto a veces puede crear tensiones. Los cristianos son fuertes y valientes, a pesar de la escasez de trabajo no quieren abandonar sus hogares».
La retirada de los permisos de trabajo a quienes viajaban a diario a la vecina Galilea (Israel) repercute en la vida de las familias. «Como parroquia, intentamos ayudar, pero no tenemos recursos para cubrir todas las necesidades». Abuna Amer cuenta que la iglesia ofrece ayuda a los estudiantes para pagar las tasas escolares y universitarias, ha proporcionado ayuda económica para comprar medicinas y a veces incluso alimentos. La parroquia forma parte del Patriarcado Latino de Jerusalén y el cardenal Pierbattista Pizzaballa visitó Yenín el pasado septiembre, tras los enfrentamientos armados de agosto, y está en contacto permanente con la comunidad.
El párroco reitera que la parroquia no puede limitarse a la ayuda económica. Abuna Amer llegó a Yenín hace unos meses, tras pasar unos años en Jordania y luego en Beyt Jala. Observa cómo la gente está sedienta de la Palabra. «La iglesia está llena en la misa del domingo, que se celebra por la tarde. Hay unas cien personas. Y también hay participación en los pueblos vecinos. Llevo a cabo mis tareas con mis debilidades -confiesa-, pero confío en el Señor y eso me da serenidad. Repito a la gente, sobre todo ahora que ha comenzado el Año Santo, que el Señor da esperanza. Porque Cristo ha vencido a la muerte».
El padre Amer espera también que su comunidad no sea olvidada, que los peregrinos que regresen a Tierra Santa sepan que también en Yenín hay cristianos que necesitan apoyo, mientras la ciudad vive este nuevo asedio.
Traducción del original en lengua italiana realizado por el director editorial de ZENIT.
Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de este enlace.