(ZENIT Noticias / Roma, 21.11.2025).- En un mundo a menudo dividido entre el interés económico y la urgencia ecológica, el Vaticano intenta reconciliar ambos con el lenguaje que mejor domina: la convicción moral. La pequeña ciudad-estado soberana —de apenas 43 hectáreas y ubicada en el corazón de Roma— ha presentado un nuevo y ambicioso plan climático a las Naciones Unidas, comprometiéndose a reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 28 % para 2035 y a convertirse en la primera nación carbono neutral del planeta.
El compromiso, presentado formalmente en septiembre de 2025 en el marco del Acuerdo Climático de París, subraya la determinación de la Santa Sede de traducir su enseñanza moral sobre el cuidado del medio ambiente en políticas tangibles. En el centro de este plan se encuentra un proyecto a la vez simbólico y práctico: un vasto parque solar de 400 hectáreas que se construirá al norte de Roma, diseñado para satisfacer todas las necesidades eléctricas del Vaticano. La iniciativa pondría fin de forma efectiva a la dependencia del Vaticano de la energía importada y marcaría un hito mundial en neutralidad de carbono entre los estados.
Si bien las emisiones del Vaticano son estadísticamente insignificantes —muy por debajo de una centésima del uno por ciento de las emisiones totales mundiales—, la medida tiene un peso moral y diplomático descomunal. Durante décadas, la Santa Sede ha utilizado su poder blando para moldear las normas internacionales sobre clima y desarrollo, posicionando la responsabilidad ecológica no solo como una cuestión ambiental, sino como una cuestión de fe, justicia y dignidad humana.
“La contribución del Vaticano a las emisiones globales puede ser insignificante”, se lee en su presentación a la ONU, “sin embargo, consideramos esencial invertir en proyectos que reduzcan las emisiones y promover la educación en ecología integral, generando beneficios no solo ambientales, sino también éticos y sociales”.
El plan, que actualiza su compromiso previo de 2023 con una reducción del 20 % para 2030, llega antes de la COP30, la próxima gran cumbre climática de la ONU programada para noviembre en Belém, Brasil. La elección de la sede, cerca de la entrada a la selva amazónica, refuerza el atractivo del Vaticano. El Papa León XIV, continuando el énfasis ambiental iniciado por el Papa Francisco, ha descrito repetidamente la Amazonia como un “espejo de la relación herida de nuestra humanidad con la creación”.
En su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, este septiembre, León advirtió que “los más vulnerables entre nuestros hermanos y hermanas son los primeros en sufrir los efectos destructivos del cambio climático, la deforestación y la contaminación. Cuidar la creación no es una opción; es una expresión de fe y de nuestra humanidad compartida”.
Los expertos consideran los nuevos objetivos del Vaticano como pragmáticos y proféticos. Musamba Mubanga, asesor político de Cáritas Internationalis y miembro de delegaciones anteriores de la Santa Sede en las conferencias climáticas de la ONU, afirmó que la medida “demuestra cómo el liderazgo moral puede traducirse en acciones concretas”. Incluso los estados más pequeños, argumentó, pueden “modelar un sentido de responsabilidad que trascienda lo económico e inspire a otros a actuar”.
Sin embargo, las ambiciones del Vaticano van mucho más allá de sus propias fronteras. El nuevo plan describe iniciativas para mejorar la eficiencia energética en los edificios del Vaticano, ampliar el uso de vehículos eléctricos y fortalecer los programas de gestión de residuos y reforestación. La Basílica de San Pedro, el Palacio Apostólico y los complejos circundantes ya están en proceso de modernización energética, mientras que los Museos Vaticanos han inaugurado una nueva entrada con energía solar y una «zona verde» educativa para niños.
Quizás lo más significativo es que el Vaticano pretende aprovechar su vasta influencia global a través de la educación y la pastoral. El plan se compromete a promover la «educación ecológica integral», una idea arraigada en la encíclica Laudato Si’ de Francisco y reafirmada en la exhortación Laudate Deum de León XIV. Esta visión de «conversión ecológica», argumenta el Vaticano, implica transformar no solo las tecnologías, sino también los estilos de vida, las instituciones y las conciencias.
David Knecht, director del Programa de Justicia Climática de Fastenaktion, una organización católica suiza de ayuda, calificó el nuevo plan como «un paso en la dirección correcta con potencial de impacto exponencial». El ejemplo del Vaticano, afirmó, podría inspirar a diócesis, órdenes religiosas y universidades católicas de todo el mundo a cambiar de combustibles fósiles a energías renovables y a adoptar prácticas de uso del suelo más sostenibles. “La Santa Sede tiene una capacidad única para impulsar a la comunidad católica mundial como fuerza moral y práctica para la transformación ecológica”, señaló Knecht.
Aun así, el desafío es inmenso. Los científicos advierten que, de seguir la trayectoria actual, las promesas combinadas de los 197 signatarios del Acuerdo de París aún resultarían en un aumento de 2,6 °C en la temperatura global, muy por encima del umbral de 1,5 °C que los científicos consideran necesario para prevenir impactos catastróficos. Para mantener el rumbo, las emisiones globales deben reducirse a la mitad para 2030 y en un 60 % para 2035, en comparación con los niveles de 2019.
Para el Vaticano, la aritmética de las emisiones puede ser menos importante que el simbolismo de la conversión. Su huella de carbono es pequeña, pero su alcance moral es enorme. Al invertir en energía solar y educación ecológica, la Santa Sede está, en efecto, predicando con el ejemplo, afirmando que la responsabilidad por la creación no puede delegarse únicamente en los poderosos.
Como escribió el Papa León XIV en su discurso más reciente: «La fe debe brillar donde la política titubea. La medida de nuestra administración no es nuestro tamaño, sino nuestra sinceridad».
Si el Vaticano logra la neutralidad de carbono, hará más que alimentar sus luces con el sol. Habrá iluminado un camino para otros, un recordatorio de que en la lucha global contra el cambio climático, la convicción aún puede ser más fuerte que la capacidad.
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