(ZENIT Noticias / San Luis, Argentina, 22.11.2025).- En la diócesis de San Luis, Argentina, un nuevo decreto está redefiniendo discretamente cómo puede sonar la música sacra y qué debería significar. El obispo Gabriel Barba emitió el Decreto n.° 236, un documento que abre la puerta a una gama más amplia de instrumentos musicales en la liturgia, a la vez que aboga por una mayor armonía entre el arte, la fe y la vida comunitaria.
El texto, basado en las enseñanzas del Concilio Vaticano II y las propias directrices litúrgicas de la Iglesia, va más allá de regular. Escucha la evolución del lenguaje musical de las comunidades locales, la necesidad pastoral de inclusión y la verdad perenne de que el canto en el culto no es una interpretación, sino una oración.
Durante siglos, el órgano de tubos ha sido considerado el instrumento privilegiado de la liturgia católica. El decreto del obispo Barba no menoscaba esa tradición, sino que la amplía. Reconoce que otros instrumentos, cuando se tocan con la reverencia y la destreza propias del culto, también pueden elevar los corazones hacia Dios. Sin embargo, el obispo insiste en que la música siempre debe contribuir a la participación de la asamblea, no eclipsarla. “La voz del pueblo sigue siendo el instrumento principal del culto”, escribió en una carta pastoral adjunta dirigida a los fieles. El decreto recuerda a los músicos parroquiales que el acompañamiento instrumental nunca debe ahogar el canto de la congregación ni oscurecer el significado de los textos cantados. La respuesta del pueblo, no el virtuosismo del intérprete, es la medida de la belleza de la música litúrgica.
La carta del obispo Barba sitúa esta reforma dentro de una visión pastoral más amplia: fortalecer la comunión entre los fieles y fomentar la participación activa y consciente en la Misa, principios que desde hace tiempo están en el corazón de la renovación litúrgica posconciliar. Insta a los líderes parroquiales y a los ministerios musicales a preparar las celebraciones con cuidado, para que ningún individuo o conjunto se convierta en el centro de atención. “La celebración pertenece a todo el pueblo de Dios”, escribe, “no a unos pocos”.
El decreto también señala una característica distintiva argentina: la integración de las expresiones musicales locales. Lejos de ser un acto de adaptación cultural, esto se presenta como una declaración teológica: una afirmación de que el culto divino se encarna en las comunidades reales y sus historias. Dentro de los límites de las normas de la Iglesia, las melodías y los instrumentos arraigados en la cultura regional pueden encontrar su lugar en la liturgia, siempre que estén al servicio de la acción sagrada y no sean una mera novedad estética.
Para garantizar la coherencia y la fidelidad, el obispo Barba ha confiado la implementación del decreto a los pastores, las comunidades religiosas y los músicos diocesanos. Se les pide que vean la música no como un adorno, sino como un ministerio que transmite la Palabra, une voces y hace audible la fe de un pueblo.
El documento también reafirma la base doctrinal de los textos litúrgicos. Las letras deben brotar de la fe de la Iglesia, no de la inspiración personal o ideológica. Esta insistencia refleja una preocupación más amplia en la Iglesia actual: que la creatividad en el culto nunca debe separarse de la sustancia teológica.
Para muchos, este nuevo decreto representa más que un acto administrativo. Refleja una sensibilidad pastoral ante las realidades cambiantes del culto católico en Argentina y en el extranjero. A medida que las congregaciones se diversifican y las tradiciones musicales evolucionan, la Iglesia se enfrenta al reto de preservar la unidad sin imponer la uniformidad.
Al lograr este equilibrio, la Diócesis de San Luis ofrece una pequeña pero contundente señal de cómo puede sonar la renovación: ni nostálgica ni experimental, sino arraigada en la tradición y viva en el presente.
En definitiva, la iniciativa del obispo Barba sugiere que la verdadera música litúrgica no se trata de instrumentos, sino de intención. Cuando los músicos tocan y cantan al servicio de la comunión, incluso la melodía más sencilla puede convertirse, en sus palabras, en «una oración que une el cielo y la tierra».
Gracias por leer nuestros contenidos. Si deseas recibir el mail diario con las noticias de ZENIT puedes suscribirte gratuitamente a través de este enlace.
