Hu Zimo
(ZENIT Noticias – Bitter Winter / Beijing, 10.12.2025).- El dilema demográfico de China es uno de los desafíos más acuciantes del siglo XXI. Las repercusiones de la política del hijo único siguen resonando en la sociedad, dejando tras de sí un legado de envejecimiento y disminución de la población, así como una mentalidad antinatalista profundamente arraigada. Si bien informes oficiales recientes sugieren un aumento en los registros de matrimonio, la realidad subyacente es mucho más compleja.
En los primeros tres trimestres de 2025, China registró 5,152,000 millones de matrimonios, un modesto aumento de 405.000 en comparación con el mismo período de 2024. Los medios estatales han celebrado este repunte como una señal de renovado optimismo entre las parejas jóvenes. Sin embargo, los expertos advierten que las cifras podrían reflejar cambios de procedimiento en lugar de un verdadero cambio cultural.
La introducción del acceso al registro matrimonial a nivel nacional —que permite a las parejas registrar su matrimonio en cualquier lugar del país, independientemente del domicilio— sin duda ha facilitado el proceso. Sin embargo, la conveniencia no implica convicción. Muchos de estos registros pueden ser uniones retrasadas, ahora facilitadas por las políticas, en lugar de un aumento repentino de nuevos compromisos.
En un esfuerzo por hacer el matrimonio más atractivo, las ciudades y los lugares pintorescos han comenzado a transformar las oficinas de registro civil en nuevos lugares emblemáticos. Esta fusión del registro civil con la cultura y el turismo ha propiciado el auge del turismo de registro civil, donde las parejas viajan a lugares pintorescos para formalizar su unión.
Un ejemplo sorprendente ocurrió el 29 de agosto de 2025, durante el Festival Qixi, la tradicional celebración del amor en China. Fue el primer Qixi tras la reforma nacional de accesibilidad, y Shanghái registró un récord de 2310 parejas que se casaron, la cifra más alta en casi una década. Cabe destacar que 1130 de estas parejas provenían de otras 29 provincias y municipios y eligieron Shanghái como destino para su ceremonia.
Los gobiernos locales también han comenzado a ofrecer incentivos económicos para fomentar el matrimonio. La provincia de Zhejiang ha emitido vales de consumo para matrimonios, y la política de las «Diez Medidas» de Hunan incluye disposiciones para sobres rojos y otras recompensas para los recién casados. Estas iniciativas buscan hacer que el matrimonio no solo sea más fácil, sino también más atractivo.
A pesar de estos esfuerzos creativos, la crisis demográfica de China no se puede resolver solo con incentivos. La política del hijo único no solo limitó la natalidad, sino que transformó las actitudes culturales hacia la familia, el matrimonio y la reproducción. Muchos jóvenes adultos ahora ven el matrimonio como una carga, los hijos como algo inasequible y los roles familiares tradicionales como obsoletos.
Para revertir verdaderamente la tendencia, China debe reconocer públicamente los errores y el coste humano de la era del hijo único, incluyendo los abortos forzados y las esterilizaciones. También debería promover un renacimiento cultural centrado en la vida familiar, enfatizando el valor emocional, social y espiritual del matrimonio y la paternidad; sin embargo, el neomarxismo de Xi Jinping difícilmente proporciona una base sólida para tal campaña.
El aumento de matrimonios reportado en China puede ser un rayo de esperanza para el régimen, pero corre el riesgo de ser una ilusión estadística a menos que refleje un despertar cultural más profundo. La fusión del matrimonio con el turismo, la celebración del amor en Qixi y la implementación de incentivos no bastan para abordar el problema.
La verdadera solución reside en cambiar mentalidades, sanar heridas del pasado y cultivar una sociedad donde se valoren el matrimonio y la paternidad. Solo así China podrá aspirar a revertir su declive demográfico.
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