(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 14.12.2025).- Al medio día del domingo 14 de diciembre, el Papa León XIV se asomó por la ventana del apartamento pontificio y rezó el Ángelus con miles de peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro. El Santo Padre pronunció previamente la alocución dominical que ofrecemos a continuación traducida al castellano.
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Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
El Evangelio de hoy nos hace visitar en la prisión a Juan el Bautista, que se encuentra encarcelado a causa de su predicación (cf. Mt 14,3-5). Sin embargo, él no pierde la esperanza, convirtiéndose para nosotros en un signo de que la profecía, aunque esté encadenada, sigue siendo una voz libre en busca de la verdad y la justicia.
Desde la cárcel, Juan el Bautista oye hablar «de las obras de Cristo» (Mt 11,2), que son diferentes a las que él esperaba. Entonces envía a preguntarle: «¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?» (v. 3). Quienes buscan la verdad y la justicia, quienes esperan la libertad y la paz, interrogan a Jesús. ¿Es Él realmente el Mesías, es decir, el Salvador prometido por Dios a través de los profetas?

La respuesta de Jesús dirige la mirada hacia aquellos a quienes Él ha amado y servido. Son ellos: los últimos, los pobres, los enfermos, quienes hablan por Él. Cristo anuncia quién es a través de lo que hace. Y lo que hace es un signo de salvación para todos nosotros. En efecto, cuando se encuentra a Jesús, la vida carente de luz, de palabra y de sabor recupera su sentido. Los ciegos ven, los mudos hablan, los sordos oyen. La imagen de Dios, desfigurada por la lepra, recobra su integridad y su salud. Hasta los muertos, totalmente insensibles, vuelven a la vida (cf. v. 5). Este es el Evangelio de Jesús, la buena nueva anunciada a los pobres. Cuando Dios viene al mundo, se ve.
La palabra de Jesús nos libera de la prisión del desánimo y el sufrimiento, toda profecía encuentra en Él el cumplimiento esperado. Es Cristo, de hecho, quien abre los ojos del hombre a la gloria de Dios. Él da la palabra a los oprimidos, a quienes la violencia y el odio les han quitado la voz; Él vence la ideología, que nos hace sordos a la verdad; Él cura las apariencias que deforman el cuerpo.

De este modo, el Verbo de la vida nos redime del mal, que lleva el corazón a la muerte. Por eso, como discípulos del Señor, en este tiempo de Adviento estamos llamados a unir la espera del Salvador a la atención de lo que Dios hace en el mundo. Sólo así podremos experimentar la alegría de la libertad que encuentra a su Salvador: «Gaudete in Domino semper – Alégrense siempre en el Señor» (Flp 4,4). Con esta invitación se abre la Santa Misa de hoy, tercer domingo de Adviento, llamado por eso domingo Gaudete. Alegrémonos, pues, porque Jesús es nuestra esperanza, sobre todo en la hora de la prueba, cuando la vida parece perder sentido y todo se ve más oscuro, nos faltan las palabras y nos cuesta escuchar al prójimo.
Que la Virgen María, modelo de espera, de atención y de alegría, nos ayude a imitar la obra de su Hijo, compartiendo con los pobres el pan y el Evangelio.
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