¿se puede aplaudir dentro de la Misa?

Preguntas sobre liturgia: ¿se puede aplaudir dentro de la Misa?

Pregunta respondida por el padre Edward McNamara, LC, profesor de liturgia y teología sacramental en la Pontificia Universidad Regina Apostolorum.

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Edward McNamanara, LC

(ZENIT Noticias / Roma, 21.12.2025).- Pregunta respondida por el padre Edward McNamara, LC, profesor de liturgia y teología sacramental en la Pontificia Universidad Regina Apostolorum.

P: ¿Existen reglas o normas sobre los aplausos durante la Misa? Es el Día de la Madre: aplausos. Es el Día del Padre: aplausos. Es el Día de los Veteranos: aplausos. Es el cumpleaños de alguien: aplausos (normalmente incluye cantar “Cumpleaños feliz”). Es el aniversario de alguien: aplausos. Hay visitantes: aplausos. La parroquia alcanzó su meta de recaudación de fondos: aplausos. Tenemos un nuevo monaguillo: aplausos. El equipo escolar ganó el gran partido: aplausos. Alguien hace una presentación para alguna organización parroquial: aplausos. Y así sucesivamente. Ya se entiende la idea. La Misa se convierte más en un espectáculo autorreferencial que en un acto de culto. — R.P., Boise, Idaho

R: En general, hay que decir que los aplausos deben ser desalentados durante la Misa.

Aunque existen pocas normas oficiales explícitas sobre el tema, varios Papas han expresado con claridad esta desaprobación. San Pío X afirmó que «no es conveniente que se aplauda al siervo en la casa de su Señor».

Más tarde, san Juan XXIII expresó una idea similar al visitar una parroquia romana, pidiendo a la gente que no gritara ni aplaudiera en el templo de Dios. San Juan Pablo II generó tal entusiasmo que a menudo era recibido con vítores y aplausos y solía ser aplaudido al final de la homilía; sin embargo, en varias ocasiones intentó desalentar los aplausos durante la Misa.

Benedicto XVI, cuando aún era el cardenal Ratzinger, escribió en su libro “El espíritu de la liturgia”: «Cuando en la liturgia estallan los aplausos a causa de algún logro humano, es una señal segura de que la esencia de la liturgia ha desaparecido totalmente y ha sido sustituida por una especie de entretenimiento religioso» (p. 198).

Este principio de no aplaudir los logros o servicios meramente humanos de alguno de los actores litúrgicos (sacerdote, coro, cantor u otros) puede servir como una buena regla práctica para discernir cuándo el aplauso es apropiado o no.

Ya como Papa, Benedicto XVI inició una práctica, mantenida luego por los Papas Francisco y León XIV, consistente en que, justo antes del comienzo de la Misa, un comentarista haga un anuncio en varios idiomas pidiendo a los fieles que se abstengan de aplaudir para vivir plenamente el misterio litúrgico. De este modo, los momentos de aplauso han sido en gran medida eliminados en las Misas papales.

No parece haber muchas normas oficiales a nivel episcopal. Por ejemplo, la Conferencia Episcopal Brasileña ofreció una serie de normas destinadas a promover y orientar la Renovación Carismática Católica para que alcance su pleno potencial como parte integral de la comunidad católica más amplia. En lo referente a la liturgia (nn. 38-44), propuso las siguientes orientaciones, que no deben entenderse como una condena de desviaciones o abusos.

La conferencia recomienda ante todo que los miembros de la Renovación reciban una adecuada formación litúrgica. Recuerda que la liturgia se rige por normas precisas y que no debe introducirse nada externo (n. 40). El n. 41 ofrece indicaciones concretas:

«En la celebración de la Santa Misa no deben enfatizarse de manera inadecuada las palabras de la institución. Tampoco debe interrumpirse la Plegaria Eucarística con momentos de alabanza a la presencia eucarística de Cristo mediante aplausos, aclamaciones, procesiones, himnos de alabanza eucarística u otras manifestaciones que exalten de este modo la Presencia Real y terminen vaciando las diversas dimensiones de la celebración eucarística».

En el n. 42 los obispos indican que la música y los gestos deben ser adecuados al momento de la celebración y ajustarse a las normas litúrgicas. Debe hacerse una clara distinción entre los cantos litúrgicos y otros cantos religiosos reservados a reuniones de oración. Los himnos deberían elegirse preferentemente de un repertorio oficial de cantos litúrgicos.

Al mismo tiempo, la exclusión de los aplausos no es una regla absoluta. Las homilías del Santo Padre todavía concluyen ocasionalmente con aplausos o incluso son interrumpidas por ovaciones entusiastas. Esto también se encuentra en la Iglesia primitiva, donde grandes sermones, como los de san Agustín, eran en ocasiones intercalados con expresiones de aprobación por parte del pueblo.

Aunque no existe ninguna rúbrica que prevea explícitamente los aplausos, hay algunas celebraciones litúrgicas que incluyen momentos en los que podrían permitirse. Por ejemplo, durante el rito de la ordenación hay un momento en el que se invita a la asamblea a manifestar su aprobación del candidato «según la costumbre local». En algunos lugares, esta aprobación puede expresarse mediante aplausos.

En general, sin embargo, la tradición litúrgica romana suele ser sobria en sus manifestaciones externas. Esto es válido incluso en culturas católicas exuberantes en las expresiones de piedad popular, como las procesiones de América Latina, la península ibérica y el sur de Italia, donde los aplausos, vítores y manifestaciones similares son habituales.

En Italia, los aplausos son muy comunes al final de los funerales, cuando el féretro sale de la iglesia. Se trata de un signo de respeto y de afecto hacia el difunto que ha llegado al término de su peregrinación terrena. Esta costumbre puede resultar desconcertante para otras culturas más acostumbradas a una solemnidad funeraria en esos momentos.

Existen también culturas en las que los aplausos o las palmadas son un signo espontáneo de respeto e incluso de veneración.

Por ejemplo, algunos pueblos africanos incluso aplauden durante la consagración, porque ese era el gesto tradicional cuando estaban presentes sus reyes, y parecía natural trasladarlo para saludar la presencia del Rey de reyes. También hay algunas culturas católicas asiáticas que expresan alabanza y gratitud al Señor resucitado con aplausos al final de la Misa.

Finalmente, un fenómeno relativamente reciente es la inclusión de música dentro de la celebración que incorpora palmadas por parte del coro y/o de la asamblea como parte de la ejecución musical misma. Aunque todavía es poco frecuente, podría haber espacio para este tipo de música en ciertas ocasiones, siempre que cumpla las normas generales de la música litúrgica: expresar santidad, calidad formal y universalidad, y estar enraizada en la Sagrada Escritura y en la liturgia misma.

En conclusión, los aplausos están generalmente desaconsejados durante la Misa, especialmente cuando se orientan a honrar logros individuales. No obstante, pueden existir excepciones debidas a profundas diferencias culturales o a ritos específicos.

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Los lectores pueden enviar sus preguntas a zenit.liturgy@gmail.com. Por favor, pongan la palabra “Liturgy” en el asunto. El texto debe incluir sus iniciales, su ciudad y su estado, provincia o país. El padre McNamara solo puede responder a una pequeña selección de las numerosas preguntas que recibe.

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Redacción Zenit

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