(ZENIT Noticias / Áqaba, 23.12.2025).- A orillas del Mar Rojo, en una ciudad hoy más conocida por sus rutas comerciales y turísticas, ha resurgido un capítulo inesperado de la historia cristiana. En Áqaba, al sur de Jordania, un yacimiento arqueológico largamente estudiado por los académicos se ha abierto oficialmente al público: los restos de una iglesia que data de finales del siglo III, considerada ampliamente como el lugar de culto cristiano construido expresamente para el culto más antiguo conocido hasta la fecha.
La ceremonia de inauguración, celebrada el 15 de diciembre, tuvo una repercusión que trascendió el ámbito arqueológico. Por primera vez desde que un devastador terremoto azotó la región en el año 363, las oraciones y los cantos litúrgicos resonaron de nuevo entre muros anteriores a la legalización del cristianismo en el Imperio Romano. Representantes de la monarquía jordana, los patriarcados cristianos y los líderes eclesiásticos se reunieron en el mismo lugar donde antaño se reunían los creyentes en una época en que el culto cristiano público aún era legalmente precario.

El ministro de Turismo de Jordania, Emad Hijazin, ofició la inauguración en nombre del rey Abdullah II, subrayando la doble importancia del evento. El sitio, afirmó, refleja no solo el patrimonio cultural de Jordania, sino también su constante compromiso con la salvaguardia del diverso legado religioso del país. Áqaba, conocida en la antigüedad como Aila, se presenta cada vez más no solo como un destino costero, sino como un lugar donde la historia espiritual permanece tangible.
La liturgia celebrada durante la ceremonia fue presidida por el arzobispo Christoforos de Kyriakoupolis, representante del Patriarcado Ortodoxo Griego de Jerusalén, lo que marcó un momento de continuidad simbólica. Los líderes de la iglesia presentes enfatizaron la importancia de devolver el culto a un espacio que una vez sirvió a una comunidad cristiana que vivió décadas antes de que el Edicto de Milán otorgara la libertad religiosa en el año 313.
Descubierta en 1998 por un equipo dirigido por el arqueólogo estadounidense Thomas Parker, la iglesia fue construida aproximadamente entre los años 293 y 303, durante el reinado del emperador Diocleciano. A diferencia de los lugares de reunión cristianos anteriores —a menudo viviendas privadas adaptadas conocidas como domus ecclesiae—, la estructura de Áqaba se construyó desde cero como una iglesia. Su disposición basilical, con una nave central, naves laterales y un ábside orientado al este, apunta a una comunidad ya madura litúrgica y organizativamente.
Los hallazgos arqueológicos en el yacimiento, que incluyen lámparas de vidrio, cerámica, monedas romanas y cementerios cercanos vinculados a la misma comunidad, ayudaron a confirmar su datación. Pequeños fragmentos de metal, interpretados como partes de una cruz de bronce, refuerzan aún más su identidad cristiana. Sorprendentemente, el edificio sobrevivió a periodos de persecución y continuó en uso durante la era de un imperio cristianizado, hasta que un desastre natural puso fin abruptamente a su función.
La iglesia de Áqaba es anterior a monumentos cristianos emblemáticos como la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén y la Basílica de la Natividad en Belén. Su importancia le ha valido el reconocimiento en el Libro Guinness de los Récords como la iglesia más antigua del mundo conocida, construida específicamente para el culto cristiano, lo que ofrece una perspectiva excepcional de las décadas formativas de la vida eclesial en el mundo romano oriental.

En los últimos años, las autoridades jordanas, en colaboración con socios internacionales, han llevado a cabo cuidadosas labores de conservación. Se estabilizaron los muros de adobe y se instaló un techo protector para resguardar las ruinas de los daños climáticos. El sitio restaurado se ha incorporado ahora a las rutas de peregrinación y turismo cultural más amplias de Jordania, vinculando la geografía bíblica con la evidencia arqueológica.
Para el obispo Iyad Twal, vicario del Patriarcado Latino de Jerusalén en Jordania, la reapertura de la iglesia es un recordatorio del papel histórico del país como encrucijada de religiones. Jordania, afirmó, sigue representando un modelo de coexistencia, donde las comunidades cristiana y musulmana comparten una herencia común arraigada en el respeto y la continuidad.
Más allá de su valor histórico, la iglesia de Áqaba habla discretamente al presente. Recuerda una época en la que la identidad cristiana se forjó sin protección legal, sostenida por pequeñas comunidades cuya fe sobrevivió a imperios y terremotos por igual. El sitio ofrece más que una mirada al pasado: es un testimonio de una fe que tomó forma arquitectónica antes de ganar el favor imperial, y que continúa encontrando un hogar en estas tierras siglos después.
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