(ZENIT Noticias / Roma 23.12.2025).- Entre 2015 y 2025, al menos 212 sacerdotes católicos fueron secuestrados en Nigeria, en una ola de violencia que afecta a todo el país. Así lo revela un estudio en curso realizado por la Conferencia Episcopal de Nigeria, compartido con la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN).
La investigación documenta secuestros en al menos 41 de las 59 diócesis y arquidiócesis católicas del país. Los datos coinciden con las conclusiones del Informe de Libertad Religiosa 2025 de ACN , que identifica a Nigeria como uno de los países más peligrosos del mundo para el clero y los líderes religiosos.
Según el documento enviado a ACN, de los 212 secuestrados, 183 fueron liberados o fugaron, 12 fueron asesinados y 3 murieron posteriormente como consecuencia de traumas y lesiones sufridas durante su cautiverio.
Actualmente, al menos cuatro sacerdotes secuestrados permanecen en cautiverio: el padre John Bako Shekwolo, el padre Pascal Bobbo, el padre Emmanuel Ezema y el padre Joseph Igweagu. El informe también confirma que al menos seis sacerdotes fueron secuestrados más de una vez, lo que pone de relieve la persistente vulnerabilidad del clero católico.
Sin embargo, el número real de casos es sin duda mayor. Aún no se han presentado datos de 18 diócesis, y ACN ha registrado de forma independiente casos aislados de secuestro durante los últimos años en al menos otras cinco diócesis que no se incluyen en el estudio hasta la fecha. Además, el informe no incluye incidentes que involucran a órdenes y congregaciones religiosas.
Iglesias cerradas y comunidades cristianas desplazadas
La diócesis con el mayor número de secuestros según el informe es Okigwe, con 47 casos, seguida de Port Harcourt (14) y Nsukka (13). Varias otras diócesis también reportan cifras particularmente altas, como Kaduna, Kafanchan y Nnewi, cada una con nueve secuestros.
En términos de muertes, la Arquidiócesis de Kaduna ha sufrido el mayor número de sacerdotes asesinados en la última década (cuatro), seguida de Kafanchan (dos), Minna (dos) y Abeokuta, Nnewi, Owerri y Sokoto (uno cada uno).
El impacto de esta violencia ha sido devastador para las comunidades cristianas locales. Aldeas enteras han sido desplazadas, parroquias abandonadas y la vida pastoral se ha visto gravemente perturbada en amplias zonas del país. Solo en la diócesis de Minna, más de 90 iglesias se han visto obligadas a cerrar debido a la actividad terrorista sostenida y la inseguridad crónica. Muchos sacerdotes fueron secuestrados directamente de sus rectorías, mientras viajaban por trabajo pastoral o se dirigían a celebrar la Santa Misa.
¿Quién está detrás de la violencia? Una realidad compleja.
La violencia que devasta Nigeria no afecta solo a los cristianos. El terrorismo, el bandidaje armado y los secuestros también se cobran la vida de muchos musulmanes. Sin embargo, en amplias zonas del país, los cristianos sufren persecución selectiva debido a su fe, especialmente en regiones dominadas por grupos yihadistas y milicias étnico-religiosas.
Según el Informe sobre Libertad Religiosa 2025 de ACN, en el norte, la principal amenaza proviene del terrorismo yihadista, en particular de grupos como Boko Haram y el Estado Islámico de África Occidental (ISWAP), cuyo objetivo declarado es imponer una ideología islamista radical. En el centro de Nigeria, especialmente en el Cinturón Medio , la violencia se debe principalmente a ataques sistemáticos perpetrados por milicias fulani, responsables de masacres, desplazamientos forzados, destrucción de aldeas predominantemente cristianas y la ocupación de tierras de cultivo. Aunque estos conflictos a veces se presentan como de naturaleza étnica o económica, en la práctica afectan abrumadoramente a las comunidades cristianas y tienen una dimensión religiosa.
A esto se suma una persistente discriminación estructural e institucional, que deja a muchas comunidades cristianas del norte sin protección efectiva por parte del Estado.
Al mismo tiempo, una proporción significativa de secuestros en Nigeria se debe principalmente a motivos económicos. El secuestro se ha convertido en una industria criminal altamente rentable, utilizada tanto para financiar actividades terroristas como para sostener redes de bandidaje armado. El clero es un blanco frecuente debido a su fácil identificación, su desprotección general y los extraordinarios esfuerzos que realizan sus comunidades para lograr su liberación. En diócesis como Okigwe —la más gravemente afectada del país— convergen rutas de transporte estratégicas, una débil presencia de seguridad, la proliferación de bandas organizadas de secuestradores y una intensa actividad pastoral rural. Como resultado, los sacerdotes se han convertido en blancos altamente vulnerables dentro de una brutal «economía del secuestro» impulsada por el pago de rescates.
Una emergencia de seguridad a nivel nacional
El número total de personas secuestradas en Nigeria es, por supuesto, mucho mayor y afecta a diversos sectores de la sociedad. El secuestro de sacerdotes representa solo una parte visible de una crisis nacional de secuestros mucho más amplia.
En las últimas semanas, Nigeria también ha experimentado un fuerte aumento en el secuestro masivo de escolares en instituciones educativas, especialmente en las regiones del norte. En respuesta a la creciente ola de secuestros en escuelas, ataques terroristas y violencia armada, el presidente de Nigeria declaró una emergencia nacional de seguridad en noviembre de 2025, autorizando el reclutamiento de 20.000 policías adicionales y el despliegue de medidas de seguridad extraordinarias en varios estados.
Sin embargo, para muchas comunidades locales, las consecuencias de cada secuestro se extienden mucho más allá de las estadísticas: cuando un sacerdote desaparece, una parroquia entera queda sin protección, liderazgo ni esperanza.
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