(ZENIT Noticias / Londres, 25.07.2025).- En un tranquilo rincón de Canterbury, dentro de la iglesia anglicana de San Dunstan, la historia yace bajo el suelo de piedra; o más precisamente, bajo lo que queda de la cabeza de uno de los mártires más venerados de la Reforma inglesa. Pero ahora, con el 500.º aniversario de su ejecución a la vuelta de la esquina, la reliquia de Santo Tomás Moro, durante tanto tiempo en silencio, podría volver a hablar al mundo.
La iglesia, que ha albergado el cráneo del santo desde mediados del siglo XVI, ha dado los primeros pasos hacia lo que podría convertirse en una de las conmemoraciones ecuménicas más significativas de la vida religiosa británica moderna. Los líderes parroquiales locales están explorando la posibilidad de exhumar y preservar la reliquia, a tiempo para el aniversario de 2035 del martirio de Santo Tomás Moro bajo el reinado de Enrique VIII.
Si bien las reliquias son comunes en la devoción católica, su presencia en las iglesias anglicanas es excepcional, y más aún cuando pertenecen a un santo católico canonizado después de la Reforma. Sin embargo, para el Consejo Parroquial de la Iglesia de San Dunstan, esta inusual circunstancia es menos una fuente de tensión que una oportunidad.
“No se trata solo de un trozo de hueso”, dijo Sue Palmer, fideicomisaria del Consejo Parroquial. “Se trata de la memoria, la conciencia y el papel que este hombre desempeña en el imaginario espiritual de los cristianos de todo el mundo. Somos custodios de algo mucho más grande que nosotros mismos”.
La cabeza de Moro, que una vez fue colocada en una pica sobre el Puente de Londres como advertencia a los traidores, fue rescatada por su hija, Margaret Roper. Tras su muerte, tanto ella como la reliquia fueron enterradas en la cripta familiar de los Roper, bajo San Dunstan, un espacio que se ha abierto varias veces en los últimos dos siglos, la más reciente en 1997, lo que confirma la presencia del cráneo en un nicho.
Hoy en día, ese nicho atrae a peregrinos a diario. Algunos dejan flores, otros simplemente permanecen en silencio. Sin embargo, cada vez más personas se preguntan si la reliquia, oculta a la vista, recibe el cuidado que merece.
La Iglesia reconoce estas preocupaciones y, en un comunicado emitido el 6 de julio —conmemoración del 490 aniversario de la ejecución de Moro—, anunció su intención de consultar ampliamente con la comunidad eclesiástica, académica y comunitaria, incluyendo al Vaticano. No se ha tomado una decisión definitiva, y el proceso de obtención de permisos formales a través de las vías diocesanas y legales podría llevar años.
Aun así, las implicaciones son considerables. Si la reliquia se exhuma, se preserva cuidadosamente y se coloca en un entorno que permita la veneración en oración, podría transformar la iglesia en un lugar vital de peregrinación y encuentro ecuménico, especialmente dada la imposibilidad de identificar el cuerpo de Moro, que yace en algún lugar bajo el abarrotado suelo de la Capilla de San Pedro ad Vincula, dentro de la Torre de Londres.
«No pretendemos convertir la iglesia en un museo», insistió Palmer. Buscamos honrar un legado de una manera reverente, unificadora y espiritualmente viva.
La iglesia permanece abierta todos los días, y los visitantes siguen llegando, a menudo con silenciosa reverencia, para estar cerca de lo que se cree es el último vestigio físico del hombre declarado santo en 1935 y patrón de estadistas, abogados y quienes se resisten a la coerción política por motivos de conciencia.
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