(ZENIT – 4 oct. 2018).- Heridos por la soledad, la fragilidad familiar y la ansiedad existencial –ha expresado Briana Santiago, participante en el Sínodo– «pedimos a la Iglesia que sea acompañada por testigos vivos, capaces de evangelizar a través de sus vidas».
El testimonio de esta joven estadounidense de 27 años, postulante en la comunidad de consagradas ‘Apóstoles de la Vida Interior’, ha sido uno de las principales intervenciones de la 2ª Congregación General de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo sobre Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional, celebrada este jueves, 4 de octubre de 2018.
La americana forma parte del grupo de 34 jóvenes que participan en el Sínodo de los Obispos, es natural de San Antonio, Texas, y ha narrado su camino vocacional en esta congregación. Briana acaba de comenzar el quinto año de formación con la comunidad de consagradas ‘Apóstoles de la Vida Interior’, y el cuarto año de estudio filosófico y teológico en la Universidad Pontificia Lateranense de Roma.
La joven estadounidense se ha dirigido al Papa y a todos los presentes: Los jóvenes de hoy estamos en búsqueda; búsqueda del significado de la vida, búsqueda de trabajo, búsqueda de nuestro camino o vocación, búsqueda de nuestra identidad. «Los jóvenes sueñan con la seguridad, la estabilidad y la realización personal, de encontrar un lugar al que puedan sentir que pertenecen».
Realidad paralela
Reconocemos la utilidad del «intercambio de información, ideales, valores e intereses comunes» que es posible a través de Internet, pero también cómo la tecnología utilizada de manera inhumana puede crear «una realidad paralela engañosa que ignora la dignidad humana».
La mayor parte de lo que acabo de enumerar es el resultado de la reflexión realizada durante la reunión pre-sinodal de marzo pasado.
La americana asistió a la reunión preparatoria del Sínodo dando la bienvenida a jóvenes que hablaban inglés, que estaban conectados a través de las redes sociales, y estuvo presente físicamente entre los trescientos delegados mientras se realizaba la reflexión.
Briana ha compartido con los presentes la sorpresa que la causó descubrió la cantidad de cosas en común que tenemos los jóvenes, a pesar de los orígenes y culturas.
«Había tanta alegría en esa sala: la alegría de conocer y de ser conocido, que se sentía en la risa, las canciones y la charla durante los descansos», ha recordado Briana.
Adultos ansiosos por saber
Los jóvenes «queremos el diálogo, la autenticidad, la participación y allí fuimos recibidos por adultos que estaban disponibles y ansiosos por saber qué llevamos en nuestros corazones», destaca la americana.
La joven oyente del Sínodo lo califica como una experiencia «de fraternidad entre personas muy diferentes», algunas de ellas también pertenecientes a otras religiones o no creyentes, que vivieron siete días de comunión y de intercambio mutuo.
Briana ha reconocido que hay «tantas necesidades en el mundo, tantos temas sobre los cuales debemos reflexionar y dialogar», y además «estamos aún más agradecidos de que en este momento de la historia la Iglesia se centre en nosotros y en todo lo que nos concierne», ha reconocido la chica de Texas.
Honor y responsabilidad
Esto es un «honor» –ha expresado la joven de Estados Unidos ante los Padres Sinodales– para nosotros también una «gran responsabilidad», ser «transparentes y conscientes de nuestra fragilidad» para poder ayudarnos no solo a nosotros mismos, sino también a las generaciones que vendrán después de nosotros, ha explicado.
«En un nivel más personal, comparto con ustedes que el Señor me trajo a Roma para discernir seriamente la vida consagrada, no solo porque mi familia es católica practicante, sino también gracias a cada persona que se hizo Providencia en mi camino».
La joven ha relatado su experiencia personal: «Mi párroco en San Antonio (Texas) se convirtió en uno de nosotros, y en su vecindario vi una Iglesia acogedora que cuidaba hasta al miembro más pequeño, y me derretí frente a ese amor».
Los catequesis de Briana –ha contado en el Aula del Sínodo– no hablaron de reglas, sino de su relación personal con Cristo, algo que cambió su «imagen de Dios de juez a Padre». En la universidad, la joven americana conoció a una mujer consagrada que se tomó en serio todo lo que vivió y le acompañó, ayudándole a orar y desarrollar su vida interior.
«Como lo fue para mí –ha manifestado– creo que todos nosotros, los jóvenes, necesitamos ser escuchados primero, y luego guiados para entrar más profundamente en nosotros mismos».
En resumen, «queremos encontrarnos allí donde estamos»: intelectualmente, emocionalmente, espiritualmente, socialmente y físicamente, ha matizado Briana Santiago.
«Me uno a todos ustedes con la esperanza de que el Espíritu pueda descender sobre cada uno de nosotros e iluminar lo que nos acercará más a la felicidad, al encuentro con Cristo en la plenitud de la vida y el amor» ha concluido.
Testimonio de una joven en el Sínodo: "Pedimos a la Iglesia testigos vivos"
Briana Santiago, 27 años, de Texas