(ZENIT – 2 enero 2019).- El Papa Francisco ha recordado que la oración «no es un acto hipócrita, ateo, que no tiene otro interés que ser admirados por los demás». Al contrario, el único testigo de la oración cristiana «es la propia conciencia, pues es un diálogo íntimo con el Padre que nos ama», ha asegurado.
Dios no quiere ser “amansado” con largas retahílas de adulaciones, como hacían los paganos para captar la benevolencia de la divinidad; basta hablarle como a un padre que sabe lo que necesitamos antes incluso de decírselo.
Hoy, continuando con la catequesis del Padre Nuestro, el Santo Padre ha invitado a «fijarnos en el contexto donde el evangelista Mateo coloca esta oración», que es el discurso de la Montaña.
Invirtiendo las categorías
Ese relato que comienza con las bienaventuranzas «resume la enseñanza de Jesús» y se abre precisamente «invirtiendo las categorías humanas corrientes», llamando dichosos a unas personas que ni entonces ni ahora tenían gran prestigio en la sociedad, pero que son capaces de amar, de trabajar por la paz y, por ello, de ser constructores del reino, ha explicado Francisco.
«La ley llega a su cumplimiento en el mandamiento del amor, del amor a los enemigos, de ese amor que Dios nos enseña y que lleva hasta las últimas consecuencias», ha señalado el Pontífice.
«Llamarle Padre»
Nosotros somos hijos de ese Dios, indica el Papa, «no superhombres capaces de lo que nadie puede hacer»; al contrario, «somos tan pecadores como los demás», pero «podemos ponernos delante de la zarza ardiente del misterio divino y llamarle Padre», dejándonos «renovar por su potencia» y «reflejar un rayo de su bondad en este mundo sediento de bien».
Así, el Santo Padre ha aclarado que la enseñanza del Padre Nuestro se encuadra en este contexto, y ha recordado que la oración no es un acto «hipócrita», que no tiene otro interés que ser admirados por los demás. Al contrario, se trata de un «diálogo íntimo con el Padre que nos ama».