COLOMBO, jueves, 13 enero 2005 (ZENIT.org).- En Sri Lanka, uno de los países más golpeados por el maremoto del 26 de diciembre, la Iglesia católica trabaja duramente para llevar ayuda a las áreas más afectadas.
En este contexto, a los pocos días de la tragedia, el arzobispo de Colombo, monseñor Oswald Gomis, lanzó un llamamiento mundial pidiendo donativos para el «Archbishop’s Tidal Wave Relief Fund».
El prelado confirma en esta entrevista concedida a Zenit que las dimensiones de la catástrofe están casi fuera del alcance de la comprensión humana. En el país, de una población de casi 20 millones de habitantes el 70% es budista, el 15% hinduista, el 8% cristiana (de ésta, el 6,7% es católica) y el 7% es musulmana.
–¿Cuál fue su primera reacción cuando supo que se había producido un «tsunami»?
–Monseñor Gomis: En cuanto llegaron las noticias fui a visitar las regiones meridionales y vi el desastre con mis propios ojos. Algunos lugares eran impracticables el primer día, como Berula, pero fuimos en cualquier caso a constatar la tragedia.
En la archidiócesis, la mayor del país con cerca de la mitad de la población católica de la isla, hemos organizado un equipo especial para la emergencia, formado por nueve sacerdotes y por laicos para ayudarles.
Entre los sacerdotes hay tres de cada región: del sur, del centro y del norte. Estos subcomités tienen la tarea de informar sobre todas las situaciones que encuentren, trabajando en colaboración con las parroquias locales.
–¿Así que diría que comprender bien la realidad es esencial con vistas a las actividades de ayuda?
–Monseñor Gomis: Absolutamente. La devastación varía de un lugar a otro…
–¿Y cómo es la distribución de ayuda en las áreas donde llueve y hay inundaciones?
–Monseñor Gomis: He visitado también la provincia oriental, donde está la concentración católica, y debo decir que en esos lugares hay una gran devastación, que, como usted apunta, está empeorando a causa de estación de lluvias. Las inundaciones causadas por las lluvias crean pesadas dificultades y pueden ser suficientemente graves hasta sin un «tsunami».
El sur está fuertemente afectado por esta combinación de causas. Automóviles y autobuses han sido barridos completamente de las calles y la gente ha desaparecido. Naturalmente, en este caso, es una tarea muy difícil intentar desenterrar en estas condiciones los cuerpos embebidos de agua.
–En su llamamiento, usted decía que la gente llevaba la misma ropa que aquel trágico día y que no habían comido ni bebido adecuadamente desde entonces. ¿Qué están haciendo ustedes al respecto?
–Monseñor Gomis: Hay una estrategia. La primera etapa es haber organizado un gran campo de acogida en St. Vincent’s Home, administrado por la Iglesia, donde se atiende toda necesidad.
En segundo lugar, estamos planificando proporcionar casas a estas personas, algo de lo que ahora ya carecen. Les tenemos que facilitar algún refugio como tiendas, de forma que puedan reanudar sus actividades pesqueras u otras labores y sostener así a sus propias familias.
Además, tendremos que ayudar en el programa de reconstrucción urbana. Se trata de una cuestión muy importante, y representa la segunda etapa.
El gobierno ya ha decidido no permitir a estas personas que se vuelvan a instalar en esas zonas de alto riesgo –los litorales– y está intentando elaborar programas habitacionales.
Nosotros tendremos un papel importante en la coordinación con el gobierno de la mejor forma de llevar adelante estos programas.
Estoy también contento de observar que los jóvenes de las parroquias no afectadas y de otras organizaciones se han ofrecido para ayudar a limpiar de desechos los lugares necesarios y ayudar así a estas personas a restablecerse en sus propias tierras.
Las organizaciones católicas han sido muy generosas en proporcionar los alimentos esenciales que pidieron con urgencia. Ahora se trata de mirar adelante y programar bien las etapas sucesivas de forma que se permita a la gente volver a una vida normal.
Sé que no es un proceso fácil, sino muy difícil; por eso necesitamos mucha ayuda.
–El 40% de sus fallecidos son niños. Otros muchos, en cambio, se han quedado huérfanos. ¿Qué se está haciendo específicamente por ellos?
–Monseñor Gomis: Necesitaremos mucho apoyo y atención para estos niños. Actualmente estamos intentando establecer estadísticamente cuántos son con exactitud.
Es una tarea que hemos puesto en manos de los grupos de la Madre Teresa, que se están ocupando de ellos y les están albergando en campos de emergencia.
En cualquier caso sucesivamente pretendemos su recuperación tanto psicológica y espiritual como material… Estamos haciendo contactos con especialistas de salud mental.
–El Papa Juan Pablo II ha subrayado que los niños parecen los más afectados entre las víctimas de esta tragedia. Parece que también hay quien utiliza la situación para aprovecharse de los niños. ¿Qué opina de estas horribles noticias?
–Monseñor Gomis: Usted sabe que en este momento estamos viendo lo mejor de la humanidad y lo peor de ella.
El gobierno está procurando ser severo con esta gente que explota tales situaciones y saquean. Pero, como es sabido, personas de esta naturaleza, dispuestas a cometer cosas terribles, siempre las hay.
Sin embargo debemos también apreciar la buena voluntad y la contribución demostrada por un gran número de buenas personas.
–¿Considera que las personas de su territorio se sienten suficientemente apoyadas por el mundo que les rodea? ¿Surge algún rayo esperanza después de una catástrofe así?
–Monseñor Gomis: Existe hoy un sentimiento común según el cual los acontecimientos de estos tiempos han suprimido las barreras entre las personas, concretamente las segregaciones humanas. La gente siente que el desastre no ha tenido consideración de riqueza ni pobreza, casta ni credo, sino que ha tratado a todos por igual.
Así que la gente es consciente de que somos todos igualmente impotentes en una situación como ésta, y que precisamente por esto debemos unirnos todos para recuperar, reconstruir y reunir nuestro país.