'El Niño de Belén nos recuerda el valor de la vida humana'

Mensaje de Navidad del Patriarca Latino de Jerusalén

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Miles de cristianos participaron en la celebración de la Navidad en Belén, donde el patriarca latino de Jerusalén, Mons. Fouad Twal, instó a poner fin a los conflictos en la región. En su homilía, Mons. Twal señaló «la arrogancia humana» como «el origen de todos los conflictos y de todas las guerras».

En presencia del presidente palestino, Mahmud Abás, y otras autoridades, el Patriarca destacó que «además de la humildad, el Niño de Belén nos recuerda el valor de la vida humana, creada a imagen y semejanza de Dios». «Es verdaderamente doloroso saber que millones de niños sufren en el mundo, especialmente en Siria, Irak, el sur de Sudán, África Central, Nigeria y Afganistán, y no nos olvidemos de los niños de Gaza», lamentó.

Al reflexionar sobre la situación en Tierra Santa, «en la que hoy descansa la mirada del mundo», Su Beatitud dijo que «el Señor ha reunido aquí los fieles de las tres religiones y los exhorta a que vivan en armonía». «No se puede negar una memoria bíblica, inicialmente declarada por Dios sobre esta Tierra. Todos los fieles, judíos, musulmanes y cristianos, deben vivir juntos como iguales y con respeto mutuo», manifestó al recordar el conflicto armado que hace cuatro meses sacudió la región y causó unos 2.200 muertos en Gaza y 70 en Israel. «Esta guerra ha profundizado el odio y la desconfianza entre los dos pueblos y los ha llevado a un círculo vicioso de violencia y represalias. Esta violencia se ha extendido recientemente a los lugares de culto. El torbellino de la muerte sigue golpeando y agobiando», enfatizó.

Monseñor Twal apeló también a una cuestión de «carácter humanitario», la del Valle de Cremisán, donde la construcción de un muro por Israel amenaza con separar a «58 familias palestinas cristianas de sus tierras en Beit Yala». «Estas familias podrían perder el acceso directo a sus propiedades. En nombre de la justicia y de los principios morales y los valores, hago un llamamiento a las autoridades políticas pertinentes para evitar que este muro sea construido», urgió. 

Durante su peregrinación a Tierra Santa, el papa Francisco se detuvo frente al muro que separa a Belén de Jerusalén; se inclinó y rezó. Con este gesto, el Santo Padre «deseó derribar los muros inmateriales establecidos en los corazones y mentes: Los muros del odio, el miedo y la arrogancia», explicó el Patriarca. Por último, exhortó a «la reconstrucción de Gaza» y «la humanización de las condiciones de vida de sus habitantes».

Por su interés, ofrecemos a continuación el Mensaje de Navidad que su beatitud Fouad Twal pronunció durante la Misa del Gallo en la Iglesia de Santa Catalina, próxima a la Basílica de la Natividad.

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(Tras las palabras de bienvenida al Presidente de Palestina, al Primer Ministro, a los Cónsules Generales y a los fieles, Su Beatitud continúa con la homilía)

En Belén, los ángeles anunciaron la noticia a los pastores: Que hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Lc. 2:11)  Este versículo nos revela un Salvador del cual tenemos tanta necesidad, y una salvación que abarca todos los aspectos de la vida, una salvación que nos saca de la situación difícil y alarmante. Los enfermos quieren ser sanados, los presos quieren ver la luz, los desempleados quieren encontrar trabajo y los refugiados están a la espera de volver a casa.

Los que padecen persecución por motivos de raza, color o religión tratan de liberarse de la opresión y la injusticia, los oprimidos buscan su independencia. En resumen, toda la humanidad observa y aspira por un futuro mejor. Jesús tiene todas las cualidades de un salvador, dado que Él hizo que la profecía de Isaías se hiciera realidad: “Los ciegos reciben la vista y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres se le anuncia el Evangelio” (Mt. 11:5).

Es cierto que se puede hablar sobre la salvación económica, la salvación política y la salvación social. Pero lo más importante, hay que hablar de una salvación espiritual y moral, que son la base del progreso humano. De hecho, nuestros pecados y transgresiones son la causa de nuestro sufrimiento y el sufrimiento de los demás, con todas las consecuencias sociales y políticas. A menudo, somos víctimas de egoísmo, orgullo, pasiones, mentiras y viceversa …. La salvación se encuentra en el arrepentimiento, al pedir perdón, en la obtención de tal perdón y, finalmente, en la conversión. Además, Jesús anunció la misericordia del Padre y su voluntad de perdonar.

Dios quiere sanarnos de nuestras heridas y sobre todo de la arrogancia humana, el origen de todos los conflictos y de todas las guerras. Es Él quien nos enseñó que: “El más importante entre vosotros será siervo de los demás. Porque el que a sí mismo se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Mt. 23: 11-12). El remedio que el Niño nos trae es el de la humildad y la gentileza. Una bienaventuranza importante surge de estas dos virtudes: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad” (Mt. 5:5).

– Además de la humildad, el Niño de Belén nos recuerda el valor de la vida humana, creada a imagen y semejanza de Dios. Es verdaderamente doloroso saber que millones de niños sufren en el mundo, especialmente en Siria, Irak, el sur de Sudán, África Central, Nigeria y Afganistán, y no nos olvidemos de los niños de Gaza. Están sufriendo por razones absurdas, visto que ellos tienen el derecho a la dignidad, a una vida normal, a estar adecuadamente alimentados, a una vivienda, a la educación, a una familia que los ama y apoya.

Este maravilloso Niño nació en una familia feliz y unida para llamar nuestra atención, sobre la importancia de la institución de la familia, el núcleo de la sociedad y la primera escuela, donde se aprende a conocer a Dios y a practicar las virtudes. San Pablo describe brevemente virtudes domésticas: “Hermanos, les ruego que vivan de una manera digna del llamado que han recibido, siempre humildes y amables, pacientes, tolerantes unos con otros en amor. Esfuércense por mantener la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz” (Efesios 4: 1-3).

El último Sínodo sobre la Familia, celebrado en Roma en octubre pasado, reafirmó la unidad e indisolubilidad del matrimonio. ¿Por qué? Por el bien de la pareja, para el conjunto de la sociedad y, sobre todo, del niño que tiene derecho a un desarrollo normal, emocional y psicológico.

Hermanos y hermanas,

En presencia del Misterio del Verbo encarnado que habita en nosotros, vamos a reflexionar sobre nuestra situación en Tierra Santa, en la que hoy descansa la mirada del mundo. El Señor ha reunido aquí los fieles de las tres religiones y los exhorta a que vivan en armonía. No se puede negar una memoria bíblica, inicialmente declarada por Dios sobre esta Tierra. Todos los fieles, judíos, musulmanes y cristianos, deben vivir juntos como iguales y con respeto mutuo. Jerusalén tiene una vocación universal de paz y felicidad. “Orad por la paz de Jerusalén … Haya paz  dentro de tus muros y prosperidad en tus palacios. Por amor de mis hermanos y de mis amigos diré ahora: Sea la paz en ti” (Salmos 122: 6-9)

Pero, en realidad esta Tierra Santa se ha convertido en una tierra de conflicto.

Hace cuatro meses, hemos vivido una tercera guerra consecutiva en Gaza, que dejó miles de víctimas en ambos lados. Peor aún, todos estos sacrificios parecen ser en vano, dado que no ha cambiado en nada el problema de fondo: Los israelíes continúan viviendo en el miedo y la inseguridad, mientras que los palestinos continúan exigiendo su independencia y libertad, y Gaza está esperando a ser reconstruida por
la tercera vez. Esta guerra ha profundizado el odio y la desconfianza entre los dos pueblos y los ha llevado a un círculo vicioso de violencia y represalias. Esta violencia se ha extendido recientemente a los lugares de culto. El torbellino de la muerte sigue golpeando y agobiando!

Quiero hacer dos llamados desde este lugar. El primero es para la reconstrucción de Gaza y para la humanización de las condiciones de vida de sus habitantes. El segundo, también de carácter humanitario, se refiere al Valle Cremisan, bajo amenaza de ser tragado por una muralla que corre el riesgo de separación de 58 familias palestinas cristianas de sus tierras, en Beit Jala. Estas familias podrían perder el acceso directo a sus propiedades. En nombre de la justicia y de los principios morales y los valores, hago un llamado a las autoridades políticas pertinentes, para evitar que este muro sea construido.

Durante su peregrinación a Tierra Santa, Su Santidad, el Papa Francisco, se detuvo frente al muro que separa a Belén de Jerusalén; se inclinó y rezó. El mundo puede que olvide todos los lugares que el Papa Francisco visitó durante su visita, pero su breve parada ante el muro, no será olvidada. A través de sus oraciones, el Papa Francisco igualmente deseó derribar los muros inmateriales establecidos en los corazones y mentes: Los muros del odio, el miedo y la arrogancia.

Hermanos y hermanas,

En esta noche de Navidad, hablar de la paz no es suficiente; sobre todo hay que orar por la paz. Oremos por la paz de todo el mundo, para la reconciliación en el Medio Oriente, para los presos y detenidos políticos. Oremos por los refugiados, acogidos en nuestros países vecinos de Jordania y el Líbano. Oremos por los pobres y por los perseguidos por su fe y su raza. Por último, oremos por nuestros líderes políticos, para que el Señor les dé sabiduría y fuerza. Oremos unos por otros.

+ Fouad Twal
Patriarca Latino de Jerusalén

(Texto difundido por el Patriarcado Latino)

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ZENIT Staff

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