El papa Francisco inició su segundo día de su viaje a Corea, que inició este jueves 14 y concluirá el lunes 18 de agosto. Este viernes, día de la Asunción de la Virgen María, el Santo Padre viajó en tren desde Seúl, donde se ha alojado, hasta la ciudad de Daejon, y allí el un repleto estadio World Cup Stadium, celebró la misa en presencia de 50.000 fieles, entre ellos, familiares de las víctimas del accidente del ferry SeWol.
El Santo Padre entró en una camioneta abierta con un austero dosel blanco, en medio de los aplausos y vivas de miles de jóvenes y personas que agitaban banderas de Corea y del Vaticano y no faltaron algunas breves paradas en las que besó y bendijo a niños pequeños.
La misa ha sido presidida por el Santo Padre y concelebrada por unos 90 obispos. El Papa y todos los obispos estaban con paramentos blancos. La mitra del papa Francisco y el palio eran de color crema y dorado. La eucaristía fue, como lo es el idioma universal de la Iglesia, en latín. Un coro en el cual varios vestían indumentos autóctonos cantó música sacra en coreano y las lecturas también fueron en ese idioma. En cambio el Santo Padre hizo la homilía en italiano y cada parte fue traducida en coreano.
El Papa recordó que “de María, llena de gracia, aprendemos que la libertad cristiana es algo más que la simple liberación del pecado. Es la libertad que nos permite ver las realidades terrenas con una nueva luz espiritual, la libertad para amar a Dios y a los hermanos con un corazón puro y vivir en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Cristo”.
Y añadió: “Nos dirigimos a ella como Madre de la Iglesia en Corea” y “que guíe nuestros esfuerzos para transformar el mundo según el plan de Dios, y que haga que la Iglesia de este país sea más plenamente levadura de su Reino en medio de la sociedad coreana”.
Les invitó a ser “fuerza generosa de renovación espiritual en todos los ámbitos de la sociedad” y a combatir “la fascinación de un materialismo que ahoga los auténticos valores espirituales y culturales y el espíritu de competición desenfrenada que genera egoísmo y hostilidad”. Y a rechazar “modelos económicos inhumanos, que crean nuevas formas de pobreza y marginan a los trabajadores, así como la cultura de la muerte, que devalúa la imagen de Dios, el Dios de la vida, y atenta contra la dignidad de todo hombre, mujer y niño”.
Y concluyó que “como católicos coreanos, herederos de una noble tradición, ustedes están llamados a valorar este legado y a transmitirlo a las generaciones futuras”. Y por ello invitó a “una renovada conversión a la Palabra de Dios y una intensa solicitud por los pobres, los necesitados y los débiles de nuestra sociedad”.