Por: Diego López, LC
(ZENIT Noticias / Roma, 14.02.2022).- El domingo 13 de enero, el Papa Francisco tomó como base el evangelio de ese día para la reflexión previa al rezo del Ángelus. Propuso 5 rasgos del seguidor de Cristo que se desprenden de vivir una bienaventuranza: «dichosos vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de Dios» (Lc 6, 20). En los saludos, después de la reflexión evangélica, mostró su preocupación por “las noticias que llegan de Ucrania”, y pidió a los responsables políticos un camino para la paz.
Ofrecemos a continuación el texto del ángelus con encabezados temáticos añadidos por ZENIT.
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Tema: la identidad del discípulo de Cristo a partir de las bienaventuranzas
En el centro del Evangelio de la Liturgia de hoy están las Bienaventuranzas (cf. Lc 6,20-23). Es interesante observar que Jesús, a pesar de estar rodeado de una gran multitud, las proclama volviéndose «hacia sus discípulos» (v. 20). Habla a los discípulos. Las Bienaventuranzas, de hecho, definen la identidad del discípulo de Jesús. Pueden sonar extrañas, casi incomprensibles para quien no es discípulo, pero si nos preguntamos cómo es un discípulo de Jesús, la respuesta es precisamente las Bienaventuranzas. Es así.
1) Primer rasgo: encuentra su alegría en los dones de Dios
Veamos la primera, que es la base de todas las demás: «Dichosos vosotros, los pobres, porque vuestro es el reino de Dios» (v. 20). Dichosos vosotros, los pobres. Dos cosas dice Jesús de los suyos: que son dichosos y que son pobres; es más, que son dichosos porque son pobres.
¿En qué sentido? En el sentido de que el discípulo de Jesús no encuentra su alegría en el dinero, en el poder, u otros bienes materiales, sino en los dones que recibe cada día de Dios: la vida, la creación, los hermanos y las hermanas, etc: son dones de la vida. Incluso los bienes que posee los comparte con gusto, porque vive en la lógica de Dios, ¿y cuál es la lógica de Dios? La gratuidad. El discípulo ha aprendido a vivir en la gratuidad.
2) Segundo rasgo: reconoce que debe aprender cada día
Esta pobreza es también una actitud ante el sentido de la vida porque el discípulo de Jesús no cree que lo posee, que ya lo sabe todo, sino que sabe que debe aprender cada día. Y esta es una pobreza: la conciencia de tener que aprender cada día. El discípulo de Jesús, porque tiene esta actitud, es una persona humilde y abierta, sin prejuicios ni rigidez.
3) Tercer rasgo: sigue a Cristo con todo
Hay un bello ejemplo en el Evangelio del domingo pasado: Simón Pedro, pescador experto, acepta la invitación de Jesús de echar las redes a una hora inusual; y luego, lleno de asombro por la prodigiosa pesca, deja la barca y todas sus posesiones para seguir al Señor. Pedro demuestra ser dócil dejando todo, y así se convierte en discípulo. Sin embargo, quien está demasiado apegado a sus propias ideas y a las propias seguridades, casi nunca sigue realmente a Jesús.
Lo sigue un poco, sólo en las cosas en las que «yo estoy de acuerdo y Él está de acuerdo conmigo», pero luego en otras no va. Y esto no es un discípulo.
Y así cae en la tristeza. Se entristece porque las cuentas no cuadran, porque la realidad se escapa de sus esquemas mentales y se encuentra insatisfecho. El discípulo, en cambio, sabe cuestionarse, sabe buscar a Dios humildemente cada día, y eso le permite adentrarse en la realidad, acogiendo su riqueza y complejidad.
4) Cuarto rasgo: acepta entrar en la lógica de Dios
El discípulo, en otras palabras, acepta la paradoja de las Bienaventuranzas: estas declaran que es dichoso, es decir, feliz, quien es pobre, quien carece de tantas cosas y lo reconoce. Humanamente, se nos induce a pensar de otra manera: feliz es quien es rico, quien está lleno de bienes, el que recibe aplausos y es envidiado por muchos, quien tiene todas las seguridades: y este es un pensamiento mundano, no es un pensamiento de las Bienaventuranzas.
Jesús, por el contrario, declara que el éxito mundano es un fracaso, ya que se basa en un egoísmo que infla y luego deja un vacío en el corazón. Ante la paradoja de las Bienaventuranzas, el discípulo se deja meter en crisis, consciente de que no es Dios quien debe entrar en nuestras lógicas, sino nosotros en las suyas.
5) Quinto rasgo: deja que Jesús guie su vida
Y esto requiere de un camino, a veces fatigoso, pero siempre acompañado de alegría. Porque el discípulo de Jesús es alegre con la alegría que le viene de Jesús.
Porque, recordemos, la primera palabra de Jesús es: dichosos, (bienaventurados). De ahí el nombre de las Bienaventuranzas. Esto es el sinónimo de ser discípulos de Jesús. El Señor, al liberarnos de la esclavitud del egocentrismo, desencaja nuestras cerrazones, disuelve nuestra dureza y nos abre la verdadera felicidad, que a menudo se encuentra donde nosotros no pensamos. Es Él quien guía nuestra vida, no nosotros, con nuestras ideas preconcebidas o nuestras exigencias. Finalmente, el discípulo es aquel que se deja guiar por Jesús, que abre su corazón a Jesús, lo escucha y sigue el camino.
Conclusión: El momento del examen de nuestro seguimiento de Cristo
Entonces podemos preguntarnos (yo, cada uno de nosotros): ¿tengo la disponibilidad del discípulo? ¿O me comporto con la rigidez de quien se siente cómodo, se siente bien y siente que ya ha llegado? ¿Me dejo «desencajar por dentro» por la paradoja de las Bienaventuranzas, o me mantengo dentro del perímetro de mis propias ideas? Y luego, con la lógica de las Bienaventuranzas, más allá de las penurias y dificultades, ¿siento la alegría de seguir a Jesús? Este es el rasgo más destacado del discípulo: la alegría del corazón.
No lo olvidemos: la alegría del corazón. Y esta es la piedra de referencia para saber si una persona es un discípulo: ¿Tiene alegría en su corazón? ¿Yo tengo alegría en mi corazón? Este es el punto.
Que la Virgen, la primera discípula del Señor, nos ayude a vivir como discípulos abiertos y alegres.