(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 12.01.2024).- Por la mañana del viernes 12 de enero, el Papa Francisco recibió en audiencia a participantes en el Simposio “Universidad para comunicadores eclesiásticos”, evento promovido por la Conferencia Episcopal Francesa. La mayoría de los participantes son responsables de comunicación de congregaciones religiosas, diócesis, asociaciones y movimientos católicos. El Papa se disculpó por no poder pronunciar el discurso debido a una bronquitis. Sin embargo, entregó lo que tenía preparado para la lectura personal. En cambio, Francisco aceptó saludar uno a uno a los participantes pues “para saludar no debo hablar. Lo hago con el corazón”, dijo. Ofrecemos a continuación las palabras del Papa Francisco traducidas por ZENIT al castellano y que pueden resultar útiles para quienes trabajan en oficina de comunicación de la Iglesia.
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La comunicación es su misión. Una gran misión, en un mundo tan hiperconectado y bombardeado de noticias. Por eso habéis decidido hacer una parada de vez en cuando -esta vez en Roma- para compartir, rezar, escuchar. ¡Cuánto lo necesitamos! Digo esto en primera persona, porque el ministerio del Papa hoy está también dentro del mundo de la comunicación. Y por eso estos momentos sirven para redescubrir la raíz de lo que comunicamos, la verdad de la que estamos llamados a dar testimonio, la comunión que nos une en Jesucristo; nos ayudan a no caer en el error de pensar que el objeto de nuestra comunicación son nuestras estrategias o empresas individuales; a no encerrarnos en nuestras soledades, nuestros miedos o ambiciones; a no apostarlo todo al progreso tecnológico.
El reto de una buena comunicación es ahora más complejo que nunca, y el riesgo es abordarlo con una mentalidad mundana: con una obsesión por el control, el poder, el éxito; con la idea de que los problemas son ante todo materiales, tecnológicos, organizativos, económicos.
Sé que el primer encuentro se celebró en Paray-le-Monial, la ciudad del Sagrado Corazón, de Santa Margarita María Alacoque. Un lugar que recuerda el centro, la fuente de la que ha brotado y sigue brotando la salvación para la humanidad. Y que también nos habla de la importancia de comunicar con el corazón, de escuchar con el corazón, de ver con el corazón cosas que otros no ven; de compartirlas y contarlas, trastocando la perspectiva y las categorías del mundo. Hay tanta necesidad de esto. Volver a empezar desde el corazón.
También has estado en Lisieux, la ciudad de Santa Teresa, testigo de una radicalidad evangélica que también es saludable para la comunicación de nuestro tiempo, tan contaminada por las palabras grandilocuentes, por los sueños de poder y grandeza. Comunicar para nosotros no es avasallar con nuestra voz la de los demás, no es propaganda; a veces también es silencio; no es esconderse detrás de eslóganes o frases hechas. Comunicar para nosotros no es centrarlo todo en la organización, no es marketing; no es simplemente adoptar tal o cual técnica. Para nosotros, comunicar es estar en el mundo para hacernos cargo del otro, de los otros, es ser todo para todos; es compartir una lectura cristiana de los acontecimientos; es no rendirse a la cultura de la agresión y la denigración; es construir una red de intercambio de lo bueno, lo verdadero y lo bello hecha de relaciones sinceras; es implicar a los jóvenes en nuestra comunicación.
Cómo no recordar la famosa frase de San Francisco de Sales, patrono de los periodistas y comunicadores católicos: «Le bruit fait peu de bien, le bien fait peu de bruit».
Queridos amigos, al pensar en vuestro trabajo, quisiera dejaros tres palabras como camino: testimonio, coraje y mirada amplia.
[1º Comunicar es testimonio]
La primera. Recordad que la comunicación es ante todo testimonio. Y cuando está hecha de palabras, de imágenes, es una forma de compartir este testimonio. Es esto lo que nos hace creíbles en nuestra relación con los medios de comunicación laicos; y es también esto lo que hace que nuestra red de comunicación sea cada vez más atractiva y crezca día a día, de persona a persona. Sé que, tras la vergüenza del escándalo de los abusos, la Iglesia en Francia está en vías de purificación. Adelante. Los momentos más oscuros son a menudo los que preceden a la luz. En Marsella, pude comprobar cuánta vitalidad hay en la Iglesia de Francia. No dudéis en compartir a través de la comunicación todo lo bueno que hay en vuestras diócesis, congregaciones, movimientos. No dudéis en construir la comunión en la Iglesia y la fraternidad en el mundo a través de la comunicación. Sed creativos. Sed acogedores. La sociedad quiere y necesita escuchar la palabra de la Iglesia como Madre amorosa de todos.
[2º Comunicar es tener coraje, no miedo]
La segunda pista: no tengáis miedo, sino coraje. Un coraje distinto del coraje de los que se creen el centro. El coraje que nace de la humildad y de la seriedad profesional, y que hace de vuestra comunicación una red cohesionada y al mismo tiempo abierta y extrovertida. Lo sé, no es fácil. Pero esta es tu misión, nuestra misión. Y aunque los destinatarios puedan parecer indiferentes, escépticos, a veces críticos, incluso hostiles, no te desanimes. No les juzguéis. Compartid la alegría del Evangelio, el amor que nos hace conocer a Dios y comprender el mundo. Los hombres y mujeres de nuestro tiempo también tienen sed de Dios, buscan el encuentro con Él y también lo buscan a través de ti.
[3º Comunicar es mirar lejos]
La tercera palabra es mirar lejos. Mirar lejos. Mirar el mundo entero en su belleza y complejidad. En medio de las murmuraciones de nuestro tiempo, de la incapacidad de ver lo esencial, descubrir que lo que nos une es siempre más grande que lo que nos separa; y que hay que comunicarlo, con la creatividad que nace del amor. Recordémoslo siempre. Es una verdad ignorada, pero es la caridad la que lo explica todo. Todo se vuelve más claro -incluso nuestra comunicación- desde un corazón que ve con amor.
Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias por lo que hacéis! Os bendigo a vosotros y a vuestro trabajo. Y, por favor, no olvidéis rezar por mí.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.