(ZENIT Noticias / Ciudad del Vaticano, 11.05.2024).- El 10 y 11 de mayo se ha celebrado en Roma la segunda edición del World Meeting on Human Fraternity (WMHF), organizado por la Fundación Fratelli tutti bajo el nombre #BeHuman.
Como parte del programa hombres y mujeres se han encontrado en 12 diferentes sitios emblemáticos de Roma (Palazzo del Campidoglio, Palazzo della Cancelleria, l’Accademia dei Lincei, Palazzo Rospigliosi, el Cnel, el Salone d’onore del Coni, etc.) para abordar diferentes temáticas relacionadas con la fraternidad humana. En el evento ha destacado la participación de 30 Premios Nobel de la paz.
La mañana del sábado 11 de mayo fueron recibidos en audiencia especial por el Papa Francisco en la Sala Clementina del Palacio Apostólico. Ofrecemos la traducción al castellano del discurso del Papa preparada por ZENIT:
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Les doy la bienvenida. Os doy las gracias por estar aquí, venidos de muchas partes del mundo, para el Encuentro mundial sobre la fraternidad humana. Doy las gracias a la Fundación Fratelli tutti, que se propone promover los principios enunciados en la Encíclica, «para crear en torno a la basílica de San Pedro y al abrazo de su columnata iniciativas vinculadas a la espiritualidad, al arte, a la formación y al diálogo con el mundo» (Quirógrafo, 8 de diciembre de 2021).
En un planeta en llamas, os habéis reunido con la intención de reafirmar vuestro «no» a la guerra y vuestro «sí» a la paz, dando testimonio de la humanidad que nos une y nos hace reconocernos como hermanos, en el don mutuo de nuestras respectivas diferencias culturales.
A este respecto, me vienen a la memoria las palabras de un célebre discurso de Martin Luther King, cuando decía: «Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero aún no hemos aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos» (Martin Luther King, Discurso con ocasión de la concesión del Premio Nobel de la Paz, 11 de diciembre de 1964). Y así es. Y entonces nos preguntamos: ¿cómo podemos, concretamente, volver al arte de vivir juntos de una manera que sea verdaderamente humana?
Quisiera retomar la actitud clave propuesta en “Hermanos Todos”: la compasión. En el Evangelio (cf. Lc 10,25-37), Jesús nos habla de un samaritano que, movido por la compasión, se acerca a un judío al que unos ladrones han dejado medio muerto al borde del camino. Fijémonos en estos dos hombres. Sus culturas eran enemigas, sus historias diferentes y conflictivas, pero uno se convierte en hermano del otro en el momento en que se deja guiar por la compasión que siente por él -podríamos decir: se deja atraer por Jesús presente en aquel hombre herido. Como un poeta hace decir a San Francisco de Asís en una de sus obras: «El Señor está donde están tus hermanos» (É. Leclerc, La sabiduría de un pobre).
Por la tarde, se reunirán en doce lugares de la Ciudad del Vaticano y de Roma, para expresar su intención de generar un movimiento de fraternidad saliente. En este contexto, las «mesas» de trabajo, que se han preparado en los últimos meses, presentarán a la sociedad civil algunas propuestas, centradas en la dignidad de la persona humana, para construir buenas políticas, basadas en el principio de fraternidad, que «tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad» (Fratelli tutti, 103). Agradezco esta elección y les animo a seguir adelante en su labor de siembra silenciosa. De ella puede salir una «Carta de lo Humano», que incluya, junto a los derechos, los comportamientos y las razones prácticas de lo que nos hace más humanos en la vida.
Y os invito a no desanimaros, porque el diálogo «perseverante y valiente no aparece en los titulares como los enfrentamientos y los conflictos, y sin embargo ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que pensamos» (ibíd., 198).
En particular, quisiera dar las gracias al grupo de distinguidos Premios Nobel presentes, tanto por la Declaración sobre la Fraternidad Humana redactada el 10 de junio del año pasado, como por el compromiso que han asumido este año de reconstruir una «gramática de la humanidad», una «gramática de lo humano», en la que basar las opciones y el comportamiento. Os exhorto a seguir adelante, a hacer crecer esta espiritualidad de la fraternidad y a promover, con vuestra acción diplomática, el papel de las instancias multilaterales.
Queridos hermanos y hermanas, la guerra es un engaño. La guerra es siempre una derrota, como lo es la idea de una seguridad internacional basada en la disuasión del miedo. Es otro engaño. Para garantizar una paz duradera, debemos volver al reconocimiento de nuestra humanidad común y situar la fraternidad en el centro de la vida de los pueblos. Sólo así lograremos desarrollar un modelo de convivencia capaz de dar un futuro a la familia humana. La paz política necesita la paz de los corazones, para que los hombres puedan encontrarse en la confianza de que la vida triunfa siempre sobre toda forma de muerte.
Queridos amigos, al saludaros pienso en el abrazo que se darán esta tarde, como el año pasado, tantos jóvenes. Observémoslos, aprendamos de ellos, como nos enseña el Evangelio: si «no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18,3). Hagamos todos de este abrazo un compromiso de vida y un gesto profético de caridad.
¡Gracias por lo que hacéis! Estoy cerca de vosotros y os pido que recéis por mí. Y ahora, todos juntos, en silencio, pidamos y recibamos la bendición de Dios.
Traducción del original en lengua italiana realizada por el director editorial de ZENIT.
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