El Papa en el ángelus: Jesús nos recuerda que también las palabras pueden asesinar

Texto completo. Para tener comportamientos buenos no bastan las normas jurídicas, hay que tener motivaciones nacidas de la sabiduría de Dios, acogida gracias al Espíritu Santo

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Ante una plaza de San Pedro abarrotada de gente, en un luminoso domingo de invierno templado por el sol de Roma, el papa Francisco rezó el ángelus y dirigió a los presentes las siguientes palabras.

“Queridos hermanos y hermanas,

‘¡Buon giorno!’

El evangelio de este domingo es parte del llamado “discurso de la montaña”, la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús ante las leyes judías. Él afirma: “No crean que yo haya venido para abolir la ley o los profetas; no vine a abolirla pero a darle pleno cumplimiento”.

Jesús por lo tanto no quiere borrar los mandamientos que el Señor ha dado por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Y en seguida después añade que este “cumplimiento” de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica. Dice, de hecho a sus discípulos: “Si vuestra justicia no superará la de los escribas y los fariseos, no entrareis en el reino de los cielos”.

Pero, ¿qué significa este “pleno cumplimiento” de la Ley? ¿Y en qué consiste esta justicia superior? Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús era práctico y hablaba con ejemplos para hacerse entender.

Compara la Ley antigua y lo que Él nos dice. Inicia desde el quinto mandamiento del decálogo: “Han entendido lo que le ha sido dicho a los antiguos: “No matarás”, … Pero yo les digo: cualquiera que se encoleriza con su hermano deberá ser sujetado a juicio”. ¡Con esto Jesús nos recuerda que también las palabras pueden asesinar! Cuando se dice de una persona que tiene la lengua de víbora significa que sus palabras asesinan. Por lo tanto, no solamente hay que evitar atentar contra la vida del prójimo, pero ni siquiera volcarle el veneno de la ira, ni golpearlo con la calumnia y ni siquiera hablar mal de él.

Llegamos a los chismes, los chismeríos puede también asesinar la reputación de las personas. Al inicio puede parecer algo divertido, como un caramelo, pero al final nos llena el corazón de amargura y nos mata también a nosotros. Estoy convencido que si cada uno de nosotros hace el propósito de evitar los chismes, se volvería santo. Es un hermoso camino, ¿Queremos ser santos?, o ¿queremos aferrarnos a los chismes como costumbre? ¿sí o no? Entonces, nunca hay que hacer chismes.

Jesús propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es la de no tener medida: de ir más allá de cualquier cálculo. El amor al prójimo es una actitud de tal manera frontal que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos entablar paz con nuestro prójimo.

Y dice así: “Si por lo tanto su presentas tu oferta al altar y allí te recuerdas que tu hermano tiene algo en contra de ti, deja allí tu don delante del altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. Por ello estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes mismo de manifestar nuestra devoción al Señor con la oración.

De todo esto se entiende que Jesús no da importancia simplemente a la observancia de la disciplina y de la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo en la intención y por lo tanto al corazón del hombre, desde donde nacen todas nuestras acciones, buenas o malvadas.

Para obtener comportamientos buenos y honestos no son suficientes las normas jurídicas, sino que es necesario tener motivaciones profundas, expresión de una sabiduría escondida: la sabiduría de Dios, que puede ser acogida gracias al Espíritu Santo. Y nosotros a través de la fe en Cristo podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos vuelve capaces de vivir el amor Divino.

A la luz de esta enseñanza, cada precepto revela su pleno significado como exigencia de amor, y todos se unen en el mandamiento más grande: ama a Dios con todo tu corazón y ama al prójimo como a ti mismo”.

Después de estas palabras el Santo Padre rezó el Angelus.

A continuación dijo:

Saludo con afecto a los peregrinos presentes, a las familias, a las parroquias y a los jóvenes de tantos países del mundo. En particular saludo a los numerosos fieles de la República Checa, que han acompañado a sus obispos en la visita ‘ad limina’. Y a los españoles que llegan de la diócesis de Orihuela-Alicante, Jerez de la Frontera, Cádiz y Ceuta.

Saludo a los grupos parroquiales de Calenzano, Aversa y Nápoles, a los de Santa María Regina Pacis en Ostia y de Sant’Andrea Avellino en Roma. También al Movimiento de jóvenes Guaneliano, a los muchachos del Movimiento Arcobaleno de la ciudad de Módena, y al coro Santo Stéfano de la localidad de Caorle. También saludo al grupo de militares italianos.

Y a todos les deseo una: ‘¡buona domenica e buon pranzo!’ 

(texto traducido del italiano y ampliado con las improvisaciones, por H. Sergio Mora)

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ZENIT Staff

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