El gozo del Evangelio

Reflexiones del obispo de San Cristóbal de Las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel

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SITUACIONES

En una reunión de religiosas, unas a otras se exhortaban a no tener permanentemente una cara de palo, sino ser alegres y comunicar el gozo de su vocación.

Hay personas que se alejan de la Iglesia por el mal carácter de un agente de pastoral, porque no les trató bien, no les infundió confianza, su aspecto provoca miedo, o porque consideran que son muchos los requisitos para recibir un sacramento…

Unos cristianos sienten el mandato de participar en la Misa dominical como una carga, un peso, una obligación, una costumbre; no han descubierto el tesoro de luz, de paz y de energía interior que Dios les ofrece gratuitamente. Otros consideran los mandamientos como normas que les impiden gozar la vida, siendo que son caminos para garantizarnos precisamente el disfrute de una vida serena, justa, fraterna y socialmente pacífica.

Así como hay creyentes que sólo buscan el sentimiento religioso, cantar y aplaudir, rezar y buscar sanación, otros presentan el seguimiento de Jesús sólo bajo el aspecto de obligaciones, deberes, responsabilidades y leyes. Se insiste sólo en denunciar, en echar culpas a los demás, en condenar prácticas religiosas con poco o nulo compromiso social, en muchos análisis de todo tipo, sin resaltar también la misericordia de Dios, el amor compasivo de Jesús, la fuerza de la oración contemplativa, la vitalidad que nos da la Eucaristía, la luz inspiradora de la Palabra de Dios. Somos, como se dice en Aparecida, “evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos”, cuando deberíamos ser “ministros del Evangelio cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (DA 552).

ILUMINACION

El Papa Francisco acaba de ofrecernos su primera Exhortación Apostólica con un título muy expresivo: El gozo del Evangelio. Transcribo sólo algunos puntos del índice:

Alegría que se renueva y se comunica. La dulce y confortadora alegría de evangelizar. La nueva evangelización para la transmisión de la fe. Una Iglesia en salida. Una impostergable renovación eclesial. Desde el corazón del Evangelio. La misión que se encarna en los límites humanos. Una madre de corazón abierto.

Algunos desafíos del mundo actual: No a una economía de la exclusión. No a la nueva idolatría del dinero. No a un dinero que gobierna en lugar de servir. No a la inequidad que genera violencia. Algunos desafíos culturales. Desafíos de la inculturación de la fe. Desafíos de las culturas urbanas.

Tentaciones de los agentes pastorales. Sí al desafío de una espiritualidad misionera. No a la acedia egoísta. No al pesimismo estéril. Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo. No a la mundanidad espiritual. No a la guerra entre nosotros. Otros desafíos eclesiales.

Todo el Pueblo de Dios anuncia el Evangelio: Un pueblo para todos. Un pueblo con muchos rostros. Todos somos discípulos misioneros. La fuerza evangelizadora de la piedad popular. Persona a persona. Carismas al servicio de la comunión evangelizadora. Cultura, pensamiento y educación.

Las repercusiones comunitarias y sociales del kerygma: Confesión de la fe y compromiso social. El Reino que nos reclama. La enseñanza de la Iglesia sobre cuestiones sociales.

La inclusión social de los pobres: Unidos a Dios escuchamos un clamor. Fidelidad al Evangelio para no correr en vano. El lugar privilegiado de los pobres en el pueblo de Dios. Economía y distribución del ingreso. Cuidar la fragilidad.

El bien común y la paz social. La unidad prevalece sobre el conflicto. La realidad es más importante que la idea. El diálogo social como contribución a la paz.

Motivaciones para un renovado impulso misionero: El encuentro personal con el amor de Jesús que nos salva. El gusto espiritual de ser pueblo. La acción misteriosa del Resucitado y de su Espíritu. La fuerza misionera de la intercesión. María, Madre de la evangelización.

COMPROMISOS

Procuremos leer, meditar y practicar esta bella, sencilla y profunda exhortación papal. Y pidamos al Espíritu Santo que nos renueve personal y eclesialmente, para que impulsemos una nueva evangelización.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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