ROMA, miércoles 7 marzo 2012 (ZENIT.org).- Hoy en día, emigran más mujeres solas que nunca y lo hacen buscando una vida mejor. Sin embargo, Caritas Internacional denuncia que no existen sistemas eficaces para evitarles la explotación y los malos tratos. En un informe publicado este miércoles, en vísperas del Día Internacional de la Mujer, Caritas afirma que los gobiernos y servicios sociales que se ocupan de los migrantes necesitan abordar las necesidades específicas de las mujeres que emigran.
En su informe, El rostro femenino de la migración: incidencia y mejores prácticas para las mujeres que emigran y las familias que se quedan atrás, Caritas documenta los retos que deben afrontar más de cien millones de mujeres que van buscando oportunidades fuera del propio país y que viajan sin sus familias. Algunas encuentran mejores trabajos, oportunidades de formación y más libertad. Sin embargo, con demasiada frecuencia, durante el viaje o a su llegada al país destino, se ven engañadas, maltratadas, violadas o discriminadas.
“Hay que cambiar urgentemente nuestra manera de pensar sobre la emigración de las mujeres, porque los sistemas existentes están fracasando, al no proteger a las mujeres que emigran”, dice Martina Liebsch, responsable de Incidencia de Caritas Internacional.
“Con frecuencia, los malos tratos de las mujeres migrantes resultan invisibles. Tienen lugar en domicilios privados, en los que reciben palizas, no les pagan y tienen jornadas de trabajo demasiado largas. Sucede también en los burdeles, en los que los tratantes de personas las venden, obligándolas a la prostitución. Tiene lugar en las granjas, en las que las mujeres están vinculadas por contratos de trabajo que son semejantes a la esclavitud. También se encuentran en zonas urbanas, mujeres maltratadas, mal pagadas y víctimas de abusos sexuales. Y sucede durante el viaje de emigración, cuando los traficantes aprovechan de la vulnerabilidad femenina”, añade Liebsch.
Caritas Internacional expresa su deseo de que las mujeres puedan emigrar en condiciones de seguridad y protección. Por ello, exige a los países que adopten medidas para proteger a las mujeres, incluyendo asesoramiento previo a la salida del país, registro de refugiados e inspecciones en el lugar de trabajo. Los gobiernos deberían revisar sus políticas de migración para comprobar sus repercusiones en las mujeres migrantes.
Caritas Internacional quiere también mayor atención a las familias y madres que se separan de sus hijos al emigrar: “Muchas mujeres dejan a sus hijos en su país de origen, a veces, para ir a cuidar de los hijos de otras personas, en el extranjero. Los hijos de las migrantes se quedan con otros familiares y crecen sin sus madres. Necesitamos políticas que permitan a las familias seguir unidas o, al menos, que ofrezcan protección social a los niños que se quedan atrás”, dice Liebsch.
Hay mujeres que escapan de situaciones laborales terribles e incluso torturas. Otras incluso corren el riesgo de terminar en la cárcel, cuando su permiso de trabajo está vinculado a un empleador que las maltrata. Caritas quiere que las mujeres migrantes, independientemente de su estatus jurídico, puedan exigir reparación, mediante denuncias, para defender sus derechos humanos.
Las mujeres migrantes tienen mucho que ofrecer a sus propios países y en los que trabajan: “Las mujeres migrantes no son víctimas por su propia naturaleza, sino a causa de sistemas injustos, prejuicios y malos tratos. Ha llegado el momento de evaluar su aportación a la sociedad, haciendo políticas de migración que las defiendan y protejan”, señala Liebsch.