Corea del Sur: la evangelización de los norcoreanos

Simposio sobre el trabajo pastoral con refugiados del norte

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ROMA, lunes 6 febrero 2012 (ZENIT.org).- A pesar de la reciente sucesión dinástica en Pyongyang, Corea del Norte sigue siendo una zona cerrada a la actividad misionera. Pero esto no debe impedir la evangelización del Norte estalinista, contando con el testimonio de los refugiados norcoreanos.

La agencia Eglises d’Asie informó este 3 de febrero de los temas tratados en un simposio celebrado días atrás en Seúl bajo los auspicios del Future Pastoral Institute.

Según el director del Instituto, Norbert Cha Dong-Yeob, del clero de la diócesis de Incheon, que reunió en el evento a los católicos que trabajan para la misión en Corea del Norte, esta tarea debe centrarse en los refugiados norcoreanos que se han asentado en Corea del Sur, dada la imposibilidad de realizar actividades misioneras en el Norte. El hecho de la muerte de Kim Jong-il y el ascenso de su tercer hijo al poder, Kim Jong-un, no permite predecir una próxima reunificación de las dos Coreas.

Hasta los años 90, la llegada de refugiados norcoreanos a Corea del Sur era poco frecuente y su integración en la sociedad surcoreana era –según Eglises d’Asie–, un asunto «marginal». Hoy, con el aumento del número de refugiados registrado en los últimos quince años, su presencia se ha convertido en algo «significativo». Actualmente serían cerca de veinte mil, y a pesar de que el gobierno de Seúl sigue acogiéndolos y facilitando su integración, muchos no pueden acostumbrarse a las nuevas condiciones de vida.

Estudios recientes indican que una proporción significativa de estos refugiados son cristianos. Según una encuesta de 2003, hasta un 70% tiene una «creencia religiosa», de los cuales tres cuartas partes se declararon cristianos.

Según el sitio web de las Misiones Extranjeras de París, la cifra no sorprende. Las redes de apoyo para huir a Corea del Sur, a menudo son guiadas por cristianos, generalmente protestantes evangélicos surcoreanos o coreano-americanos. Puestos en contacto con los misioneros cristianos durante su peligroso viaje a través de China y el largo viaje en Asia, una vez instalados en Corea del Sur los refugiados siguen asistiendo a ambientes cristianos.

Consciente de esto, el gobierno surcoreano procura que en Hanawon, un centro de acogida para refugiados a su llegada a Corea del Sur, se dedique una entera sección a la “educación religiosa”. Una vez fuera de Hanawon, los refugiados norcoreanos encuentran un gran número de comunidades protestantes dispuestas a ayudarles económica y materialmente.

Sin embargo, los críticos argumentan que la ayuda no siempre es desinteresada. Kang Chul-ho, un refugiado que ha fundado su propia comunidad –la Iglesia de la Unificación y la Paz–, advierte que las ayudas han llevado a algunos norcoreanos a reducir a las Iglesias a meras fuentes de asistencia financiera. Chul-ho dijo que recibió llamadas telefónicas de refugiados preguntando cuánto dinero recibe un norcoreano si se adhiere a su Iglesia. Además, algunos refugiados dejan de asistir a una Iglesia si esta interrumpe su apoyo financiero, mientras que otros se adhieren a diversas Iglesias para multiplicar la ayuda que reciben.

Otras Iglesias han alejado definitivamente a los refugiados de la religión, pidiéndoles una profesión de fe o un testimonio de su vida pasada. Este tipo de método les recuerda su experiencia en el Norte, con el culto obligatorio a la dinastía de los Kim, como lo ha señalado Chul-ho.

En la Iglesia católica –dijeron los participantes en el simposio–, el trabajo con los refugiados norcoreanos respeta más a las personas. La evangelización de los refugiados –se dijo–, puede tener un impacto “indirecto” en el Norte desde el momento en que, ante el caso de una futura reunificación de la península coreana, los refugiados podrían actuar como mediadores ante la población norcoreana.

La hermana Lim Sun-yun, directora del Centro para los refugiados norcoreanos de la diócesis de Incheon, pidió cautela y gradualidad en la formulación de propuestas para los refugiados (como el estudio de la Biblia y el catecismo). Pero si los norcoreanos muestran el deseo de querer ir más lejos, nada impide conducirlos hasta el bautismo, dijo la religiosa.

Por su parte, Nam Dong-jin, vicepresidente del Comité para la reconciliación en Corea –una estructura que depende de la diócesis de Incheon–, dijo que con una docena de feligreses han formado grupos de oración, a cuyas sesiones están invitados los refugiados norcoreanos. Otro programa, llamado home-stay (estancia en familia), funciona desde hace años y es muy popular: una vez al año, las familias surcoreanas hospedan por algunos días a los refugiados norcoreanos. Estos encuentros permiten intercambios más profundos, dijo Nam Dong-jin, quien contó que tres refugiados norcoreanos en Incheon pidieron ser evangelizados.

Según un misionero extranjero que trabaja desde hace muchos años en Corea del Sur, a pesar de todas las precauciones, las acciones con los refugiados no siempre están exentas de ambigüedad. Una comunidad de religiosas, que acoge jóvenes refugiadas entre los 15 y 20 años, ha admitido a dos al bautismo después de sólo cuatro meses en el catecumenado, y mientras eran aún huéspedes de la comunidad religiosa. «Tanta prisa, probablemente no era necesaria», dijo.

Traducido del italiano por José Antonio Varela

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ZENIT Staff

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