CIUDAD DEL VATICANO, viernes 11 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Recorriendo los nuevos capítulos y las perspectivas finales del nuevo libro de Joseph Ratzinger, “el lector es llevado por senderos ascendentes hacia un emocionado encuentro con Jesús, una figura familiar que parece estar aún más cerca con su humanidad así como su divinidad”.
El cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos, comenta de esta manera el “Jesús de Nazareth. Desde la entrada en Jerusalén hasta la resurrección”firmado por el Papa y presentado el pasado jueves en el Vaticano junto al escritor y germanista Claudio Magris.
Más de 300 páginas de “testimonio conmovedor, fascinante, liberador”, tanto que “finalizada la lectura -continuó el purpurado-, se querría proseguir el diálogo, no sólo con el autor sino que también con Aquel del que él habla”.
El segundo volumen de la trilogía, que el teólogo Joseph Ratzinger dedica al Nazareno, y a la que le falta todavía una parte sobre la infancia de Jesús, es ya un bestseller, visto el gran interés que ha suscitado, ya que la primera edición de un millón y doscientos mil de ejemplares está agotada.
Mientras tanto, para los amantes de la tecnología digital, llega también el e-book del libro que curiosamente fue escrito por su ilustre autor en lápiz. Por tanto, no es una obra de magisterio sino un análisis histórico-teológico que Ratzinger no cierra a la crítica y sobre la que no reclama la infalibilidad.
Reconociendo la esencial contribución de los diversos estudiosos de las Sagradas Escrituras, el cardenal Ouellet dice, de hecho, que se descubre en el libro del Papa Teólogo, “el amanecer de una nueva era de la exégesis” en el que la comparación es posible y “fructífera”.
El purpurado pasa a analizar el contenido del libro, que resume en algunas cuestiones cruciales, incluso en precisos “nudos”, que deshacer necesariamente para poder llevar en el centro de la fe a la Palabra de Dios: “antes que nada, la cuestión del fundamento histórico del cristianismo que atraviesa los dos volúmenes de la obra”, explica, admitiendo que no se trata de una enumeración exhaustiva. Después “el mesianismo de Jesús” y la “expiación de los pecados por parte del Redentor”. También “el sacerdocio de Cristo en relación a su Realeza y su Sacrificio”, y por último “la cuestión de la resurrección de Jesús, su relación con el cuerpo y su vínculo con la fundación de la Iglesia”.
También el triestino Magris, entre los favoritos al Nobel de Literatura, reconoce como “interesante” el hecho de que el Papa haya recurrido al método histórico, que “además de ser científico es propiamente cristiano”, en la medida en que “Cristo entró en la historia”. Obviamente un método de este tipo presupone límites porque “no puede demostrar que Jesús es el hijo de Dios”, si bien puede ser un método para acercarse a la verdad.
En cuanto al mesianismo de Cristo, el purpurado recuerda las interpretaciones de algún exégeta moderno que, influenciado por las ideologías dominantes, ha visto en Jesús un revolucionario, un rabbí idealista, un loco de Dios, un maestro de la moral. Contrariamente, en este punto Benedicto XVI se introduce en la tradición judía, “que une al religioso con el político -explica Ouellet- pero subrayando el punto en el que Jesús realiza la ruptura entre los dos hombres”.
Jesús, en sustancia, dividiendo el poder temporal del espiritual revela la naturaleza exclusivamente religiosa de su mesianismo, “y por este motivo es condenado como blasfemo, porque se presenta como el “hijo del Hombre que llega sobre las nubes del cielo”.
Respecto al tercer nudo que hay que deshacer, que tiene que ver con el sentido de la redención y el lugar que debe ocupar la expiación de los pecados, el Papa afronta objeciones del tipo: “un Dios que exige una expiación infinita ¿no es, quizás, un Dios cruel, cuya imagen es incompatible con nuestra concepción de un Dios misericordioso?”.
Aquí Magris responde con una frase de Pascal, citada también por el Papa, para el que “el sufrimiento de Jesús, su agonía, se prolonga hasta el fin del mundo”, destacando que esta verdad podemos expresarla incluso “desde el punto de vista opuesto: Jesús, en aquel momento, ha cargado con la traición de todos los tiempos, del sufrimiento de ser traicionado en todos los tiempos, soportando así las miserias de la historia hasta el fin”.
El cuarto nudo o problema tiene que ver con el Sacerdocio de Cristo. “Según las categorías eclesiales de la actualidad, Jesús era un laico revestido de una vocación profética. No pertenecía -destaca el cardenal- a la aristocracia sacerdotal del Templo y vivía al margen de esta institución básica del pueblo de Israel. Un hecho “que ha inducido a muchos a considerar la figura de Jesús como ajena y sin ningún vínculo con el sacerdocio”. Benedicto XVI corrige esta interpretación, basándose en la Epístola a los Hebreos en la que, se habla ampliamente del Sacerdocio de Cristo.
El último punto considerado por el Prefecto Ouellet tiene que ver con la resurrección, su dimensión histórica y escatológica: “El Santo Padre comienza sin rodeos”, donde escribe que “la fe cristiana se mantiene o cae con la verdad del testimonio de que Cristo ha resucitado de entre los muertos”.
“El Papa se alza contra las elucubraciones exegéticas que declaran compatibles el anuncio de la resurrección de Cristo y la permanencia de su cadáver en el sepulcro”, continúa el cardenal.
El Papa “desecha estas absurdas teorías observando que el sepulcro vacío, aunque si no es una prueba de la resurrección, de la que nadie ha sido testigo directo, deja un signo, un presupuesto, una huella dejada en la historia de un suceso trascendente”.Al final, “sólo un suceso real, de una calidad radicalmente nueva era capaz de hacer posible el anuncio apostólico, que no se puede explicar con especulaciones o experiencias interiores, místicas”.
Por esto, dice Magris, esta obra de Ratzinger puede ser destinada a toda la humanidad, católicos y no, creyentes y no: “Si el Papa -dice- nos hubiese hablado de cosas lejanas a nosotros, podrían no habernos interesado, si el Cristo del huerto de los olivos hubiese sido un héroe, un superhombre, tendría poco que pedirle, lo sentiría lejano, como máximo podría admirarlo”.
Sin embargo, Jesús, que vence la angustia no con un “milagro” sino por su propia fuerza y voluntad, “puede ayudar a cada uno de nosotros también a afrontar situaciones no trascendentales”, pero que marcan la vida cotidiana del hombre como los dolores, las enfermedades y la pérdida de los seres queridos”.
“La naturaleza humana de Jesús se resiste, de hecho, como toda naturaleza humana, ante el sufrimiento, la muerte, tiene un miedo “abismal” ante ella, que vuelve al alma, como Jesús dice explícitamente, “triste hasta el punto de morir”. Si bien el sufrimiento del Nazareno no termina después de los tres días sino que “continúa hasta el fin de la redención”.
“Y esta eternidad -aclara Magris, citando el pensamiento del gran teólogo jesuita Karl Rahner-, no es “la vida ultraterrena”, una ilimitada continuación del tiempo en otro lugar, como un jubilado que se traslada a otro país. La eternidad no es el tiempo que continúa sin fin, eliminando en un instante al anterior. La eternidad es la vida en su epifanía -el dolor, la felicidad, el amor- siempre presentes; es el instante de Michelstaedter, vivido como si fuese el último”.
“La expresión ‘vida eterna’ -escribe Ratzinger en una de las páginas más bellas del libro- no es la vida que viene después de la muerte, mientras que la vida actual es pasajera”, la “Vida Eterna” “significa la vida misma, que puede ser vivida también en el tiempo y
que no es cuestionada por la muerte física nunca más “. y esto es lo que nos interesa: “Abrazar desde ahora la vida -concluye el Papa-, la verdadera vida, que no puede ser destruida por nada ni por nadie”.
Por Mariaelena Finessi. Traducción del italiano por Carmen Álvarez