MILÁN, martes 1 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- “Un ministro humilde y audaz del encuentro con Cristo”: este es el recuerdo de monseñor Luigi Giussani en palabras del arzobispo de Milán, el cardenal Dionigi Tettamanzi, con ocasión de la celebración, ayer en el Duomo, del sexto aniversario de la muerte del fundador de Comunión y Liberación.
Este año se celebra también el vigésimo noveno aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de CL.
“La vida cristiana – afirmó el cardenal Tettamanzi – no es una simple idea o precepto o iniciativa, o estructura u organización, sino que en su esencia original es encuentro personal con Cristo”.
“Fascinado y conquistado”, Giussani no hizo otra cosa en la vida que ponerse al servicio de este encuentro, “fascinando a su vez y conquistando para Cristo las personas y las realidades que encontró en su camino”.
“En el fondo de todo corazón humano – prosiguió el purpurado – Dios pone un deseo de infinito que nada ni nadie puede extirpar del todo”. Esto es verdad para el hombre de hoy y de siempre “aun cuando parece que ya no desea ni busca nada” y “se muestra cansado y sin interés hacia la realidad, cerrado en sí mismo y preso de intereses mezquinos”.
“¿Quién o qué – se preguntó el arzobispo de Milán – podría despertar en nosotros el deseo, la aspiración, la necesidad de una sabiduría que nos abra al verdadero sentido de vivir y de amar, de trabajar y de descansar, de sufrir y de morir?”.
Para el cardenal Tettamanzi, “la falta de conocimiento y del compartir este ‘sentido’ fundamental es el problema cultural más importante y decisivo para nuestro presente y nuestro futuro”. Y la respuesta a esta “carencia insostenible” no puede ser más que “una persona viva, concreta, encontrable, experimentable: Cristo Jesús”.
“Todos nosotros – afirmó, dirigiéndose a los miembros de la Fraternidad y a su presidente, el español Julián Carrón – intuimos la riqueza de gracia y de responsabilidad de la fe cristiana” que tiene “a Cristo, su Evangelio, su Iglesia, como criterios interpretativos de la realidad”.
En una sociedad y en una cultura en las que se confrontan las lógicas profundamente opuestas de “dominio y servicio, egoísmo y altruismo, posesión y entrega, explotación y benevolencia, interés y gratuidad”, el ejemplo de la entrega total de sí de Cristo en la cruz “debe ser en nosotros principio, estímulo y fuerza para una ‘fe que obra en la caridad’”.
“Se nos ha pedido perentoriamente – prosiguió el cardenal – obrar, emprender, hacer fructificar los talentos que la naturaleza y la gracia nos ofrecen, saber incidir en la múltiple realidad social y cultural y política, ser protagonistas del desarrollo integral del hombre y del mundo… pero siempre obrando con la lógica de Cristo y no la del mundo”.
Estar “en Cristo” muestra “la espiritualidad que debe alimentar todo en nosotros: nuestros pensamientos y sentimientos, nuestras elecciones y acciones, nuestro silencio y nuestra palabra, el momento de la alegría y el del sufrimiento, el éxito y el cansancio”.
“El secreto de la vida cristiana – concluyó el cardenal Tettamanzi, citando a Giussani – está en vivir con Jesús”.
“Uno que lee todos los días el Evangelio – añadió, citando un pasaje de “Se puede vivir así” de Giussani –, uno que comulga todos los días, uno que dice ‘¡Ven, Señor!, uno que mira a ciertos compañeros para quienes esto se ha convertido en más habitual, puede empezar a sentir que quiere decir vivir con Él. Vivir con Él se puede decir de otro modo: vivir como Él”.
Por Chiara Santomiero, traducción del italiano por Inma Álvarez