CIUDAD DE MÉXICO, lunes, 28 septiembre 2009 (ZENIT.org).- En el marco de los 400 años del Caso Galileo y de los 150 años de la publicación de la obra “El Origen de las Especies de Charles Darwin” la Universidad Pontificia de México convocó, del 21 al 25 de septiembre, a diversas instituciones para celebrar el coloquio “La Evolución del Diálogo Teología-Ciencia”.
En el coloquio han participado instituciones como la Universidad Iberoamericana, la Universidad Intercontinental, la Universidad Panamericana, la Universidad Anáhuac, el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, el Colegio de Postgraduados, la Fundación Lux et Veritas y la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.
Durante la presentación del coloquio se señaló la importancia del evento en cuanto –informa a ZENIT la Universidad Pontificia de México- “quiere ser un espacio para que científicos, teólogos y filósofos, puedan establecer un diálogo fecundo que nos permita avanzar en el horizonte de la verdad en una actitud que supere viejos prejuicios y nos abra a la riqueza de la verdad”.
Al finalizar las jornadas de trabajo, el doctor Alberto Anguiano García, relator del coloquio, señalaba: “Los trabajos de Galileo y Darwin, afectaron tan radicalmente la cosmovisión precedente, que provocaron la reacción, no siempre positiva, sobre todo, del saber religioso. Esta histórica reacción ha nutrido, en gran parte, una serie de prejuicios que, todavía hoy, pueden condicionar el diálogo interdisciplinario. Por este motivo, los dos primeros días de este coloquio, tomaron como pretexto el caso Galileo y el de Darwin para hacer un análisis objetivo de la obra de ambos personajes en su original contexto histórico, más allá de una infundada interpretación”.
En el primer día, el doctor Rafael Martínez habló sobre “el caso Galileo” y dejó en claro que la relación “ciencia y fe” asumida puramente en clave de conflicto no corresponde a la objetividad de los testimonios históricos del proceso Galileo. Se aclaró que el proceso Galileo no se debió a una razón doctrinal, sino a un motivo disciplinar.
El doctor Alexander Zatyrka recordó que tanto el monismo como el dualismo son los dos extremos en los que suele entramparse “el diálogo ciencia-fe” cuando discurre sobre el origen del universo, de la vida, del ser humano y de la conciencia. Por el contrario, Zatyrka citó algunos ejemplos, como el de la teología kenótica en la que el discurso creyente pretende una visión más completa de la realidad mediante el reconocimiento e integración de las adquisiciones científicas.
El 22 de septiembre, el doctor Antonio Lazcano Araujo, en su conferencia “sobre el origen de la vida”, precisó que la vida, en cuanto fenómeno empírico, puede ser descrito pero no definido. Esta puntualización supone, por una parte, que la vida en cuanto evento biológico exige una observación secular que, sin embargo, por otra parte, no logra disolver el misterio que implica sus orígenes.
“¿Es, pues, la vida un problema científico o filosófico?”, fue la pregunta que guió la intervención del doctor Rafael Martínez en el panel del día. En su opinión, la comprensión de la vida implica una dimensión que aunque no es empírica, no es por esto, algo puramente exterior. No hay pues, lugar para las interpretaciones extremas del mecanicismo o del vitalismo, así como tampoco cabe la disyuntiva: comprensión filosófica o científica. Por tanto, no se puede aceptar que las cuestiones relativas a la vida son puramente científicas.
“La recepción de la teoría evolutiva en la Iglesia católica” fue el tema de la segunda conferencia, también a cargo del doctor Martínez. Haciendo un recuento crítico de los escritos de algunos teólogos católicos que fueron puestos en el Índice, se llegó a la conclusión de que en la prohibición de dichas obras no estuvo nunca implicada una postura oficial del Magisterio de la Iglesia contra la teoría de la evolución.
Como señaló luego el doctor Héctor Velázquez, en América Latina y, particularmente, en México, el influjo positivista del racionalismo ilustrado facilitó la asimilación del darwinismo como sinónimo de progreso. Puede decirse que el simplismo de esta equiparación es el que fundamenta, hasta el presente, la consideración de la Iglesia como una Institución retrógrada, anclada en la cosmovisión del oscurantismo medieval.
El 23 de septiembre, la conferencia del doctor Miguel Chávez Dagostino inauguraba el análisis de los orígenes desde la perspectiva cosmológica. El ponente inventarió los fenómenos observables que llevaron a postular el problema del origen del cosmos y enumeró también, los eventos científicos que hicieron posible la configuración de los métodos que permitieron la observación de los fósiles estelares dejados por una gran explosión ocurrida hace unos 13 ó 14 mil millones de años. Sin embargo, concluyó el doctor Chávez, quedan muchas incógnitas por despejar.
El fin del universo fue también tema de reflexión de la conferencia del doctor Manuel Rodríguez Franco, así como del panel en el que participó el doctor Martínez. Este último precisó que la cuestión sobre el fin, más allá del problema de la duración, plantea la universal inquietud por el sentido de la totalidad. Para el razonamiento cristiano, en particular, la pregunta por el sentido ayuda a comprender la creación no tanto como la obra realizada por Dios en los inicios de todo, sino a Dios mismo como la causa y fundamento último de la realidad.
El 24 de septiembre se volvió la mirada hacia la estructura molecular de la biología humana. El doctor Francisco Javier Marcó Bach habló sobre “la evolución de la reproducción humana”. El panel de especialistas recordó que la secuencia completa del genoma humano en el 2003, es sólo una muestra de los avances de la genética y la biotecnología, por lo que se debe advertir que semejante poder tecnológico entraña el peligro de la confusión de la identidad humana.
El 25 de septiembre se constató con optimismo que el diálogo entre las ciencias empíricas, la filosofía y la teología es un quehacer en evolución y no una especie en extinción. Los participantes se comprometieron a acrecentar sus conocimientos “en el área propia de estudio con una actitud crítica, siempre abierta a la búsqueda de una verdad a la que es posible aproximarse desde diversas perspectivas”.
Por lo que expresaron el deseo de que “la conclusión de este coloquio no sea el final, sino el feliz comienzo de un creciente esfuerzo personal e institucional que favorezca un enriquecedor intercambio de conocimientos”. Un intercambio al que se ha ofrecido la Universidad Pontificia de México como espacio dialogal.